In Principio Erat Verbum©
Simón Vargas Aguilar©*
“La libertad y la salud se asemejan: su verdadero valor se conoce cuando nos faltan” Henry François Becque
La pandemia que trastornó y desestabilizó nuestras vidas a partir de los primeros meses del 2020 no solo formará parte de la historia, sino que lamentablemente ha sido una más de muchas que a lo largo de los años han hecho que se necesite un replanteamiento actividades y paradigmas.
En datos presentados por la OMS una pandemia se da cuando una nueva enfermedad se propaga afectando simultáneamente a un gran número de personas en diferentes países; y tienen tres características fundamentales: 1) es un virus nuevo y por lo tanto, no existe población inmune a él, 2) que éste sea capaz de producir casos graves de enfermedad y 3) que tenga la habilidad de transmitirse de persona a persona de forma rápida.
Contrario a lo que se podría pensar y a pesar de las constantes actualizaciones médicas y el incremento de la tecnología, los virus han sido un peligro constante, la humanidad ha enfrentado la peste bubónica, la gripa española, el VIH/Sida y el Ébola, solo por mencionar las enfermedades que más muertes han dejado alrededor del mundo.
El pasado febrero y a tres años de la propagación del COVID-19, de acuerdo con un artículo publicado en la revista Viruses y retomado por National Geographic se señala que los investigadores han advertido que derivado del calentamiento global, el deshielo del permafrost está liberando materia orgánica congelada por hasta un millón de años. E incluso el documento alerta que parte de esta materia orgánica también consiste en microbios celulares revividos, así como virus que han permanecido latentes desde tiempos prehistóricos.
Este hallazgo deja algunas dudas, quizá la más alarmante sea si el descongelamiento puede, a la larga, traducirse en una amenaza significativa para la salud pública, y es que el estudio menciona que se analizaron cepas de virus antiguos tomando siete muestras diferentes de permafrost de Siberia y éstas fueron capaces de infectar a la ameba Acanthamoeba spp que tomaron como huésped; es decir que aún existe el riesgo de que las antiguas partículas virales sigan siendo infecciosas.
Desafortunadamente, como incluso he mencionado en otros artículos, la deforestación a gran escala, la pérdida de la biodiversidad y los ecosistemas perturbados no solo potencian nuevos riesgos, sino que impulsan la aparición de zoonosis, la propia OMS afirma que existen más de 200 tipos conocidos hasta el momento, y que esta clase de patógenos pueden propagarse a los humanos a través de cualquier punto de contacto con animales domésticos, agrícolas o salvajes.
El descongelamiento y el calentamiento global alteran los ecosistemas, y es que no se puede perder de vista que la perturbación y el cambio en las diversas cadenas alimenticias rompen el orden hasta ahora establecido, lo que en muchas ocasiones puede generar un efecto dominó complicado de prever.
Aunque por el momento no son cepas que puedan infectar humanos o animales el que aún sean infecciosas, es preocupante; hasta el momento no se tiene certeza de si un virus del permafrost pueda saltar a un huésped y propagarse, ¿estamos cerca de una realidad postapocalíptica de las presentadas por Hollywood? Aún no lo sabemos, pero en contra a lo que podría pensarse el balance en los ecosistemas depende de todos los seres vivos.
Los riesgos del descongelamiento del Ártico nos impulsan a modificar la manera en la que hemos actuado, porque el tiempo se acaba y ya no solo es ver por el presente sino también por nuestro posible futuro, porque este depende del actual responsable de todos.
*Analista en temas de seguridad, justicia, política, religión y Educación.