RODOLFO VILLARREAL RÍOS
Cuando revisamos la historia patria, es usual encontrarnos que al momento en que se han suscitado enfrentamientos armados, estos sean encabezados por personajes que ostentaban, o se adjudicaron, grados militares. Sin embargo, poco reparamos en el hecho de que hay una persona quien, no obstante desempeñar un papel central en dos movimientos armados, nunca se adjudicó, o le otorgaron, grado militar alguno. Nos referimos al ex presidente Adolfo De
La Huerta Marcor quien primero, en 1920, desde su cargo como gobernador de Sonora encabezó la Rebelión, nos negamos a llamarle revolución, de Agua Prieta y, posteriormente, la denominada Rebelión, nuevamente nos mostramos reticentes a calificarla de revolución, Delahuertista. Antes de continuar, aclaramos porqué nuestra postura lingüística. Acorde a las definiciones provistas por la Real Academia Española, revolución es cambio profundo, generalmente violento, en las estructuras políticas y socioeconómicas de una comunidad nacional. Por lo que concierne a rebelión, se trata de un levantamiento público y en cierta hostilidad contra los poderes del Estado, con el fin de derrocarlos. Ahora sí, vayamos al tema.
En nuestras dos colaboraciones anteriores hemos abordado los conflictos suscitados al momento de definirse la sucesión presidencial del Estadista Venustiano Carranza Garza. Sin embargo, en ningún momento profundizamos en lo acontecido en el epicentro de la rebelión armada. Si bien el motivo principal de lo acontecido, en 1920, se centra en la negativa de Carranza a aceptar la candidatura de Álvaro Obregón Salido, mientras trataba de imponer a Ignacio Bonillas Fraijó, los sonorenses justificaron su rebeldía en la controversia suscitada en torno al uso de las Aguas del Río Sonora. Mientras que el gobernador De La Huerta Marcor utilizaba la carta del regionalismo para manifestar su disgusto hacia Carranza.
Este, a fines de marzo-principios de abril, envió a Sonora tropas al mando del general Manuel Macario Diéguez Lara para obligar a que las autoridades locales aceptaran respetar la propiedad federal sobre las aguas del Rio Sonora, contraponiendo lo que el gobernador De La Huerta había demandado para el estado. El orgullo de los sonorenses estaba lastimado y mostraban su descontento con el gobierno central. Por ello, el gobernante reclamó se cancelara la orden de enviar tropas, dado que su presencia no era requerida.
El 12 de abril, la Comisión Permanente de la Legislatura estatal acordó romper relaciones con el gobierno federal otorgándole al mandatario estatal poderes plenos sobre las finanzas y la guerra hasta finales de septiembre. Adicionalmente, el gobierno de Sonora se hizo cargo de las oficinas de aduanas, telégrafos, correos, emigración e impuestos. Cabe mencionar que antes de llegar a esa situación, hubo quien varios meses antes trató de evitar el enfrentamiento.
En mayo de 1919, Carranza nombró al antiguo gobernador sonorense, Plutarco Elías Calles Campuzano a colaborar como ministro de industria, comercio y trabajo. El futuro estadista aceptó no como una forma de traicionar a Obregón, sino para tratar de que Carranza revirtiera su postura y apoyara a su paisano. En octubre, durante la primera entrevista con el presidente, Elías Calles le hizo saber el descontento que existía en Sonora por las medidas implantadas por el gobierno federal respecto a los derechos sobre el uso del agua del Río Sonora.
Carranza insistió en su molestia por la actitud asumida por los obregonistas. Un día después de su primera entrevista con el segundo estadista mexicano, quien se convertiría años después en el tercero, Elías Calles, volvió a ser recibido en una charla privada. Eías Calles le aseguró a Carranza que ni él, ni Obregón eran sus enemigos. Aun cuando pareció tener una respuesta positiva del presidente, el apoyo oficial a Bonillas crecía. Tiempo después, Elías Calles comentaría al gobernador de Sonora, Adolfo De la Huerta, que de insistirse en imponer dicha candidatura habría una revuelta.
En febrero de 1920, Elías Calles renuncia al cargo y regresa a Sonora para trabajar en pro de la candidatura de Obregón. Don Venustiano continuó entercado con Bonillas y el 13 de abril, De La Huerta anuncia que la entidad por él gobernada se separaba del Pacto Federal, asumiéndose como Jefe Supremo de la República de Sonora, mientras que Elías Calles se responsabilizaba de las operaciones militares.
