La Secretaría de Cultura federal y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal) recuerdan al arquitecto mexicano Alberto T. Arai Espinosa, al cumplirse este 25 de mayo el 65 aniversario de su deceso.
Alberto T. Arai nació en la Ciudad de México el 29 de marzo de 1915, siendo hijo del embajador japonés en México y de una mujer mexicana. Debido a las múltiples funciones diplomáticas del padre, la familia tuvo que viajar constantemente por diversas partes del mundo, hasta que el joven Arai volvió a México a la edad de 16 años.
La herencia de Japón y de México, así como el conocimiento de otras culturas, influyeron en el joven Arai, tanto en su visión del mundo como en su futura profesión: la arquitectura, enarbolando una propuesta teórica que se le conoció como “una visión cosmopolita-regionalista”, en la que destacaba el uso de materiales propios de la región para dar soluciones específicas a los requerimientos de cada lugar.
En México, Arai estudió en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México, la cual entonces tenía su sede en la antigua Academia de San Carlos, donde fue alumno y amigo de José Villagrán García. Su postura ideológica bien definida, junto a una preparación filosófica sólida, le hicieron comprender su idea del servicio arquitectónico en favor de la sociedad, con un objeto y una conciencia sociales profundos que le ganaron fama de ser un “auténtico artista socialista”.
Arai abrazó el funcionalismo de la arquitectura con énfasis en las aplicaciones sociales. De hecho, fue fundador, con Enrique Yáñez, de la Unión de Arquitectos Socialistas, en 1938, desde donde contribuyó a la elaboración de una teoría socialista de la arquitectura. El mexicano-japonés se integró a un grupo de artistas, a quienes el pintor y arquitecto Juan O’Gorman calificaba como “los arquitectos más avanzados de México”.
Alberto T. Arai trató de poner en práctica sus teorías de la arquitectura en dos grandes proyectos en la Ciudad de México, pero que nunca recibieron luz verde para su realización: el edificio de la Confederación de Trabajadores Mexicanos y la Ciudad Obrera de México.
Cuando el país emprendió una política de desarrollo estabilizador, Arai enarboló la bandera del nacionalismo en la arquitectura, revalorando los materiales de construcción tradicionales. También realizó varios ensayos para mejorar el país a través de la construcción de casas populares.
En esta etapa sobresale su legado a través del Programa Federal de Construcción de Escuelas y el Plan de Construcción de Hospitales, así como sus investigaciones sobre la arquitectura del sitio arqueológico de Bonampak —comisionado por el Inbal—, uno de los estudios más completos que existen en la materia hasta la fecha.
Una de sus aportaciones más celebradas, sin embargo, son los «Frontones» de Ciudad Universitaria (1952), en los que utilizó la piedra volcánica de la zona para recrear las formas piramidales de las antiguas culturas americanas, convirtiéndose en su contribución a la arquitectura paisajística temprana.
Además de promotor cultural, Alberto T. Arai fue director del Departamento de Arquitectura del Inbal, de 1953 a 1958, donde dio un fuerte impulso a la difusión de la arquitectura y el patrimonio artístico, además de realizar numerosas grabaciones de los ciclos de charlas y conferencias —Ideas actuales de los arquitectos mexicanos— organizadas por él y que hoy representan un valioso legado en la materia.
Escribió, además, numerosos libros y artículos periodísticos en los que reflexionó acerca de los problemas y virtudes de la arquitectura y el arte mexicanos, de tal manera que hoy sus aportaciones constituyen un ejemplo de preocupación por razonar y construir, por escribir y edificar, y por proponer miradas alternativas de acuerdo con el espíritu de su tiempo.
Guiado, sin duda, por una especie de “razón cordial”, el arquitecto Alberto T. Arai supo perfectamente equilibrar sus polifacéticas reflexiones y hacerlas siempre constructivas en una ardua búsqueda por descifrar el pasado, el presente y el posible futuro de un país entonces en construcción, y pletórico de esperanzas por alcanzar una realidad mejor en todos los niveles sociales.El arquitecto Alberto T. Arai falleció el 25 de mayo de 1959, año en el que construyó su última obra: la Asociación México-Japonesa, en la ciudad de México. Un año después se publicó el libro La arquitectura de Bonampak, en el que narra su experiencia de 1949 como una “expedición estética” y en la que se encuentran los puntos medulares del postulado teórico que desarrollaría en los años posteriores.
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