Fuera de Todo
Denise Díaz Ricárdez
La ausencia del Rey Felipe VI en la toma de protesta de Claudia Sheinbaum no es simplemente una cuestión de agenda, sino un reflejo de las complejas dinámicas políticas y sociales que caracterizan la relación entre dos naciones con un pasado compartido, pero con visiones futuras que a menudo divergen.
Esta decisión, por lo tanto, debe ser analizada en el contexto de una diplomacia sensible y de las realidades políticas contemporáneas, donde cada gesto cuenta pero cuenta más la ausencia.
Con relación a la negativa de invitar a Felipe VI a la toma de protesta de la primera presidenta de México, Claudia Sheinbaum, se pueden argumentar muchos puntos, siendo el principal la relación entre España y México la cual ha estado marcada por tensiones históricas y contemporáneas.
La llegada de Sheinbaum al poder representa un cambio significativo en la política mexicana, con un enfoque más nacionalista y crítico hacia el pasado colonial de España.
La ausencia del rey podría interpretarse como una cuidadosa estrategia para evitar tensiones diplomáticas en un momento en que los discursos antiimperialistas resuenan con fuerza en América Latina.
Además, la política interna en España no es ajena a esta decisión.
La Casa Real se encuentra en una situación delicada, con un creciente escrutinio sobre su papel y su relevancia en la política moderna.
La participación en eventos internacionales de este tipo debe ser sopesada con consideración a la opinión pública y a las relaciones con partidos políticos que podrían ver con malos ojos una participación en un evento que podría ser interpretado como un respaldo a un gobierno que, en su retórica, ha criticado a España.
Otro aspecto a considerar es la relación personal y política entre Felipe VI y el gobierno de México.
En un contexto en el que las relaciones internacionales se basan cada vez más en la diplomacia personal, la ausencia del rey puede sugerir una falta de alineación o apoyo hacia el nuevo gobierno.
Esto podría tener repercusiones en la cooperación bilateral en temas cruciales como el comercio, la migración y la seguridad.
Finalmente, es importante reflexionar sobre el simbolismo de la asistencia a actividades políticos en el extranjero.
La presencia de un líder extranjero en la toma de protesta de un nuevo mandatario puede interpretarse como un reconocimiento y un respaldo a su administración.
La decisión de no invitar a Felipe VI y de España de no mandar ningún representante puede ser vista como un mensaje sutil de que, aunque las relaciones entre México y España son importantes, no están exentas de críticas y reservas.
Sin dejar de lado que aunque las razones de Andrés Manuel y avaladas por la presidenta entrante, puedan parecer justas por su valor histórico a buena parte de la población, la diplomacia de altura es algo que inherente a los gobernantes en cuanto a relaciones internacionales se refiere, es injustificable que el país retroceda en ese aspecto.
México deberá mostrar madurez y dejar atrás las rabietas adolescentes.