RODOLFO VILLARREAL RÍOS
Quienes nos dedicamos a estudiar la historia, usualmente, nos enfocarnos en la narrativa de los triunfadores. Son pocas las ocasiones en las cuales volteamos a ver que como se genera el fracaso de quienes, sin reunir las cualidades, aceptan contender por cargos políticos para los cuales no están preparados y con ello no queremos decir que sean necesariamente ineptos, sino que no era ni su tiempo, ni tenían posibilidades de éxito, simplemente se convirtieron meros instrumentos de quien en ese momento detentaba el poder. Ese es lo que sucedió, en 1920, cuando el estadista Venustiano Carranza Garza decidió que quien debería de sucederlo debería de ser un civil.
En ese contexto, decidió inventar la candidatura del sonorense Ignacio Bonillas Fraijo para detener la posible participación de sus dos generales más cercanos, el único invicto de la Revolución Mexicana, Álvaro Obregón Salido y el otro que, aunque militarmente era de medio pelo, tenía en su haber algunas acciones brillantes, Pablo González Garza. Como era de esperarse, estos dos no se quedaron quietos y expresaron su inconformidad. Pero, ellos no serán el tema focal de esta colaboración, nos centraremos en la candidatura de Bonillas y las consecuencias trágicas que su candidatura arrojó.
Eran los inicios de 1920, el período gubernamental del estadista Carranza Garza llegaba a su fin y era momento de convocar a elecciones. Tras de haber diseñado lo que habría de ser el Estado Mexicano Moderno, y dado los primeros pasos para su edificación, a don Venustiano le entró la desmemoria y olvidó lo que en 1916 había acordado con Obregón y González que uno de los dos sería su sucesor. Y por esas razones que no se acaban de entenderse, decidió que el siguiente sería un gobierno civilista y que el escogido sería Bonillas quien entonces se desempeñaba como embajador de México en Washington. Ante ello, vayamos al discurso que Obregón expresara, el 18 de enero de 1920, en el Teatro Juárez de Guanajuato.
Mencionó: “Nos vienen hablando del señor ingeniero Ignacio Bonillas, diciéndonos que él será al fin el presidente de la república; pero hay muchas razones para calificar de absurda esta versión; el señor ingeniero Bonillas es un hombre esencialmente honorable, es un hombre que a pesar de haber pasado la mayor parte de su vida y haberse educado en los Estados Unidos del Norte, ama a su patria y la defiende con todo su esfuerzo; y ese hombre cuando venga aquí y se dé cuenta de que no es el pueblo el que lo señala como su candidato, sino que es un grupo de hombre el que pretende su nombre para violar los derechos del pueblo, el ingeniero Bonillas les dará un mentís a los que lo han halagado, engranándolo, les dará la espalda y vendrá a nuestras filas porqué aquí no tendrá que avergonzarse.
Más si el ingeniero Bonillas, por una de esas leyes fatales que sacrifican a los hombres que no saben cerrar sus oídos a la voz de la ambición renunciara a su pasado de hombre honorable y se prestase a servir como estandarte de ese grupo de malos mexicanos, se presentaría para ellos un poderoso escollo: el actual Primer Mandatario de nuestra república, el C. Venustiano Carranza quien fue, después de Madero, quien nos enseñó el camino de honor y del sacrificio para ir por el a la conquista de las libertades públicas; pues no podemos concebir, los que pusimos a su servicio nuestros esfuerzos y nuestra vida al servicio de ese hombre para apoyarlo en la defensa de la libertades, que renuncie a ese pasado…para convertirse mañana en verdugo de un pueblo que lo siguió a la hora del sacrificio…” Obregón buscaba no enfrentarse con Carranza.
Dado lo anterior, jugaba su carta última tratando de evitar pugnas. Señalaba como responsables a un grupo al cual denominaba de “falsos amigos, porque si fueran amigos leales no le exigirían el sacrificio de su pasado, el sacrifico de su personalidad histórica tratando de convertirlo dé libertador en verdugo”. Al estadista Carranza Garza, sin embargo, estaba montado en su testarudez, la cual en ocasiones anteriores le dio resultados positivos, y seguía convencido de apoyar un candidato civilista.
