• Todos contra la economía subterránea
• Nada pasará sin un verdadero cambio
En el Twitter, varios visitantes de Análisis a Fondo se indignaron por el anuncio de lo que fue calificado como Cruzada Nacional contra el Empleo Informal. Dijeron que con ello el gobierno “jodía más” a los trabajadores; que estaba en contra del autoempleo y que sólo quería “más esclavos”.
Nada más alejado de la realidad, porque lo que busca el presidente es construir (ilusoriamente) una economía que cree clase media para que ésta esté en capacidad de consumir lo que el aparato productivo produce y así se privilegien los márgenes de ganancia de los empresarios, mediante el fortalecimiento del poder adquisitivo de los trabajadores.
No es nada gratuita la estrategia de lograr el pleno empleo. Con ello, la base de consumidores se ampliaría exponencialmente, lo que no está ocurriendo ahora por diversas sinrazones: por la crisis global que cierra mercados a las exportaciones mexicanas; por la falta de recursos para inversión: los recursos que llegarán a la economía este año no rebasarán los 40 mil millones de dólares aproximadamente, incluyendo los 27 mil millones que anunciaron las 39 grandes empresas del Consejo Mexicano de Hombres de Negocios, de ninguna manera serán suficientes para salir de la crisis económica, pues para ello se requerirían montos inimaginables, tan sólo para que la economía creciera en 5% anual y rebajara el desempleo y el subempleo, amén de que pagara salarios justos.
El problema de la economía subterránea, o economía informal, responde a las leyes de la necesidad y del abuso (oferta y demanda). Muchos empresarios formales propician la economía informal para evadir el pago de impuestos, para zafarse del otorgamiento de salarios justos a los trabajadores, del pago del seguro social y de todas las prestaciones a la que tienen derecho constitucional los empleados.
Es común ver, en las calles del centro de la ciudad de México, cómo las mismas empresas comerciales formales destinan una buena parte de sus inventarios, no registrados ante el fisco, para establecer puestos callejeros a gran escala. Y mayormente en el Barrio Bravo de Tepito, en donde poderosos consorcios que transan con todo, hasta con estupefacientes, hasta con armamento, le dan empleo a mucha gente que vive al día con el sueldo injusto que recibe.
El presidente Enrique Peña Nieto retomó ayer en Palacio Nacional, durante la firma del “Pacto para la Formalización del Empleo 2013” entre los gobiernos estatales, el Gobierno del DF y el gobierno federal, las cifras del Instituto Nacional de Geografía y Estadística, destacadas la semana pasada en Moscú por el secretario Alfonso Navarrete Prida, y ya manejadas en Análisis a Fondo, de que en la actualidad 59 por ciento de los trabajadores empleados sobrevive en los subterráneos de la economía. Y es obvio que una gran porción de esos trabajadores pasa la vida en las garras de empleadores sin escrúpulos que, aparte de explotar la mano de obra necesitada de un ingreso, no pagan los impuestos que deben de pagar al fisco.
Tiene toda la razón el mandatario mexicano. “La informalidad afecta al trabajador y a toda su familia”. La informalidad afecta a todos como sociedad; es enemiga de los trabajadores, y genera enormes pasivos sociales con el tiempo. Pero también afecta a los trabajadores mismos y al mercado.
No es cuestión de dinero, dijo hace poco el presidente del Consejo Coordinador Empresarial, Gerardo Gutiérrez Candiani. Ciertamente. Pero cómo ayuda. Carlos Slim hizo cuentas hace poco. Se requieren recursos por aproximadamente 340 mil millones de dólares para impulsar un crecimiento económico del 5% anual y entonces satisfacer la demanda de empleo justamente remunerado. Mientras, la economía informal continuará haciendo su agosto con millones de trabajadores que no encuentran acomodo con un sueldo miserable en la economía legal.
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