Con la lucha armada ya en marcha, sería hasta el 23 de abril cuando oficialmente se abrieran las hostilidades con la proclamación del Plan de Agua Prieta mediante el cual se desconocía al estadista Carranza Garza, se reconocía como guía la Constitución de 1917, era constituido el Ejercito Liberal Constitucionalista cuyo Jefe Supremo sería De La Huerta quien no ostentaba grado militar alguno. Asimismo, se establecía que una vez que la mayoría de las entidades adoptaran el Plan, se nombraría un presidente provisional quien convocaría a elecciones.
Aquello, terminaría el 21 de mayo con el asesinato del estadista Carranza Garza. En junio, sin haberse calzado bota militar alguna, De La Huerta asume la presidencia del país, cargo que ejercería hasta noviembre. Su desempeño fue destacado, ni quien lo dude, atemperó los ánimos de los rijosos, a unos como a Villa mediante generosas sumas de dinero y a otros como el sobrino de su tío, Félix Díaz, trepándolo a un bote y mandándolo a los EUA, claro que varios más entendieron que se apaciguaban o se llevarían como regalo un kilo de plomo y, dada la toxicidad de este metal, pues se tranquilizaron. Convocó a elecciones, casi logra un acuerdo para el reconocimiento de los EUA y entregó el poder al líder de la trinca sonorense, Álvaro Obregón Salido.
Durante el gobierno de Obregón, De La Huerta fungió como secretario de hacienda, logró recuperar el crédito externo para el país mediante el Acuerdo De La Huerta-Lamont, al tiempo que los recursos públicos eran manejados adecuadamente. Asimismo, fue quien salvó las Conferencias de Bucareli, algo que después negó.
Dado su desempeño, don Adolfo creyó haber realizado méritos suficientes para ser el sucesor de Obregón quien tenía otros planes y decidió apoyar la candidatura de Elías Calles. Esto disgustó a De La Huerta quien fue, el 21 de septiembre de 1923, a conferenciar con Obregón para presentarle la renuncia. El presidente logró convencerlo de que no lo hiciera y así lo acordaron. A la mañana siguiente, sin embargo, en el titular diario El Mundo se leía: “El señor Adolfo de la Huerta presentó anoche su renuncia”.
Aun cuando indicaba que “la noticia no ha podido confirmarse en fuentes oficiales”, al momento en que Obregón leyó la nota, se sintió traicionado por su amigo. De La Huerta. A este, no le quedó otra opción sino tratar de darle un cauce institucional a la partida y con fecha 24 de septiembre emitió su renuncia en la cual, entre otras cosas, señalaba que su partida se daba, “…en vista del malestar que me aqueja, lo cual me imposibilita para seguir al frente de la Secretaria de Hacienda y Crédito Público, tengo la pena de ratificar a usted mi renuncia al cargo que tuvo a bien conferirme”.
Aunado a ello, De La Huerta reiteraba, en otros círculos, la postura de que no contendería por la presidencia de la república y “no habrá nada, ni nadie que haga cambiar mi presente actitud”. La relación amistosa quedó fracturada. Sobre cómo se dio la publicación de la noticia, De la Huerta ofrecería una explicación después. Acorde con su versión, al momento en que partió a conferenciar con el presidente, en su casa dejó una copia de la renuncia que llevaba. Por razones que no quedan claras, el director de El Mundo, Martin Luis Guzmán Franco, llegó a la casa de don Adolfo y, de pura casualidad, encontró la copia de la renuncia mencionada la cual tomó y se apresuró a dar la exclusiva al día siguiente.
Hagamos un paréntesis para tratar de dilucidar los motivos que llevaron a don Martin Luis a publicar aquello. Recordemos que durante la Revolución Mexicana, Guzmán Franco milito en las filas villistas y no era aprecio lo que guardaba hacia Obregón quien destrozara a las tropas de su ídolo. Aunado a ello, se culpaba a Obregón y Elías Calles de ser los autores intelectuales de la ejecución de Villa, algo respecto a lo cual los historiadores no osan mencionar que en ello hubo mucho de revanchas personales por afrentas que Villa había cometido en contra de familiares de quienes fueron sus ejecutores materiales.
Inicialmente, De La Huerta trataba de no confrontarse con sus amigos y le juraba a Elías Calles que se iba porque sufría dolores de cabeza intensos y tenía que atenderse medicamente. Ello, no impedía que grupos políticos diversos se manifestaran en pro de su candidatura el ex ministro de finanzas. Surgieron grupos pro De La Huerta quien al ver aquello, poco a poco, fue olvidándose de los dolores de cabeza. Las manifestaciones de apoyo a su candidatura surgían de varios frentes que al final de cuentas aglutinaban a quienes guardaban resquemores y querían cobrar afrentas añejas con Obregón.