El 24 de febrero de 1920, en la editorial del diario gobiernista, El Demócrata, se comentaba que: “El civilismo es un partido político práctico que se inspira en los preceptos de la libertad y de justicia reclamados por el pueblo mexicano en los actuales momentos, para proseguir los trabajos de reconstrucción que han sido iniciados patrióticamente por el gobierno constitucional del señor Carranza. Los civilistas creen, al igual que todos los políticos sanos del mundo, que las candidatura militares no son llamadas a procurar, hoy en día, las grandes ventajas igualitarias que los pueblos anhelan; y, por lo mismo, entre ellos y los partidos militares no caben aproximaciones, ni arreglos…”.
Desde dos días antes de la aparición de la editorial mencionada, el denominado Partido Nacional Democrático había dado inicio a su asamblea constitutiva. El 23, se declaraba formalmente organizado. Como presidente del Comité Ejecutivo aparecería el político jalisciense Luis Manuel Rojas Arreola y para encabezar el Comité Ejecutivo Electoral se nombró al general Federico Montes Alanís a quien acompañaban entre otros Alfonso Cravioto Mejorada, Andrés Osuna Hinojosa, Horacio Uzeta Gudiño y Amador Lozano Jáuregui. Una vez armada la estructura partidista y de campaña, decidieron elegir como su candidato presidencial a Bonillas. De la filiación carrancista de los mencionados, ni quien pudiera dudarlo. ¿Serían los falsos amigos a quienes se refería Obregón o actuaban con línea de su jefe? Nos inclinamos por lo segundo.
Mientras tanto, Bonillas continuaba en Washington desde donde contestaba a su nuevo Partido: “Agradezco atención en comunicarme aceptación mi candidatura por la gran asamblea nacional partido civilista de la república. Dentro de breves días estaré esa capital…”.
A la par de lo anterior, en diversos puntos del país iniciaron los pronunciamientos de grupos diversos en favor de Bonillas, al tiempo que el diario El Demócrata continuaba su labor editorial en pro del ungido recientemente. Pronto, le empezaron a surgir cuestionamientos a Bonillas, lo mismo lo acusaban de no tener residencia legal en el país durante el año previo. Asimismo, le recordaban que la mayor parte de su vida había estado fuera de México.
Finalmente, el 9 de marzo, se anunciaba que Bonillas venía para México. Pero antes de que llegara, en las páginas de El Heraldo De México, el general Salvador Alvarado Rubio le recomendaba que no aceptar a la candidatura que en sí era impopular y poco simpática. Ante ello, los partidarios de Bonilla argüían que su preparación y experiencia eran más que suficiente respaldo para gobernar el país. Acerca de la capacidad intelectual de Bonillas no existían dudas, se graduó, en 1884, como ingeniero en minas en el Massachusetts Institute of Technoogy (MIT), institución cuya excelencia educativa no estaba en duda.
A la par de que Bonillas se trasladaba a México, surgían versiones de que aun dudaba en aceptar la candidatura. El 17 de marzo, sin embargo, cuando arribo a Nuevo Laredo, declaró: “Yo nunca ambicioné puestos públicos, pero no hoy, ni nunca he rehusado aceptar de buena gana los compromisos que me imponga la voluntad nacional. Para que no hubiera duda de donde provenía el respaldo a Bonillas, El Demócrata le realizó una entrevista en la cual buscó presentarlo como un hombre con una idea bien clara de que la única alternativa pare el país era optar por el civilismo. En igual forma agradeció el apoyo que le otorgaban miembros de las religiones protestantes y los masones.
En el primero de los casos, no debemos de olvidar que uno de sus más fervientes simpatizantes era el profesor Osuna Hinojosa. A la par, se declaró profundamente mexicanista y planteó que las bases de su gobierno serían “la equidad, el imperio de la ley y libertad para el derecho individual, ideas concretas que deben llegar como un mensaje de futura felicidad a los últimos rincones de la conciencia nacional”.
De Laredo pasó a Saltillo. Acorde con lo publicado por El Informador, editado en Guadalajara, el 20 de marzo, en la capital coahuilense lo recibió el director general de educación pública, José Rodríguez González, quien supuestamente había girado” una circular secreta, en la que se amenazaba a los miembros de la actual administración, con suspenderlos de sus respectivos empleos, si no concurrían a la recepción del candidato tercerista, así es que todos los empleados se vieron obligados a presentarse a la llegada del tren para darle la bienvenida”.
Además de ferrocarrileros, gendarmes y soldados, vestidos de paisanos, apareció “una pintoresca colección de mendigos [que] portaba media docena de estandartes con los nombres de supuestas organizaciones políticas que se dice apoyan al candidato Bonillas y que sólo existen en la imaginación de los gobiernistas”.
