Mientras en el mundo desarrollado los algoritmos ya están decidiendo alineaciones, rotaciones y estrategias de juego, en México seguimos creyendo que con garra y motivación es más que suficiente. La inteligencia artificial (IA) se ha convertido en una pieza clave del deporte moderno: mejora el rendimiento de los atletas, optimiza la gestión de clubes y redefine la experiencia del aficionado. Es tecnología, sí. Pero sobre todo, es industria.
No se trata de sustituir entrenadores por robots, ni de deshumanizar el deporte. Se trata de usar datos reales para tomar mejores decisiones: saber cuándo un jugador está por lesionarse antes de que pase, ajustar tácticas en medio del partido, identificar el precio exacto que un fan está dispuesto a pagar por un boleto, o anticipar cuándo se va a vaciar el estadio si sigue lloviendo.
En el futbol, clubes como el Arsenal han integrado sensores y modelos algorítmicos para medir el esfuerzo físico de sus jugadores y ajustar las cargas de entrenamiento al día siguiente. El Ajax utiliza bases de datos que combinan variables tácticas, físicas y psicológicas para diseñar trayectorias personalizadas desde fuerzas básicas. El Bayern Múnich aplica visión computacional para analizar entrenamientos y partidos desde múltiples ángulos, generando reportes automáticos para el cuerpo técnico. Incluso equipos de bajo presupuesto como el Midtjylland, en Dinamarca, que quisieran tener el presupuesto de equipos de la primera división mexicana, han construido proyectos exitosos a partir del análisis predictivo.
Actualmente el Barcelona mejora su estrategia con algoritmos, y la NBA convierte cada juego en una experiencia interactiva con cámaras de IA, sin embargo, en México apenas estamos aprendiendo a abrir el manual. Sí, hay avances: la Federación Mexicana de Futbol anunció su propio departamento de IA para evaluar árbitros; América y Rayados ya trabajan con datos para mejorar decisiones técnicas y comerciales; y startups mexicanas están desarrollando soluciones que ya están en uso. El problema no es la falta de talento, sino la falta de visión.
El mercado global de tecnología deportiva, impulsado por inteligencia artificial, análisis de datos y dispositivos inteligentes, superó los 17 mil millones de dólares en 2023 y se proyecta que alcanzará casi 42 mil millones hacia 2030, según estimaciones de Grand View Research. En Estados Unidos, más del 85 por ciento de los equipos profesionales de la NFL, NBA y MLB ya integran soluciones de IA para reclutamiento, prevención de lesiones y mejora de rendimiento. En contraste, en México la inversión en tecnología deportiva representa menos del 0.5 por ciento del gasto total del sector
Esto no es solo un tema deportivo. Es económico, tecnológico y político. Aquí hay una industria lista para despegar, con potencial de generar empleo, inversión e innovación. Pero para que eso pase, necesitamos algo muy simple: dejar de ver al deporte como espectáculo y empezar a verlo como lo que también es: una plataforma de desarrollo.
Las universidades deben formar especialistas en analítica deportiva. Los empresarios deben invertir en startups que entiendan el juego dentro y fuera de la cancha. Y el gobierno, si quiere ayudar, que no estorbe: basta con crear condiciones para que la tecnología florezca en lugar de frenarla con regulaciones.
México puede ser potencia también en este frente. Pero para lograrlo, hay que dejar de romantizar el pasado y empezar a construir con lo que hoy mueve al mundo: datos, inteligencia y decisión. Porque el deporte ya cambió para siempre.