#PUEBLOSUNIDOSDELSUREDOMEX
Por: Mar Barrientos
Oscila los sentidos del cuerpo, la palabra de Mauricio, primero lo habita, luego él escribe. Leerlo, nos hace mirar los lenguajes en su infancia de sol.
Cercanos a sus libros subrayados, a sus referentes culturales, a su vida real.
Nos seduce su poesía, narrativa, otras manos y Mauricio. La bohemia privilegia sus palabras que dependen del día incluso del momento, algunas palabras florecen de la boca, otras luminosas brotan de las manos al papel de sonidos articulados, vibran, sacuden, radiantes lanza sus flechas al ojo lector y nos vuelve curiosos, fugaces en el viaje cotidiano de la aventura vida.
-¿Cuál es tu palabra favorita?
Depende del día, del momento, de la alegría o la angustia en que me encuentre. Podrían ser: tranquilidad, araucaria, erotismo, mar, universo, meteorito, lealtad, cama, jacaranda, el nombre de mi hijo o de mi amada.
-¿Cómo te describes en dos adjetivos?
Ayer: desconcertado y fugaz. Hoy: fatigado y fugaz. Mañana: entusiasmado y fugaz.
-¿Cuál es tu tema de conversación predilecto?
El de las manos cuando acarician.
-¿Prefieres leer ficción o no ficción?
Ficción, claro. Esa verdad de las mentiras, esa invención verosímil de la realidad. Y la no ficción, cuando se escribe con las herramientas y trucos de la ficción. Para lo demás están los noticieros, la revista Hola, el TV y Notas y los periódicos deportivos.
-¿Qué sobra o falta en el mundo?
Sobra ignorancia. Falta justicia e igualdad económica y social. La ignorancia es el gran azote del mundo. Se deshace de la cortesía y la tolerancia y abriga la violencia, la discriminación, el cinismo, la impunidad, la ineptitud.
Actualmente hay un semillero de escritores, jóvenes creadores, escritores de amplias semblanzas y/o reconocimientos, a quienes les importa que los lectores hablen de sus obras. ¿Cómo lograrlo?
La fama es un malentendido. Sabemos que son famosos muchos con pobre calidad literaria y otros, aunque excelentes, se mantienen marginados o desconocidos. De manera general, las grandes editoriales encumbran a quien vende más, no necesariamente a quien escribe mejor. Así, sólo nos resta escribir y escribir. Los libros se escriben uno por uno y se venden uno por uno. Quien quiera un reconocimiento inmediato, que siga las fórmulas del best-seller. ¡Y eso tampoco garantiza nada!
-Quien lee se involucra con el mundo social. ¿Qué les dirías a los adultos lectores? ¿Y a los no lectores?
Los no lectores no me interesan. Allá ellos con su ignorancia y su desidia. Para nuestra desgracia son los más. Son los incapaces de leer un libro, porque es más fácil identificarse con los personajes de una telenovela, ver Enamorándonos o creer que a alguien le importan sus dolencias u opiniones políticas en Facebook. A los que sí son lectores, dependerá de qué lean.
-¿Cómo viviste tu infancia?
Fue una infancia sin sobresaltos. Tuve unos padres estupendos, al igual que mis hermanos. Si recibí nalgadas, supongo las merecía. Fui travieso normal. Me recuerdo tirado de espaldas en absorta contemplación de las nubes y sudoroso de tanto jugar a lo que fuera, desde el yoyo y el que meta su gol para, hasta basquetbol, quemados y tochito. Hubo perros, pelotas, pasteles de cumpleaños y nunca faltó Santa Claus ni los Reyes. Fue una infancia al sol, en playas y balnearios, y de mucha televisión e historietas. Sólo se apoderó de mí un difícil demonio: el de la timidez.
-Cuéntanos: ¿cómo aprendiste a leer, cómo a escribir y cómo te descubres como autor?
