Juan Luis Parra
Un día cualquiera, Televisa amaneció con las manos llenas de lodo. Nada nuevo, dirán algunos. Pero esta vez no son rumores, ni corazonadas, ni “fuertes versiones”.
Esta vez hay evidencia.
Terabytes de ella.
Videos, chats, guiones, montajes, bots, facturas. Todo.
La fábrica de guerra sucia de la televisora más poderosa de México quedó al descubierto, y no por una investigación internacional ni por un hackeo milagroso, sino por un excolaborador que filtró todo.
Así que, por si el escándalo te cayó encima como cascada de nombres, datos, videos y términos técnicos, aquí va esta columna: no para escandalizarte, eso ya está hecho, sino para ayudarte a entender cómo opera esta maquinaria que es Televisa.
Esto es un resumen con filo, una guía, y un repaso necesario para que nadie se haga bolas cuando, en unos minutos, entienda todo el chisme.
Primero, el corazón de la bestia: El Palomar.
Es el nombre con el que se identifica al grupo clandestino liderado por Tejado.
No es una sala de juntas cualquiera, sino el centro de operaciones encubiertas de Televisa. Desde ahí, un equipo coordinado por Javier Tejado Dondé diseñaba campañas para destruir reputaciones, manipular narrativas y fabricar escándalos con producción profesional.
Todo parecía una serie de Netflix, pero sin disclaimer de “inspirado en hechos reales”: aquí, según Aristegui y sus fuentes, todo es real, excepto las versiones de Televisa que se decían en pantalla.
¿Quién filtró todo? El joven Germán Gómez, cineasta frustrado convertido en operador audiovisual, y sobrino del conocido columnista Salvador García Soto, quien lo recomendó a Televisa. El hoy polémico y célebre joven fue parte de ese equipo por casi ocho años. Sin contrato laboral, pero con gafete y horario, hizo desde comerciales hasta ataques políticos.
Lo echaron sin indemnización. Y ahora, nos entrega todo lo que vio, vivió y montó.
Uno de los casos más podridos: el colegio Westhill.
La investigación revela que empleados de Televisa fabricaron denuncias de abuso sexual infantil para desprestigiar al magistrado Jorge Arturo Camero Ocampo. Trabajadores actuaron como padres indignados en videos falsos. Se utilizaron bots y páginas falsas para difundir la campaña, y el presupuesto fue de 100 mil pesos para viralizar el tema y hacerlo trending topic.
Ahí se inventó, literalmente, una denuncia de abuso sexual contra el hijo de un magistrado. Sin pruebas. Sin víctimas reales. Con actrices. Una de ellas, por cierto, la mismísima directora de redes de Televisa. ¿El objetivo? Ensuciar al padre, adversario del candidato favorito de Televisa para presidir la Suprema Corte: Arturo Zaldívar.
Zaldívar, por cierto, fue presentado en El Palomar como “el cliente”. Se le hicieron videos, páginas web, contenido para redes, monitoreo emocional semanal, y hasta empleados pagados por la Corte que trabajaban desde Televisa. Mientras tanto, a sus rivales se les inventaban viajes millonarios, escándalos sexuales y amistades peligrosas.
Todo con dinero público y bots privados.
La periodista Carmen Aristegui fue otro blanco predilecto. Más de 400 archivos con su nombre, tres campañas documentadas para desprestigiarla, y una operación para acusarla, falsamente, de alertar a un presunto criminal sobre su detención. Le fabricaron chats de WhatsApp, le inventaron vínculos con extorsionadores y la envolvieron en videos que simulaban investigaciones periodísticas.
¿Por qué el ensañamiento? Porque se atrevió a tocar a los intocables. Porque no quiso hacerse la tonta mientras ellos escribían su propia historia en los medios que controlan.
Y luego está el recuento empresarial: Slim, Salinas Pliego, los Alemán, Interjet, MegaCable. Todos fueron objeto de campañas negras. A Slim lo culparon por la Línea 12 con portadas falsas del New York Times. A Salinas lo exhibieron falsamente firmando cheques para sí mismo. A Ciurana lo persiguieron hasta la tumba. Todo ejecutado con precisión quirúrgica y estrategia digital: bots, hashtags, memes y “notas” de información.
¿El objetivo? Proteger el negocio. Defender la narrativa. Asegurar el control.
Esto no fue un desliz.
No fue un error de cálculo ni un “caso aislado”.
Y como buen protagonista de telenovela, Javier Tejado no podía quedarse fuera del melodrama.
Posterior a los reportajes, llegó furioso a las oficinas de Aristegui Noticias “a ejercer su derecho de réplica”, según dijo, acompañado por cámaras y con Joaquín López-Dóriga como padrino mediático.
A Tejado lo dejaron plantado. O más bien, no lo dejaron pasar.
La producción argumentó, y con razón, que el espacio ya estaba en marcha, que no se había confirmado ninguna participación y que ese tipo de debates se pactan, no se improvisan como si fueran segmento de Ventaneando.
Pero claro, Radio Fórmula y los medios serviles ya sacaron las notas defendiendo a Tejado: “lo censuraron”, “no lo quisieron escuchar”, “le tienen miedo”.
Según Tejado, todo esto es una invención. Que El Palomar no existe, que él no manda campañas negras y que Germán Gómez intentó extorsionar a Televisa con el famoso disco duro donde están los datos filtrados. Pero no ofrece pruebas, solo palabras dichas en espacios a modo. Mientras tanto, Aristegui muestra videos, chats, guiones, facturas y testimonios.
Aristegui lo invitó a debatir en vivo con Germán. Veremos cómo se desarrolla.
Esto de Televisa se trató de una estrategia institucionalizada, diseñada para intoxicar la conversación pública y moldear la opinión desde lo falso.
Y esto es hasta ahora, y digo eso porque se filtraron 5 terabytes de pruebas. La cantidad de información que seguirá saliendo seguramente nos durará semanas.
Lo más gracioso es que hoy, los chairos, tienen que defender a Televisa.
Vueltas que da la vida.