Por María José González Alonso
CIUDAD DE MÉXICO.- Caminando por un parque de la colonia Condesa se podían ver a varios grupos de jóvenes armando una coreografía y grabándola con varios dispositivos a la vez. Me quedé observando a uno en particular, porque el líder del grupo era exigente con la calidad de los movimientos y les decía, “no salió bien, se cortó el brazo y la pierna de la toma. Repitámoslo.” Después de varios intentos, llegaron a un resultado con el que todos quedaron satisfechos. Me acerqué a preguntarles el motivo del video, y me comentaron que era para TikTok, y estaban replicando movimientos de un baile que estaba en tendencia.
Las fotografías desde un buen ángulo, las locaciones espectaculares, los filtros, el número de seguidores, el compartir fragmentos de la vida cotidiana, la viralidad de dichos contenidos; todos son nuevos términos y fenómenos que acontecen a diario, a partir del creciente éxito de las redes sociales, sobre todo en la población más joven.
Sin embargo, el uso indiscriminado de las redes sociales ha causado estragos en la salud mental de muchos adolescentes porque, a través de estás, surgen y se ejercen conductas que excluyen, agreden, hostigan y difaman a jóvenes con mucha frecuencia. Existen diversos casos alrededor del mundo donde varios han cometido suicidio por sufrir de violencia digital y no han podido detenerla.
En la prehistoria, el suicidio era una forma de autosacrificio para garantizar el bien común y la supervivencia de la tribu. Los más vulnerables, cómo heridos, enfermos, y ancianos ponían fin a su existencia para no representar una carga y ceder los recursos a los demás.
Esta concepción difiere de la actual, donde el suicidio es considerado un problema de salud mental y, según la Organización Mundial de la Salud, “se estima que actualmente el suicidio es una de las primeras diez causas de muerte en todos los países y se encuentra entre las tres primeras en la población de 15 a 35 años de edad.”
La conducta suicida es un acto universal que ha sucedido a lo largo de la historia humana pero anteriormente las estadísticas del grupo poblacional que más frecuentemente lo realizaba eran las personas de la tercera edad. Es por eso que diversas instituciones encargadas de atender temas de salud mental, han iniciado investigaciones sobre cuáles pueden ser las causas de que ahora los adolescentes sean quiénes lo cometen.
De acuerdo al INEGI, “es la segunda causa de muerte en jóvenes de 15 a 29 años en México, siendo rebasada únicamente por accidentes de tránsito.” Es un acontecimiento social que ha tenido un aumento significativo en los últimos años y que ha encendido las alarmas en diversas organizaciones y en el gobierno mexicano.
Es una problemática compleja en donde intervienen varios factores de la vida de una persona, entre ellos, el ámbito individual, familiar, académico, social. En este último es donde las redes sociales han dictado una nueva manera de interactuar, relacionarse, y a su vez, el acoso se ha incrementado a través de estás.
El crecimiento global de dichas plataformas es digno de resaltarse. Facebook, a quince años de haberse creado, cuenta con 2,700 millones de usuarios activos, de los cuáles, una tercera parte tienen entre 13 y 24 años. Instagram no se queda atrás en popularidad, con sus 1,100 millones de usuarios, y es la red más popular en adolescentes. TikTok, aunque es más reciente, ha tenido un crecimiento exponencial con un aumento de, aproximadamente 15 millones de usuarios nuevos al día, y es muy exitosa en las generaciones de jóvenes.
Los adolescentes, ahora conocidos como Generación Z o centennials, son nativos digitales, es decir, que han crecido conectados a Internet, y la realidad que conforma sus vidas involucra todo lo que acontece en el mundo virtual, el cual, cada día toma más relevancia.
Lo anterior, es fundamental para comprender la forma en que esta generación percibe, utiliza y se vincula con y a través de Internet, y brinda un punto de partida donde se deja claro que un adolescente centennial no ve de la misma manera el uso de las redes sociales y su actividad digital que una persona adulta.
Con el desarrollo y crecimiento del uso de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), han emergido nuevas formas de agresión; una de ellas, el ciberacoso. Es un problema que se ha expandido mundialmente y que consiste en agredir de forma repetida y persistente a alguien con la intención deliberada de causarle daño, a través de las plataformas digitales.
Eunice Rendón, doctora en Sociología Política por la Universidad de Chile, publicó en su ensayo “El suicidio en la era digital”, que “en la actualidad, las tasas de victimización por acoso cibernético oscilan entre 28 y 36.5% de los adolescentes y jóvenes, mientras que 16% ha admitido cometer actos de intimidación y acoso hacia otros por estos medios.”
Así mismo, menciona que diversas encuestas realizadas en Estados Unidos a adolescentes que cursan la secundaria arrojan que las víctimas de ciberacoso “tienen casi el doble de probabilidades de intentar suicidarse.”
Las ciberagresiones más frecuentes están vinculadas con temas sexuales. La sextorsión, la pornovenganza y el porno no consentido son formas de ciberacoso cotidianas y sistemáticas que viven, especialmente, las mujeres jóvenes. Esto muestra que las dinámicas, estructuras y roles de género se replican en el mundo digital.
De acuerdo a INMujeres, “el ciberacoso afecta más a las mujeres jóvenes. El 40.3% de las mujeres, de 12 años y más fueron víctimas de ciberacoso vinculado con tema sexuales y, en el caso de los hombres este porcentaje fue de 16.3%.
Los hombres también son víctimas del ciberacoso pero la forma de ejercerlo más frecuente es a través de amenazas y/ o agresiones que ponen en riesgo la integridad física y psicológica de la víctima.
Esta nueva forma de ejercer violencia ha tomado dimensiones extremas porque la inmediatez, el alcance y la viralización del contenido, no permiten contener la propagación de la información, causando que la víctima no pueda hacer nada para prevenir la distribución, y que las autoridades se enfrenten a diversas dificultades para detenerlo. Además, de que los límites del espacio y el tiempo no detienen las conductas de agresión por la conectividad permanente que brindan las redes sociales.
La violencia digital se recrudece debido a que, al ejercer las agresiones a distancia, el ciberacosador no encara a la víctima, lo que puede envalentonarlo a perpetuar la conducta, o puede no percatarse del todo del daño que comete. Además, los usuarios pueden sumarse a agresiones colectivas, resultando en un fenómeno de masas, donde el violentador puede permanecer en el anonimato y, además puede ser incitado por el grupo a ser más agresivo.
Ser víctima del acoso en línea pueden tener consecuencias graves para la salud mental, en general. Pero se vuelve un problema más grave cuando se da en los adolescentes, debido a que estos se encuentran en una etapa vulnerable donde buscan pertenecer a toda costa, están atravesando muchos cambios físicos, emocionales y psicológicos, y su identidad cómo individuos aún está en proceso de consolidarse.
Es importante destacar que el ciberacoso no puede ser considerado como la única causa de la conducta suicida, pero sí puede ser un detonante significativo y puede incrementar la probabilidad de que se produzca, ya que afecta significativamente la vida quien lo padece.
Recordemos que, generalmente, quien se suicida no desea terminar con su vida. Sino que desea terminar con un dolor o una situación en particular que lo rebasa psicológica y emocionalmente. Es imperante que, como sociedad encontremos una forma de aprovechar las bondades y beneficios de las nuevas tecnologías pero que, dimensiones su contraparte y aprendamos a utilizarlas de forma ética y responsable, sin perpetuar ni replicar dinámicas violentas, opresivas e incluso ilegales, a través de estas.