La primera vez que tuve conciencia de poder leer fue en el cine, al momento de empezar a comprender los subtítulos. Fue algo natural y mágico. No hubo aplausos ni palmadas en la espalda, fue un acto revelador y solitario, como suele ocurrir con todas las epifanías personales. No recuerdo la fecha ni en qué película ocurrió. Una de Tarzán o del viejo Oeste, de seguro. Por el contrario, no podría recordar con claridad ni entre brumas cuándo tuve conciencia de saber escribir. Tal vez porque nunca he aprendido a hacerlo y sigo en ese proceso de aprendizaje. Como escritor me inicié a los 16 años, cuando escribí y publiqué mis primeros cuentos.
-¿Cómo es tu manera de ser y de vivir?
Creo en el carpe diem pero también en la dicha inicua de perder el tiempo. Le corro a los tontos y a los ignorantes. No soy feliz pero soy alegre. Me gustan las mujeres de tacones altos, de una sola pieza y sin faltas de ortografía. He dejado de creer en el amor y ahora más bien en el desamor. Me conservo bohemio y canto “Sabor a mí” o “Mil besos”, cada vez que mi ausencia de sentido del ridículo lo permite. Viajo, aunque he dejado de ser aventurero. Soy un ermitaño social. Encuentro belleza lo mismo en una librería que en una cantina. Me inquieta mi país y me angustia mi futuro. Escribo cuando puedo y donde puedo. Primero vivir y luego escribir, en ese orden. Hace mucho que no voy al mar.
-¿Comparte una experiencia en tu trayectoria como escritor qué haya transformado tu vida y cómo lo resuelves ahora?
Fui afortunado, conocí a Marguerite Yourcenar. Me dijo en francés: si usted es escritor, escriba. Me quitó dudas y desidias. Yo no tenía ni un libro en ese entonces y ahora tengo más de treinta. Escribir, escribir, escribir, es el gran consejo a quien quiera dedicarse a hacer literatura. Es lo que hago. Los libros no aparecen en virtud de una varita mágica sino mediante disciplina y trabajo. Escribir es una joda. Decía Clarice Lispector: escribir es una maldición que salva.
-¿Por qué razones escribes?
Para dejar huella de mí efímero paso por el mundo. En mis libros está ese que fui, el que soy y el que de plano no pude ser ni seré. Escribo porque al escribir se viven otras vidas, sin duda más interesantes que la existencia propia. También para seducir, tocar con mis palabras, y acaso en busca de ser admirado y querido. Para parecerme a los escritores que me gustan, con todo y sus leyendas, aciertos y equivocaciones. Para creer, así sea una ilusión, que he hecho algo en la vida.
-¿Qué ha sido tu éxito y como llegas a él?
¡Éxito! Mi único éxito verdadero es ser leído, encontrar lectores y lectoras con mis libros subrayados o entusiastas ante alguna frase o alguna historia. Éxito, que mi hijo asegure que entre sus libros favoritos están los míos, sin que medie un permiso de llegar más tarde a casa o una petición de aumentarle su domingo. Lo demás, si un libro se vende o no por miles, es superficial. Ese otro éxito, el verdadero, el de tú a tú con los lectores, es el que cuenta. Se consigue con dedicación, respeto y seriedad hacia esta incierta pasión: la literatura.
-Actualmente, ¿qué lees y qué escribes?
Leo desde tiempo atrás de manera caótica, desordenada. Comienzo un libro y no sé si habré de finalizarlo. Me atrapa o no me atrapa. Empecé a leer a Chejov y no me gustó. Empiezo a leer El mal de Montano, obra de un escritor que admiro, Enrique Vila-Matas, y lo encuentro interesante aunque repetitivo. A Emmanuel Carrère, y no comparto el entusiasmo que su obra provoca. Así, leo mucho pero disperso. A Gombrowicz, a Tario, a Rolando Rosas Galicia, a Marcucetti, a Fernando Viveros, a Philip Roth, a Vicente Alfonso, a César López Cuadras, a Enzia Verduchi. Leer y escribir, tal es mi vida de escritor. Ahora escribo poesía. No que me haya abandonado la narrativa. Sucede que la poesía es lo único que a mi edad y en mis circunstancias me permite expresar lo que quiero, lo que siento. Tengo un par de libros de poesía y dudo en publicarlos. Hay un cierto pudor que me lo impide. La poesía son palabras mayores y no quiero caer en la posibilidad de esa trampa: la triste certeza de que hay más poetas que poesía.