LOS CAPITALES
Por EDGAR GONZALEZ MARTINEZ
La presión a la moneda mexicana se atribuye a una combinación de factores internos y externos, pero, principalmente por la incertidumbre del futuro de la vigencia del T-Mex-EU-Canadá.
Por supuesto, por sectores, el automotriz -pilar fundamental de la economía mexicana-, muestra un comportamiento mixto. Si bien la producción de vehículos ligeros experimentó un ligero aumento del 1.7% interanual en enero, las exportaciones sufrieron una caída del 13.7%, alcanzando su nivel más bajo para un mes de enero desde 2022. La dependencia del mercado estadounidense, que representa el 83.6% de las exportaciones, evidencia la vulnerabilidad del sector ante cualquier posible cambio en la política comercial de ese país.
Al respecto, anaistas de Pepperstone nos dicen que la caída en las exportaciones se produce en un contexto de crecientes tensiones comerciales a nivel global. Por supuesto, el anuncio de un arancel del 25% a las importaciones de acero y aluminio por parte del presidente de Estados Unidos ha generado preocupación en los mercados y ha apoyado la aversión hacia divisas expuestas a este tipo de conflictos, como el peso mexicano.
Adicionalmente, los inversores estarán atentos a las declaraciones del día de mañana del presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell. Un tono agresivo por parte de Powell en el mercado financiero, que sugiera una postura menos acomodaticia de la política monetaria estadounidense, podría apoyar aún más al dólar y ejercer presión adicional sobre el peso. Por el contrario, un tono más tranquilo podría aliviar temporalmente la volatilidad de la moneda mexicana.
Tampoco debemos ignorar la reciente publicación de datos de empleo en Estados Unidos, con una sorpresa al alza en los salarios y una disminución en la tasa de desempleo, ha fortalecido al dólar y ha generado expectativas de que la Reserva Federal mantenga la postura cautelosamente acomodaticia para el 2025. En este contexto de incertidumbre, el peso mexicano se enfrenta a desafíos importantes. La combinación de tensiones comerciales, la fortaleza del dólar y la desaceleración del sector exportador plantea riesgos relevantes para la moneda mexicana y la economía en general.”
Pero no solo nos debería preocupar el mercado cambiario, sino el decremento en el crecimiento del PIB, que es, con mucho, más importante. En el cuarto trimestre (primero completo del nuevo gobierno), el PIB habría registrado un decremento trimestral de 0.6% y un magro incremento anualizado de 0.6% lo que lo ubica como el menor registro de los últimos 15 trimestres. El año completo cierra con un crecimiento 1.3%, poco menos de la mitad del logro de los pasados tres años. Este resultado si bien se vio influenciado por el desempeño del sector primario que registra un decremento de 2.2% en 2024 afectado por las condiciones climáticas nacionales y geopolíticas internacionales también es producto de un manejo macroeconómico y político poco prudente y motivador.
Al respecto, Consultores Internacionales nos dice que también, entre los resultados preocupantes, destaca la baja creación de empleo formal; en 2024 se crearon apenas 213 mil según registros del IMSS, contrastando con los tres años anteriores en los que se crearon en promedio anual 750 mil, siendo que el país necesita por lo menos un millón anual, máxime en estos tiempos con la repatriación de migrantes en curso. Cabe resaltar que la desocupación se ha venido manteniendo a la baja pasando de niveles de 4% de la PEA en 2021 a 2.6% en 2024, empero engrosando la informalidad, lo que conlleva sus propias consecuencias negativas para el mercado laboral.
Pero no todo es oscuro: la inflación es el indicador que más resultados positivos ha mostrado en el año de 2024: el INPC registró una variación anual de 4.21% frente al 4.66% de 2023 y el 7.88% de 2022. Esta relativa mejoría especialmente de la subyacente que cerró el año con un nivel de 3.65%, puede atribuirse en parte a la política monetaria implementada de manera casi generalizada a nivel mundial y especialmente por las autoridades de Estados Unidos y México que tradicionalmente muestran un comportamiento de paralelismo en sus decisiones. El Banco Central luego de elevar su tasa objetivo de niveles del 4.0% en 2021 al máximo no registrado en lustros de 11.25%, empezó y continúa reduciéndola (hace unos días la bajo a 9.50) como respuesta a la menor inflación, pero también veladamente como una suerte de incentivo al crecimiento.
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