RODOLFO VILLARREAL RÍOS
Mientras nos dedicábamos a realizar nuestra búsqueda semanal para encontrar el tópico que compartiríamos con usted, lector amable, decidimos que en esta ocasión abordaríamos algo relacionado con uno de los antihéroes de la historia patria, después de todo, también, son parte de ella. Habremos de tratar un par de hechos que muestran la luz y sombra de un personaje al que únicamente identificamos con el lado oscuro de su actuar, nos referimos a un médico de nombre Aureliano Urrutia Sandoval.
Estamos ciertos de que usted, lector amable, recordará que esta persona formó parte del trío, unido por el mismo fin, integrado por el católico devoto Victoriano Huerta y Aureliano Blanquet. Los tres jugaron un papel fundamental en el asesinato del presidente Francisco Ygancio Madero González y otros personajes. Pero antes de llegar hasta allá, repasaremos un hecho en el cual Urrutia participó previamente a su incursión política.
Era diciembre de 1908, el país vivía “la dulce paz porfiriana” y una de las diversiones preferidas de los mexicanos eran las corridas de toros destacando en ellas como uno de los exponentes relevantes el leonés Rodolfo Gaona Jiménez. En ese entorno, domingo a domingo, se realizaban festejos en diversas ciudades del país.
Así, el décimo tercer día de ese mes y año, como dirían en el pueblo, “el diablo andaba suelto” y en distintos sitios de la república los bureles decidieron clavar sus astas en las carnes de tres matadores de toros. Uno de ellos era Arcadio Ramírez “Reverte Mexicano” a quien en, Celaya, le infringieron una cornada que lo puso a las puertas de la muerte. El segundo fue un futuro general constitucionalista, el hidalguense Vicente Segura Martínez, herido en Guadalajara. El tercero, sería Gaona a quien, en Puebla, un burel de la ganadería de La Trasquila le pegó una cornada de pronóstico reservado. Acerca de esto abordaremos a continuación.
De acuerdo con las crónicas de El Diario y El Imparcial, publicadas el 14 de diciembre, el toro corrido en el quinto lugar era un bicho que desde que salió por la puerta de chiqueros mostró mansedumbre, lo cual hizo que el público pidiera fuera devuelto a los corrales, petición que no fue escuchada. Tras de cubrir los dos primeros tercios y el brindis respectivo, Gaona tomó la muleta e inició un trasteo en donde se apreciaba una total falta de confianza ante la embestida áspera “que mostraba las malas intenciones del pajarraco”.
Al momento de realizar un “pase ceñidísimo, el distro fue empitonado aparatosamente y de todos los ámbitos de la plaza escapó un grito de horror al ver que el espada después de ser campaneado en uno de los pitones de la res era cogido y romaneado en el otro pitón, poniéndose al descubierto que había lesiones graves y profundas por la sangre que manaba…” Tras de trasladarlo a la enfermería, esa era una forma elegante de nombrar a un tejaban de madera que estaba adyacente a la plaza y en el cual la higiene ni siquiera se había hecho presente. Acorde con la narrativa de El País, el médico de plaza el doctor José María Moya realizó la exploración y limpieza correspondiente, a primera vista describía que la entrada de la herida era de cinco centímetros y la profundidad de diez o doce, considerándose de pronóstico reservado.
Acto seguido, el mismo domingo, tras de que trasladaron al torero a una habitación del Hotel Jardín en donde una multitud de personas lo esperaban expectantes y plenas de augurios negativos, los organizadores del festejo y los cercanos al torero, reconocieron que, si no lo atendían médicos con sapiencia mayor, las consecuencias podrían ser fatales.
En ese entorno, se comunicaron a la ciudad de México y en calidad de urgente, solicitaron que los médicos Silverio Gómez y Aureliano Urrutia se dirigieran a la Angelópolis.
Cuando ya estaban listos para irse, a Urrutia se le acumuló la chamba y lo requirieron en Cuernavaca en donde el gobernador, el coronel Manuel Alarcón, quien era muy apreciado por el presidente Díaz Mori porque en una ocasión le salvó la vida, se encontraba muy grave. Una vez que atendió el compromiso, se fue a Puebla lugar al que llegó a media madrugada y en donde encontró que ahí no podría atender a Gaona. Ante ello, se dispuso que el herido fuera trasladado a la capital de la nación. Cabe mencionar que cuando Urrutia lo examinó por vez primera, a Gaona aun no lo despojaban del traje de torero. Así, la mañana del día 14, lo treparon a un carro especial de ferrocarril y se lo llevaron a la ciudad de México. En la estación de Buenavista, lo subieron al vehículo de Urrutia para trasladarlo al sanatorio que éste tenía en la calle de San Felipe Neri. Ahí, se realizaría la intervención quirúrgica.