Al candidato lo llevaron al Teatro Obrero en donde la multitud vitoreaba a Obregón y no permitía hablar a los bonillistas. Tuvo que intervenir el líder obrero, de filiación obregonista, Ricardo Treviño, quien solicitó dejaran hablar a los partidarios de Bonillas quienes arguyeron que trajeron a este como candidato porque “no tiene compadrazgos con nadie. No importa que sea impopular y desconocido siempre que represente el partido de la legalidad”. Total, al final la visita de Bonillas a Coahuila dejó muy mal parado al gobierno del estado, encabezado entonces por Gustavo Espinoza Mireles, por realizar proselitismo en favor del candidato civilista. NI modo que digamos que Espinoza no llevaba impresa la filiación carrancista.
El 21 de marzo, se anunciaba con bombo y platillo el arribo de Bonillas a la Ciudad de México por lo cuál se convocaba a una gran marcha que partiría de la Estación Colonia, seguiría por Paseo de la Reforma, continuaría por Av. Juárez y Madero hasta llegar a la Plaza de La Constitución con la cual se respaldaba a un candidato quien “buscaba anular para siempre el caudillaje en el gobierno de la república”. Quien se encargó de dar el discurso de bienvenida fue Andres Osuna enfatizando su convencimiento de que la opción era un gobierno civilista.
Durante el evento, se suscitaron desordenes que dieron pie a la detención de 82 personas. Ello, no impidió que, durante el día, continuaran actos diversos en pro de Bonillas quien a todas luces buscaba lucir conciliador como lo muestran sus apalabras al mencionar: “yo quisiera en estos solemnes momentos estuvieran aquí presentes los generales Obregón y González para que se dieran cuenta de mi sinceridad y de que no ambiciono nada”.
Ah, caray, pues entonces para que andaba ahí. Él decía: “yo sólo acato la voluntad de mis conciudadanos. No dudo en ningún momento de que si los generales Obregón y González llegaran a persuadirse de la opinión de las mayorías, la acatarían… y si no… entonces debemos de seguir adelante para que nuestro derecho se impusiera sobre sus rebeldías”. El discurso sonaba muy pasado por agua, y así no convencería a nadie. En un ambiente enrarecido las buenas intenciones no lo apaciguarían. Don Ignacio confiaba en que con el manto protector del estadista le alcanzaría para cubrirse, se equivocaba.
Respecto de lo anterior, cuando Obregón se quejó de inequidades y maltrato a sus partidarios, el presidente Carranza respondió que los obregonistas eran quienes se comportaban al margen de la ley y que si el gobierno no había actuado con mayor rigor era porque aun esperaba que actuaran con mayor “serenidad y prudencia”. Pero aquello no tenía compostura, don Venustiano estaba dispuesto a llevar a Bonillas a la presidencia. La campaña continuaba y en El Demócrata se mencionaba que en Washington, la candidatura era vista con buenos ojos. A la vez, en México, las acusaciones en contra de Bonillas continuaban. Ahora lo acusaban de ser protestante, lo cual negaba y agregaba que su esposa era descendiente de irlandeses y sus hijos fueron educados en instituciones católicas.
La respuesta de Carranza marcó el incido abierto de las hostilidades. Para abril, ya estaba declarado el enfrentamiento con los otros integrantes de la trinca sonorense, Adolfo De La Huerta Marcor y Plutarco Elías Calles Campuzano quien, inútilmente, trató de convencer a Carranza que el problema no era con él. A mediados de mes, se trató de apresar mediante argucias a Obregón quien logró escaparse. Teniendo como pretexto el conflicto sobre as aguas del Río Sonora, el gobierno de ese estado se rebeló en contra de Carranza. Al respecto, Bonillas se declaró en defensa del Pacto Federal y el cumplimiento de la ley, a más de utilizar palabrería gastada que en nada abonaba para hacerlo aparecer como un líder, no podía dejar de lado su condición de candidato impuesto.
Ante los problemas, la Legislatura de Coahuila propuso el aplazamiento de las elecciones. Asimismo, empezaron a circular rumores de que Bonillas retiraría su candidatura, a la par que se anunciaba que el Círculo Bonillista cerraba sus puertas y los empleados eran separados. Otros decían que se regresaría a Washington. El 24 de abril, Bonillas desmentía todo eso, pero no presentaba ninguna acción para defender al presidente Carranza. Todo lo circunscribía a seguir con sus actos proselitistas. La metralla llovía y él seguía como si nada. A la par, su jefe de su campaña electoral, Federico Montes, era llamado al servicio activo.