Aun cuando se mencionaba que el Partido Nacional Cooperatista (PNC) le había otorgado su apoyo, esta organización lo desmintió el 9 de octubre indicando que no respaldaban a nadie y eso se definiría en su Asamblea. El 15 de octubre los partidarios de don Adolfo hicieron una manifestación en la ciudad de México, lo cual lo llevó a que se le empezaran a olvidar sus palabras previas. La tentación del poder enloquece a cualquiera. Ante esta rebeldía hubo respuesta.
No pasó una semana cuando el propio presidente Obregón salió a acusar a De La Huerta de haber dejado las finanzas nacionales en bancarrota debido al manejo poco escrupuloso de los recursos públicos. Esto era una revancha política. El presidente sabía cómo y en que se gastaban los dineros, pero como decía nuestro padre, don Rafael, “si te quieren inventar algo, no importa que tengas todos los documentos en regla, algo te encuentran”. Durante los días siguientes partidarios de unos y otros cruzarían acusaciones.
Para el 27 de octubre, Elías Calles, en postura de candidato, daba a conocer cuál sería su programa de gobierno, a la vez que expresaba su respaldo a Obregón. Un par de días después, De La Huerta entrega a la prensa un escrito en el cual precisaba las acciones tomadas durante su desempeño como secretario de hacienda. Eso no impidió que en la Cámara de Diputados, sus partidarios y los de Elías Calles se enfrascaran en una riña. En medio de rumores de que los potenciales candidatos habrían de reunirse, De La Huertalo negó, mientras que Elías Calles afirmaba que no tenía ningún asunto que tratar con su antiguo correligionario.
El 4 de noviembre, el Partido Ferrocarrilero postula a De La Huerta como su candidato quien llamó a sus partidarios para que se comportaran con cordura y se sujetaran al fallo de las mayorías. En medio de giras por el país, De La huerta se dio tiempo para ir al Senado y refutar los cargos que el gobierno le hacía a través de su sucesor en el ministerio de hacienda, Alberto José Pani Arteaga. El 23 de noviembre, el Partido Nacional Cooperatista nombraba a De La Huerta como su candidato.
Para el 5 de diciembre, se anunciaba que aquello ya había derivado en una rebelión armada que se iniciaba en Veracruz bajo el mando del general Guadalupe Sánchez Galván quien se decía contaba con 22 mil hombres. Posteriormente, en Jalisco, la Segunda División del Noroeste, al mando del general Enrique Estrada Reynoso, desconoció a Obregón. Ante los acontecimientos, De La Huerta se dirigió a Veracruz desde donde lanzó, el seis de diciembre, el llamado Plan de Veracruz.
En este documento, establecía que el levantamiento armado se debía a que el presidente Obregón no respetaba la autonomía de los estados como quedó en claro en el caso de las elecciones para gobernador en Nuevo León y San Luis Potosí, así como la imposición de autoridades estatales en Coahuila. Asimismo, entre otras cosas, enfatizaba que el presidente no respetaba la división de poderes; demandaba respetar a la propiedad privada y al sufragio; la reglamentación del articulo 123; solución al problema de la tenencia de la tierra; abolir la pena de muerte; otorgar el derecho al voto a la mujer; y, apoyar la educación no solamente formal, sino práctica.
Elías Calles haría su campaña bajo las siglas del Partido Laborista Mexicano, al mismo tiempo que combatía a los rebeldes. Mientras que el presidente Obregón volvía al campo de batalla, en el diario El Mundo que ya no diría Martin Luis Guzmán, se publicaba que De La Huerta permanecía en Veracruz en donde se distinguía por la pulcritud en su vestimenta. De acuerdo con la prensa de aquellos días, los delahuertistas iban cosechando triunfos uno tras otro al grado de estar a punto de tomar la capital del país. En medio de aquella lucha, se dio un acto deleznable, el asesinato del gobernador de Yucatan, Felipe Carrillo Puerto, a quien de los delahuertistas fusilaron en forma sanguinaria el 3 de enero de 1924. No sería la única vida valiosa que se perdería en aquel enfrentamiento que no tenía sentido.
Uno de los generales más valiosos que perdió la vida, el 23 de enero de 1924, fue Rafael Buelna Tenorio, aquel que, el 26 de diciembre de 1923, en Huejotitlán , Jalisco destrozara las tropas de Lázaro Cárdenas quien salió herido y tomado preso para después ser liberado.
Para principios de febrero, las fuerzas gubernamentales infringían una derrota tras otra a los delahuetistas. Mientras tanto, De La Huerta se iba hacia Puerto Frontera Tabasco. Para ese momento, la lucha casi estaba perdida. Ahí permanecería poco más de un mes antes de salir, vía La Habana rumbo al exilio en los EUA, específicamente a Los Ángeles California.
