Eduardo Sadot
La UNAM orgullo de universitarios y de los mexicanos ha acreditado su excelencia académica y de investigación temas en los que es vanguardia, donde goza del reconocimiento del mundo académico y de investigación en el planeta.
No obstante ser vanguardia en muchos temas hay uno, donde la universidad se ha quedado a la zaga y está prácticamente obsoleta sin que nadie de la comunidad, intente actualizarla, antes por el contrario, parece que en su interior hay muchos intereses por mantenerla convenientemente en ese estado de obsolescencia, que atenta contra su excelencia y el aprovechamiento de la experiencia.
México, poco a poca a pasado por un proceso inverso de su población, de ser básicamente un país de jóvenes y, considerando la evolución de las ciencias se ha incrementado el índice de vida, cuyo promedio supera los ochenta años. Este factor social, aún no es considerado seriamente por los universitarios. A principio del siglo veinte, cuando se crean las condiciones y el marco evolutivo de la UNAM el promedio de vida alcanzaba los cuarenta años y cuando mucho sesenta, es por ello que los límites para ocupar un cargo de dirección o del rector es de setenta años, lo mismo sucede para ser miembro de su junta de gobierno.
Ese ejemplo erróneamente ha permeado y alcanzado popularidad entre quienes toman decisiones en la UNAM, olvidando que “pensar en la tercera edad es pensar en el futuro” la UNAM es un espejo que reproduce los fenómenos sociales de México, es por ello que sostenemos que en éste tema la UNAM es obsoleta, cuando la mayor riqueza de la profesionalización es la experiencia y la experiencia acumulada, es hoy por hoy un patrimonio invaluable.
Desde hace algunos años la UNAM ha desarrollado políticas de jubilación de profesores e investigadores, con el pretexto de incorporar a nuevos talentos pero despreciando la experiencia de viejos profesores e investigadores, fomentando sus retiros, ha desalentado el aprovechamiento de la experiencia mediante un ambicioso plan de jubilación, ello impacta en el aprovechamiento de los conocimientos acumulados de los viejos profesores e investigadores y rompe con el encuentro generacional de las diversas profesiones, pierde la integración generacional del conocimiento y se alinea con los criterios mercantilistas de un capitalismo deshumanizado. Reproduce las prácticas laborales del mercado del trabajo, desechando a los universitarios de la tercera edad, con el pretexto del costo que podrían significar los gastos médicos y las ausencias en la formación de educandos e investigadores. No se valora, el que una cátedra bien impartida por un profesional de la tercera edad, que comparte su experiencia laboral y conocimientos teóricos prácticos en una hora de clase, reditúa más beneficios que la impartida por un joven recién egresado sin experiencia ni práctica que requerirán los alumnos.
Bueno hasta para ser ministro de la Suprema Corte el límite de edad es superior (75 años de edad).
Es urgente que la UNAM ponga el ejemplo de aprovechamiento de sus recursos humanos con quienes cuentan con más horas de trabajo experiencia y conocimientos para ejemplo de la sociedad, que se eleve el límite de edad para cargos de dirección, rector y miembros de la junta de gobierno hasta los ochenta años “pensar en la tercera edad es pensar en el futuro” “pensar en el futuro es pensar en México”.
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