Mientras que Pablo González le proponía a Carranza que retiraría su candidatura, Bonillas seguía en espera de que lo instruyeran que hacer. Por su parte, Carranza enfatizaba que no entregaría la presidencia a ningún caudillo militar y que no habría elecciones hasta que el país se pacificara, era ya el 6 de mayo. Para el día 15, las fuerzas del gobierno ya acumulaban derrotas y “los prisioneros tomados a las fuerzas que combaten al lado del Sr. Carranza informan que la oficialidad de aquellas tropas está indignada contra el Ingeniero Ignacio Bonillas y que lo han obligado a que se acerque al lugar de los combates porque lo consideran responsable de cuanto ocurra en el país”. Pero el tal Ignacio ni se inmutaba, esperaba que otros resolvieran sus problemas, algo que nunca sucedió. La madrugada del 21 de mayo, la vida del estadista Venustiano Carranza Garza terminó. Siempre será difícil de entender porque su empecinamiento en apoyar a Bonillas que a nadie entusiasmaba. Esa no era la forma en que un estadista de su estatura debía de concluir sus días terrenales.
En cuanto a Ignacio Bonillas Fraijo, después se conocería que entre sus veleidades estuvo la solicitud de apoyo pecuniario que le hizo a la clerecía, específicamente al arzobispo de Monterrey, Francisco Plancarte y Navarrete y al obispo de San Cristóbal, Gerardo Anaya y Diez De Bonilla. Para el 6 de junio ya andaba entrevistándose con el presidente interino, De La Huerta Marcor quien le aseguraba que no existía problema alguno para que permaneciera en México y si quería participar en las elecciones próximas se le otorgarían las mismas garantías que a cualquier otro candidato.
El sonorense derrotado, le respondió a su paisano triunfador que ya no quería nada con la política y que se iba de México de donde salió, el 14 de junio, por donde había entrado, Nuevo Laredo rumbo a los EUA. Así concluyó la carrera política de aquel a quien le endilgaron el apodo de “Flor de Té! ¡Flor de Té! Nadie sabe de dónde ha venido, Ni cuál es su nombre, ni a dónde nació…”. Vaya forma de terminar de alguien cuya capacidad intelectual no había duda, pero cayó rendido ante el canto de quienes le prometían poder político a ningún costo. vimarisch53@hotmail.com
Añadido (24.27.85) El pasado jueves 18, como cada año desde hace ocho, se me agudizó la nostalgia que diariamente siento por tu ausencia física. Hasta donde el Gran Arquitecto haya decidido ubicarte va mi recuerdo para ti, doña Estela Ríos Schroeder.
Añadido (24.27.86) Y llegó la hora de los arrepentimientos y correcciones. Unos días antes del atentado en contra del expresidente Trump, el presidente Biden declaró: “It is time to put Trump in a bullseye” (“Es la hora de colocar a Trump en el blanco”. Dos días después del evento, Biden le declaraba a Leste Holt de la cadena NBC: “It was — it was a mistake to use the word. I didn’t mean — I didn’t say “cross-hairs.” I meant “bull’s-eye” I meant focus on him. Focus on what he’s doing. Focus on — on his — on his policies. Focus on the number of lies he told in the debate…” (Fue… fue un error usar la palabra. No quise decir… no dije ‘en la mira’. Quiero decir ‘en el blanco’, me refería a centrarse en él. Concentrarse en lo que está haciendo. Concentrarse en sus políticas. Centrarse en la cantidad de mentiras que dijo en el debate…). Mientras sus correligionarios le dan, al presidente Biden, dos opciones o se va o le manchan el legado (¡!) ¿No es eso un intento de golpe de estado?
Añadido (24.27.87) Mientras que Elon Musk se engancha por completo en la campaña pro Trump, aquí, en Nuevo León, el joven Samuelito aún no termina de percatarse de que Musk lo subió al volantín. Eso de que los hombres de negocios son especialistas en “soltar mecate” a los funcionarios públicos es algo bastante añejo y nunca faltan los ingenuos quienes muerden el curricán y piensan que ya son grandes cuates. La de veces que nos lanzaron ese anzuelo.