Victor Roccas.
«La utopía es técnicamente posible, pero hay que luchar contra la ceguera»
-Julio Anguita.
Schopenhauer define la libertad en tres formas; la libertad física, la libertad moral y la libertad intelectual, está última es a la cual le dispensa una complejidad mayor pues depende de la voluntad y la conciencia.
Sin embargo a un escribidor le apetece la única libertad posible para el ser humano es otra libertad antecedente al planteamiento del filósofo alemán llamada libertad de pensamiento filosófico.
Pensamiento filosófico; se preocupa por aquello que se encuentra en la base de todos los campos del saber, como el ser, la materia, la forma, la posibilidad de conocer, la naturaleza del tiempo, la idea de consciencia, los problemas ético-morales, la lógica y otros, por tanto puede existir pensamiento sin filosofía pero no filosofía sin pensamiento.
Cualquier otra libertad es improcedente u obstaculizada como por ejemplo la definida por Schopenhauer libertad física (que nos sujeta a condicionamientos físicos, químicos) o a la definida también por Schopenhauer libertad intelectual (voluntad, *conciencia y/o **consciencia) que reduce la libertad a un conglomerado de leyes universales conocidas o por conocer que margina a un entorno donde adaptarse y desarrollarse pero siempre, insisto, bajo normas físicas, biológicas y autolimitantes.
*Consciencia; del latín consciens, conscientis, consceire = saber perfectamente. Adj. Que siente, piensa, quiere y obra con cabal conocimiento y plena posesión de si mismo. Reconocerse a si mismo como un ente frente a su entorno.
**Conciencia; del latín cum = con y scientia = ciencia, conocimiento; propiedad del espíritu, emanación, soplo, humano al conocerse en todos sus pensamientos y deseos, como agente de todos ellos. Reconocerse a si mismo y discernir sobre sus actos de manera moral o ética.
El ser humano que por supuesto es “el mayor exponente de la inteligencia y el razonamiento” hasta ahora conocido tiene la capacidad del conocimiento, imaginación, proyección e inventiva mediante la voluntad, consciencia (únicas condiciones de la libertad intelectual) para adaptarse pero aún esa inventiva se verá, repito, reducida por sujetarse a las leyes físicas y químicas que conoce, no conoce o está por descubrir, además de normas propias como sociales, culturales, políticas e históricas que Schopenhauer señala como condicionantes de la libertad moral y que en conjunto se desarrollan continuamente pero que irónicamente le requieren y obligan a conocer y conocerse, necesidad afluente del razonamiento (pensamiento filosófico) que se profundizó en la mente de René Descartes y sus maravillosas obras “Discurso del método” (1637) y “Los principios de la filosofía” (1644) planteando el “cogito ergo sum” (pienso luego existo) no sólo como una frase celebre de reconocimiento a la propia existencia sino como el ¡principio! filosófico que a la postre liberaría el conocimiento secuestrado por el pensamiento teológico en una época en la que el teocentrismo (Dios como el origen y final de todo) era la norma.
Ciertamente ello ha sido la característica más maravillosa del ser humano, esa capacidad de imaginar más allá de lo entendido y conocido para aventurarse a aprender, descubrir, crear, la cadena extraordinaria entre conocimiento, curiosidad, inventiva y adaptación, lamentablemente aún este cuarteto se verá cercado continuamente por nuevas condiciones.
La libertad del pensamiento filosófico entonces es una utopía bajo el precepto de utopía como aquello siempre perfectible pero gradual, contrario al concepto limitante de utopía como algo imposible o inalcanzable utilizada como sinónimo de quimera que curiosamente implica una limitación del pensamiento retrayéndolo a la fantasía.
“De ahí que al lenguaje de la posibilidad, que comporta la utopía como sueño posible, prefieran el discurso neoliberal, “pragmático”, según el cual debemos adecuarmos a los hechos tal como se están dando, como si no pudieran darse de otra forma, como si no debiésemos luchar, precisamente por ser mujeres y hombres, para que se den de otra manera”
-Paulo Freire.