La herida ya estaba infectada, la entrada era de cinco centímetros alcanzando una profundidad de veinte centímetros en la región izquiorectal derecha y de ahí, se inició toda una exploración cuyos detalles preferimos omitir. Si bien la operación fue un éxito, algo que el doctor Moya reconoció públicamente se debía a la habilidad de Urrutia, aun no estaba dicha la última palabra, era necesario vencer la infección. Esto era un riesgo mayúsculo, recordemos que aquello sucedió en 1908. Tras de realizar la cirugía, a Urrutia lo llamó el presidente Díaz Mori para que se volviera a trepar al ferrocarril e irse a ver al gobernador Alarcón a quien poco le pudo hacer pues al amanecer del día 15 dejó de existir en medio de complicaciones gastrointestinales, hepáticas y cardiacas. Pero retornemos a lo que sucedía en la ciudad de México.
Es interesante mencionar que a raíz del percance descrito y las condiciones de la “enfermería” en la plaza de toros, surgieron críticas al hecho de que no se dispusiera de instalaciones adecuadas, era requerido que se tuvieran como encargados a cirujanos y no a simples médicos, a más de demandar la presencia de enfermeras. Mientras tanto, Gaona continúo en la batalla por garle a la infección y tanto, políticos como ciudadanos comunes, estos arremolinándose a las afueras del sanatorio, buscaban saber cuál era su estado de salud.
La recuperación continuaba con éxito al grado de que el día 16, El Imparcial publicaba una entrevista con él en la cual explicaba que “el toro que me cogió era un grandísimo ladrón… jamás hacia caso de la muleta y se iba directamente al bulto. Todos [los toros] estaban cortados por las mismas tijeras; y ya lo sabía yo desde antes de la corrida, pues uno de los caporales de la hacienda de [La] Trasquila me lo había dicho. ¡Figúrese usted que muchos de esos toros tiene ya nueve tientas con dominguillo! En esas condiciones es imposible encontrar un animal doble”.
La recuperación siguió bajo los cuidados de Urrutia hasta que, el 28 de diciembre, se soltó el rumor de que Gaona había muerto. Esto fue ocasionado por un malestar estomacal que el galeno procedió a resolver. Para principios de 1909, Gaona abandonó el sanatorio. Nadie dudaba de la capacidad medica de Urrutia a quien, como médico, le seguiría yendo muy bien al punto de que pudo adquirir un terreno de cien mil metros cuadrados por el rumbo del pueblo de Xoco en Coyoacán, ahí, a un lado del cementerio del pueblo en lo que hoy es la avenida Cuauhtémoc antes de llegar a Rio Churubusco. Le fue muy bien con el presidente Díaz Mori, el presidente interino León De La Barra Quijano fue quien le inauguró las instalaciones nuevas. Sin embargo, le picó el mal de la política y decidió jugársela, siempre unidos por el mismo fin, con su compadre Victoriano para intrigar y ver como echaban fuera al presidente Madero González.
Recordaba que el jalisciense, en una ocasión, le prometió que cuando llegara a presidente lo nombraría ministro de gobernación. La promesa no fue hecha válida de inmediato.
Tras de consumar la felonía, Huerta convirtió a Urrutia en director del Hospital General de Mexico y director de la Escuela de Medicina de la Universidad. Nadie le critica las acciones que desarrolló en ambas actividades, algunos hasta llegan a calificarlas como de excelencia.
Sin embargo, cuando su compadre lo nombró, el 13 de junio de 1913, secretario de gobernación empezó a soñar que la política era su vocación. Era ‘encuerdado’ por el arzobispo de Mexico, José Mora y Del Río, quien le hizo creer que podía llegar muy alto si su compadre lo colocaba en suerte. Recordemos que Urrutia recibió parte de su formación educativa al amparo de los jesuitas y era uno de católicos devotos, el otro era Huerta, a quien el jerarca eclesiástico le guardaba estima especial.
Durante los cien días que duró en el cargo, renuncio el 14 de septiembre de ese año, Urrutia se dedicó a apoyar cuanta trapacería se le ocurrió a Victoriano. Al parecer, con él se cumplió aquello de que el poder atonta a los listos. Un sinfín de crímenes fueron cometidos en contra de quienes se oponían a la usurpación. Dentro de todos ellos, destacan dos. Uno, el del diputado Serapio Rendón Alcocer cometido el 22 de agosto de 1913 en los separos de la cárcel de Tlalnepantla. Acto seguido, procedieron a desaparecer el cadáver que sería encontrado hasta un año después en una fosa común.
