La Orquesta Sinfónica Nacional (OSN) del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal) ofreció este viernes una noche de regocijo y encanto, pero también de dramatismo y emoción, con música de los más destacados compositores alemanes. Además, sorprendió al público con la variedad de su dotación instrumental y el manejo del escenario.
El programa consistió en las arias Christi Glieder para contratenor, violín y continuo, de la Cantata BWV 132, y Kreuz und Krone sind Verbunden para contratenor, oboe y continuo, de la Cantata BWV 12, ambas de Johann Sebastian Bach (1685-1750); Concierto para oboe y orquesta núm. 1 en Re menor, de Ludwig August Lebrun (1752-1790); y la Sinfonía núm. 2 en Do mayor, Op. 61, de Robert Schumann (1810-1856), bajo la conducción del director huésped Iván López Reynoso y la participación como solista invitado del oboísta mexicano Carlos Rosas.
Las sorpresas de la noche comenzaron desde el inicio del programa. Teniendo como fondo la majestuosa cortina de cristal y sus imponentes volcanes, en el escenario aparecieron el director huésped y la violinista Shari Mason, acompañados de un violoncello y un piano barroco. En la segunda aria se incorporó el oboísta Carlos Rosas.
El propio director, en su faceta de cantante contratenor, fascinó con su interpretación de las dos arias de las cantatas, las cuales forman parte del repertorio que Bach compuso como música para iglesia. Ambas cantatas encuentran su lugar, respectivamente, previo a las fiestas de Navidad y las fiestas de Pascua.
Luego llegó el Concierto para oboe y orquesta núm. 1 en Re menor, del poco conocido compositor alemán Ludwig August Lebrun, obra para la cual se incorporaron las secciones de cuerdas, dos flautas, dos cornos y los timbales. Bajo la dirección de Iván López Reynoso y la participación del oboísta bajacaliforniano Carlos Rosas, integrante de la OSN, orquesta y flauta entablaron un alegre diálogo musical que despertó gestos de alegría en el público, pero también de intensa emoción.
La obra hizo honor a los comentarios que despertó la producción de conciertos para oboe (casi una veintena) del compositor alemán en su época: Sus obras son “tan dulces como gotas de néctar”, escribió el poeta y músico Christian Friedrich Daniel Schubart, mientras que otros analistas encontraban “indicios del estilo llamado en aquel tiempo Sturm und Drang (tormenta y tensión)”, según el programa de mano digital. Cabe mencionar que los aplausos más intensos fueron para el oboísta mexicano Carlos Rosas.
Luego del intermedio, la cortina de metal del Teatro del Palacio de Bellas Artes se levantó por completo. Ante los ojos curiosos de los asistentes, el escenario se dispuso entonces para que la orquesta entera se refugiara bajo la enorme concha acústica del recinto y dar paso a la Sinfonía núm. 2 en Do mayor, Op. 61, de Robert Schumann.
En la segunda sinfonía de Schumann (de cuatro que legó al mundo) tienen un lugar preponderante las trompetas y los timbales, instrumentos con los que a menudo soñaba el compositor, pero también sonidos que eran indicios –dice la crítica especializada— de una enfermedad mental que lo llevaría prematuramente a la muerte.
Iván López Reynoso, sin partitura a la vista, condujo a la Orquesta Sinfónica Nacional en una interpretación que transitó por la quietud y la alegría, y a ratos por periodos de intenso dramatismo sonoro que logró impactar en las emociones del público presente, que esbozaba leves sonrisas, pero también reaccionaba a la intensidad de la obra, la cual se estrenó el 5 de noviembre de 1846 en Leipzig bajo la dirección de Felix Mendelssohn, intenso promotor de la música de Schumann.
Este repertorio que forma el Programa 4 de la Primera Temporada 2023 de la OSN –en la celebración de su 95 aniversario— se podrá apreciaar por segunda ocasión el próximo domingo 26 de febrero a las 12:15 horas en la Sala Principal del Palacio de Bellas Artes.
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