Es entonces donde el ser humano inteligente, porque debemos aceptar hay seres humanos carentes de inteligencia al ceder su conocimiento y voluntad, ha realizado un vasto escrutinio filosófico en cuanto a la libertad se refiere. Personajes como Diógenes, Sócrates, Aristóteles, Descartes, Schopenhauer, Nietzsche, Julio Anguita, Paulo Freire y cientos de miles más desde épocas remotas hasta el día de hoy que han imaginado y revelado la utopía de la libertad del pensamiento filosófico a través de voluntad y conocimiento rebasando las limitaciones de un pensamiento medieval teocéntrico gracias al “cogito ergo sum” para alcanzar actualmente un pensamiento antropocéntico u homocentrista, es decir el hombre como eje de todo.
Sin embargo a imposición de una sinrazón moderna por parte de la inmensa mayoría de personas, miles de millones de ellas, que prefieren la comodidad en un pensamiento gregario, conocimiento restricto y una voluntad transferida a otros, ha principiado una serie de conceptos carentes de sentido, base y consciencia entregados completamente a magnificar el egocentrismo.
Hoy nos enfrentamos a la frivolización del pensamiento y el “respeto”, cual rendición, al absurdo bajo el precepto de un mal entendido derecho humano, la noción de que cualquier ignorante o inconsciente con capacidad de actuar, hablar o escribir implícitamente es un sujeto con pensamiento complejo (conocimiento irrestricto y voluntad propia) y no un ser con pensamiento primitivo que reacciona pasionalmente sin mediar conocimiento ante todo estímulo con el agravante de además ser beneficiario de liderazgo, tolerancia, admiración, popularidad e imitación que nos hunde también, junto con él, en el nuevo dogma “inclusivo” que secuestra a la sociedad marginándole del análisis esencial del pensamiento estructurado, el “no cogitant ergo sum” (no pienso luego existo) que se impulsa desde el capitalismo.
Así tenemos una serie de personajes que se ostentan adalides de la libertad obtenida a fuerza de un concurso de aplausos, mercadillo de charlatanes o feria de cantamañanas únicamente por encabezar o hacer eco de argumentos inclusivos empero libertinos y superficiales, y nos obligamos a defenderlos aún cuando tal expresión no obedezca a un libre pensamiento sino a un capricho de inconformidad o peor aún a la ignorancia más supina e incluso a la intolerancia al conocimiento.
Es ese “libertinaje inclusivo” que no requiere ni conocimiento ni disciplina (ergo voluntad) esclavizándose a la opinión de la mayoría obnubilada y secuestrada por la voluntad de unos pocos que les rige, un libertinaje inclusivo dirigido a la decadencia de la imaginación, trivialización del pensamiento y la cómoda pertenencia a un grupo que al final les exime de responsabilidad individual.
Por ello el resurgimiento de un ideario popular que acepta la imposición de por ejemplo; la noción de una tierra plana, la supremacía blanca, la discriminación racial, la aristocracia, los sofistas, la demagogia, los géneros no binarios, el absurdo de un lenguaje inclusivo, el despropósito de una diversidad de género, la obsolescencia programada, la ley del mercado, el consumo, el desperdicio, la competitividad y el mérito, etc, todo iniciado por falta de identidad, ausencia de propósito en una sociedad en la cual la existencia depende de un pensamiento colectivo de felicidad mercantilizada fundamentada en el narcisismo, la ignorancia y la meritocracia, pero sobre todo en la plusvalía del capital en manos de la oligarquía.
Es por tanto ese “libertinaje inclusivo” el que nos reprime justamente al tolerar condicionamientos de cualquier pendejo que es a lo que realmente debemos temer, como lo decía uno de los más reconocidos filósofos autodidactas así como ejemplo de que el conocimiento, la voluntad y la consciencia no son garantías de la academia…
“Solamente le tengo miedo a los pendejos ¿Por qué? Porque… Son muchos no se puede cubrir un frente tan amplio y al ser mayoría son peligrosos, pueden elegir hasta al presidente.”
-Facundo Cabral.
Finalmente quienes realmente conocemos la responsabilidad que la libertad de pensamiento (basado en el conocimiento) conlleva, reconocemos el riesgo de un libertinaje del pensamiento fundamentado en creencias así como las consecuencias nefastas que hemos sufrido, sufrimos y sufriremos al tolerar, cual capitulación, la inclusión e imposición del capricho de imbéciles y cretinos frente a los cuales nos hemos rendido por terror a ser acusados de intolerantes ante su derecho a ser pendejos, incluso a admirarles y obedecerles por ser nosotros “tolerantes e inclusivos” y ellos unos soberanos pendejos .
-V.Roccas.