Otro, el cual se achaca a Aureliano haber dado la orden para que se ejecutase al diputado oaxaqueño, Adolfo Gurrión Carrasco. Aunado a esos dos casos, el que lo convertiría en la divisa del salvajismo huertista sería el asesinato del senador por Chiapas, Belisario Domínguez Palencia. Si bien para cuando se suscitó el crimen, el 7 de octubre de 1913, Urrutia ya no ocupaba cargo alguno, se le achacó que fue él quien se encargó de cercenar la lengua del chiapaneco. Esto siempre fue negado por Urrutia, pero se lo imputaron dado que el cadáver fue encontrado en el Panteón de Xoco ubicado enseguida del sanatorio propiedad de Urrutia.
Mientras su compadre siguió en el cargo, Urrutia pudo continuar realizando con éxito su práctica médica. Sin embargo, conforme las fuerzas Constitucionalistas fueron cercando a Victoriano, la lumbre iba camino al pueblo de Xoco. Aureliano, entonces, comprendió que el fin estaba cerca y dos meses antes de que el católico devoto cayera, decidió, en mayo de 1914, emprender la huida para irse a instalar en San Antonio, Texas.
Por aquellos rumbos reafirmaría su fama como médico, lo cual le permitió contar con instalaciones de primer nivel a las cuales acudían en busca atención lo mismo estadunidenses que muchos mexicanos quienes realizaban viajes periódicos para atenderse de sus males. El éxito, lo llevó a amasar una fortuna regular. A pesar de eso, pesaba sobre él un fardo, no podía visitar México.
Si bien se dice que los presidentes Portes Gil y Cárdenas Del Río le ofrecieron que podía venir sin problemas, en Urrutia prevalecía el temor de que venía, si bien le iba, podrían remitirlo a los separos policiacos o, en caso contrario, encontrarse en el camino de una bala. Optó por abstenerse y en esa forma pudo vivir hasta los 103 años cuando falleció, en San Antonio, Texas, el 14 de agosto de 1975. Para entonces, en México, escasos eran quienes le recordaban por su sapiencia médica, una muestra de la cual fue la intervención quirúrgica que le salvó la vida al torero de excelencia, Rodolfo Gaona Jiménez. La gran mayoría lo identificaba, y lo continúa haciendo, como aquel quien cercenó la lengua del Senador por Chiapas, Belisario Domínguez Palencia.
Todo lo relatado es un ejemplo de lo que sucede con algunos profesionales quienes en el ejercicio de su actividad son excelentes, pero que, dejándose llevar por ello, compran las lisonjas que les venden algunos interesados haciéndoles creer que son capaces de convertirse en políticos de altos vuelos y terminan asociados con grupos cuya actuación deja mucho que desear lo cual hace que, al final, sean recordados por su muy cuestionable actuación en la vida pública y se opaquen sus luces profesionales con las que brillaron inicialmente. No tenemos más que voltear para encontrar ejemplos. vimarisch53@hotmail.com
Añadido (25.09.31) Hicieron limpieza de sótano y la bisutería añeja que se encontraron fue convertida en ofrenda. Pareciera, sin embargo, que olvidaron revisar el álbum fotográfico que les acaban de regalar y en el cual aparecen las joyas que debieron de haber llevado.
Añadido (25.09.32) Con la nación cayéndose a pedazos y su partido deshaciéndose, a los panistas no se les ocurre otra cosa sino querer embarcarnos en una disputa para determinar si en lugar de Estados Unidos Mexicanos, le cambian el nombre al país por el de simplemente México. Ni quien lo dude, nunca habíamos tenido una clase política, independientemente del color, de una calidad que ronda los linderos de la indigencia intelectual.
Añadido (25.09.33) Pareciera que al españolito Sánchez le pasaron de noche las lecciones de historia. Hoy, está dispuesto a convertir a su país en un feudo de China. En ese contexto, actúa como lacayo en el asunto de Ucrania.
Añadido (25.09.34) Atendiendo a las órdenes de sus patrones chinos, los lacayos europeos enviaron a Washington al payasito ucraniano con instrucciones precisas de dinamitar acuerdo alguno y que no se les acabe el negocio de la guerra. Sin embargo, se les olvidó una cosa, ahora ellos van a tener que patrocinarlo con algo más que saliva y a ver de dónde obtienen los recursos pues las economías europeas andan muy escasas de fiducia, aunque claro pueden solicitarla a su amo asiático.