En esa forma, terminó la vida política de un hombre honesto a quien los ambiciosos de siempre utilizaron para tratar de cobrar afrentas. Se dejó arrastrar por los apetitos de poder y muy caro tuvo que pagarlo. Contrario a la imagen que Martin Luis Guzmán proyectó de Obregón y Elías Calles como un par de matarifes, estos jamás intentaron asesinar a su antiguo correligionario, aún le guardaban aprecio y lo veían como una víctima de los logreros.
Don Adolfo, sin embargo, en el ocaso de su vida quiso tomar revancha y en sus memorias que dictó a Roberto Guzmán Huerta, trató de reescribir su propia historia vendiendo que las desavenencias con sus antiguos compañeros de viaje se debió a que no estaba de acuerdo con el contenido de Los llamados Tratado de Bucareli, inclusive mencionó desconocer cuál era el motivo de las conferencias que llevaron a ello. Todo era una mentira, entre sus argumentos de 1923 nunca figuraron dichos Tratados cuyas negociaciones se salvaron gracias a su intervención, además que en el Plan de Veracruz no hay mención alguna al respecto. Claro que de ahí, los pocos dados a la revisión de datos duros dieron pie a la leyenda negra sostenida con columnas de humo para la adquisición de los crédulos.
En síntesis que Adolfo De La Huerta Marcor nunca se calzó uniforme o botas militares que le agenciaran grado alguno en el ejército, pero eso sí tuvo un papel fundamental en dos rebeliones armadas, una que lo llevó a la presidencia de la república y la otra a un exilio pleno de penurias. vimarisch53@hotmail.com
Añadido (24.29.93) ¿En dónde están todos los políticamente correctos que, al menor señalamiento sobre sus preferencias, saltan indignados? Hoy, cuando llueven las críticas por la porquería que se presentó, haciendo burla de las creencias cristianas, en la inauguración de los Juegos Olímpicos recomiendan que si no están de acuerdo con esa perspectiva, pues que apaguen el televisor, la tablet, el celular o la computadora. Nosotros no practicamos religión alguna y somos críticos agudos de lo que han hecho, y hacen, los miembros de la clerecía católica, pero siempre hemos partido de respetar como cada uno lleve, desde una perspectiva personal, su relación con El Gran Arquitecto. Aunado a lo acontecido, muy decepcionados deben de estar los profesantes de la religión católica ante el silencio que ha guardado, con respecto a la bazofia “Fabriqué en France”, su guía supremo, el ciudadano Bergoglio Sivori quien en esta ocasión, arguye que su mutismo es para no crear polémica con el gobiernito de Macrón. Esto nos hizo recordar aquello de “pégame, pero no me dejes”.
Añadido (24.29.94) Falleció el maestro del toreo, Paco Camino, a quien denominaban el “Niño Sabio de Camas”. En México, durante los 1960s y 1970s, dejó constancia de su arte y de que su apodo no nada más tenía que ver con lo que hacía en los ruedos y su origen.
Añadido (24.29.95) La 4T ha agregado un éxito más a su lista larga. Logró revertir la emigración de los mexicanos. Hoy, el éxodo masivo de connacionales se da con rumbo a Guatemala. ¿Alguna duda de que vivimos tiempos de cambio?
Añadido (24.29.96) Mientras que, aun cuando muchos lo duden, el ex presidente Trump apuesta por un discurso de unidad para mejor las condiciones de vida de todos los estadounidenses sin considerar distingos raciales o color de piel, la vicepresidenta Harris y los Demócratas insisten en que la contienda presidencial se convierta en una lucha sustentada en la pigmentación epidérmica y el origen étnico. Está a punto de pasar el último par de trenes para los estadounidenses, ellos sabrán a cual se trepan y hacia dónde quieren dirigirse.
Añadido (24.29.97) Agradecemos a nuestro amigo hidalguense, don Cesar Jiménez Ortiz, la observación que nos hizo con respecto a lo escrito en el párrafo número 13 de nuestra colaboración anterior en el cual apuntamos: “…el gobernador apoyaba la candidatura del ingeniero Porfirio García De León en contra de Francisco José Múgica Velázquez, aun cuando existió un tercer candidato, el del Partido Católico disfrazado de Partido Nacional Revolucionario, Antonio Márquez De La Mora”. Lo correcto era: “…el gobernador apoyaba la candidatura del ingeniero Porfirio García De León en contra de Francisco José Múgica Velázquez, aun cuando existió un tercer candidato, el del Partido Católico disfrazado de Partido Nacional Republicano, Antonio Márquez De La Mora”. A usted, lector amable, le ofrecemos una disculpa por la imprecisión histórica.