A lo largo de nuestra historia, los desplazamientos humanos han sido constantes y motivados por diversas circunstancias. Podemos remontarnos al cambio de los grupos nómadas de recolectores y cazadores que encontraron sitios idóneos para cultivar y cosechar el maíz en lo que hoy es México hasta muchos siglos después el abandono de grandes ciudades por causas imputables a la naturaleza como sucedió en la peninsula de Yucatan o bien revueltas sociales como la que acabó con Xochicalco alrededor del año 900 de nuestra era. Es también imposible no recordar el movimiento migratorio por antonomasia en nuestra historia, la peregrinación de los aztecas de la mítica Aztlán hasta fundar Tenochtitlán en el corazón del Valle de México.
Tras la conquista en 1521 y el surgimiento del Virreinato de la Nueva España, emigraron aquí, no solo españoles peninsulares que fueron la punta de la pirámide en la marcada division racial, social y económica del sistema de castas que rigió por trescientos años la vida en la joya de la corona española, sino surgieron aquí también importantes movimientos migratorios como lo fue la diaspora de los tlaxcaltecas, aliados de los españoles al marchar a colonizar el norte del México actual. Fue preponderante también la llegada de esclavos africanos que engrosaron la fuerza económica colonial constituyendo la llamada tercera raíz racial de México, hoy sus descendientes forman parte importante de la vida en comunidades en Veracruz, Oaxaca y Guerrero, en esta ultima entidad también es posible encontrar raíces y rasgos filipinos entre sus habitantes. En el virreinato también surgió el destierro como un castigo politico hacia los opositores de la corona, casos emblemáticos son el de los hijos de Cortés, Martín el segundo Marqués del Valle de Oaxaca y su hermano mayor Martín el mestizo, hijo de la Malinche quienes fueron desterrados de la Nueva España en 1565 cuando los hijos de los conquistadores se sublevaron. Los “Martines” nunca volvieron a la Nueva España. Otro caso emblemático de destierro fue el que representó la vida de Fray Servando Teresa de Mier, pagó sus convicciones independentistas viviendo buena parte de su vida en prisiones europeas.
El surgimiento del México independiente y el turbulento siglo XIX, motivaron la llegada a territorio nacional de europeos buscando fortuna o desplazándose por motivos politicos y sociales de sus lugares de origen y de mexicanos que por los mismos motivos hicieron lo mismo, como es el caso de Santa Anna en Colombia o el Caribe y Juárez en Cuba y Nueva Orleans. Estados Unidos representó por razones de vecindad puerto de abrigo para exiliados mexicanos pero también lo fue Cuba no solo por su ubicación geográfica o haber sido por siglos la antesala del puerto de Veracruz, sino por motivos culturales y de idioma.
El porfiriato aligeró el destierro politico de los mexicanos, pues Don Porfirio promulgó una amnistía para casi todos, con contadas excepciones como la del
cruento Leonardo Marquez que murió anciano y en su cama en La Habana, pero en contrapartida se fomentó la emigración de europeos y extranjeros a México, fue preponderante la presencia de empresarios americanos , franceses y británicos, así como el establecimiento de colonias japonesas en Chiapas, Italianas en Michoacan y Puebla y francesas en Veracruz.
El estallido de la revolución trajo de vuelta la dura figura del exilio para los mexicanos, los adeptos al antiguo regimen y los huertistas derrotados en 1914 debieron partir al amargo destierro, Europa, Estados Unidos y Cuba fueron los destinos recurrentes. Al surgir el enfrentamiento entre las distintas facciones revolucionarias, los vencidos debieron seguir también el camino del exilio, un caso emblemático lo representaron los carrancistas tras la “Huelga de Generales” de 1920 y el asesinato artero del Presidente Carranza. Cuando el General Lázaro Cárdenas asumió el poder en 1934, una de sus prioridades fue la conciliación y la concordia entre quienes lucharon en la revolución, entonces hizo efectiva una amnistía que permitió el retorno de exiliados y desterrados de todos los colores, regresaron entre tantos, la viuda de Don Porfirio, Carmelita Romero Rubio y su familia. Pocos años después estalló la Segunda Guerra Mundial, el Presidente Avila Camacho, se alineó con Estados Unidos y los aliados, sirvió a lo anterior el ataque de submarinos nazis a buques mexicanos, entonces entre las aportaciones mexicanas al esfuerzo bélico se estableció la contribución de trabajadores mexicanos que viajaron al país vecino del norte para suplir a los hombres que marcharon al frente, es aquí donde surgen los braceros que derivaron en la emigración posterior de millones de mexicanos buscando un mejor porvenir en Estados Unidos, la cual subsiste al día de hoy, representando uno de los puntos más espinosos de la compleja relación bilateral entre México y los Estados Unidos.
La Guerra Civil Española propició la llegada a México de miles de exiliados republicanos, México los recibió como hermanos, se establecieron aquí tal vez como en ningún otro sitio en el mundo, se arraigaron y formaron familias echando raíces, la generosidad fue reciproca pues los republicanos aportaron mucho a México en los campos de la educación, la ciencia, las letras, el cine, la medicina, la industria, en fin no hubo sector de la economía y la sociedad Mexicana que no recibiera los aportes de los tradicionalmente industriosos españoles quienes supieron coexistir con connacionales que habían emigrado previo a la guerra buscando “hacer la América” y que generalmente simpatizaron con el bando nacional.
Pero no solo los españoles encontraron en México una segunda patria, también lo hicieron personas de todas las latitudes y orígenes, tal como los sudamericanos poniéndose a salvo de las dictaduras en sus países, exiliados politicos y ex jefes de Estado, monarcas abdicados, artistas e intelectuales, europeos y americanos atraídos por nuestra clima, cultura y la posibilidad de disfrutar una calidad de vida generosa pero también en contrapartida en la década de los ochenta del siglo llegaron miles guatemaltecos desplazados por la guerra civil en su país.
Este siglo ha sido testigo a su vez de la dramática situación que representa el que México sea el trampolín idóneo para llegar a Estados Unidos de cubanos, centroamericanos y sudamericanos principalmente, desafortunadamente deben de enfrentarse al flagelo de la inseguridad, la corrupción y de malos mexicanos que contravienen nuestra tradicional postura de hospitalidad, ello sin duda ha manchado nuestra imagen al exterior. Pero no solo los extranjeros lo padecen, los mexicanos siguen emigrando ya no solo por cuestiones económicas sino huyendo de la inseguridad que día a día nos arrebata vidas y patrimonio, las migraciones nunca cesaran, sin embargo hago votos porque México vuelva a ser un puerto de abrigo generoso y tierra de oportunidades para propios y extraños.