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La responsabilidad de Miramón y Márquez en los crímenes de Tacubaya

Redacción Por Redacción
26 julio, 2025
en Rodolfo Villarreal Ríos
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Rodolfo Villarreal Ríos

 

Hace un par de semanas, en nuestro artículo “Acerca de la instrucción de la mujer…en 1875”, mencionamos de refilón el tema de los crímenes de Tacubaya cometidos, el 11 de abril de 1859, por el execrable sujeto que fuera Leonardo Márquez Araujo. Después de traer a colación ese hecho, recordamos que aquí no lo habíamos abordado y nos fuimos a buscar en los estantes para ver que encontrábamos al respecto y compartirlo con usted, lector amable. Veamos que hallamos.

Para empezar, nos topamos con que, en tal hecho, Márquez tuvo dos cómplices. Uno, el sacerdote católico, Francisco Javier Miranda y Morfi. Otro, del cual nos ocuparemos, es aquel a quien, en ocasiones múltiples, se ha tratado de vender como poseedor de una bondad infinita, Miguel Miramón y Tarelo a quien sus admiradores lo presentan como un católico devoto víctima del “salvajismo” del estadista Juárez García. Nadie duda de las habilidades militares y la condición de niño héroe, cuasi anónimo, del tal Miramón, pero eso no es suficiente para relevarlo de la responsabilidad que tuvo en el baño de sangre referido.

En el contexto de lo anterior, recurrimos a esa obra portentosa que es “Benito Juárez. Documentos, discursos y correspondencia”, recopilada por Jorge Leónides Tamayo Castillejos. En dicha publicación, encontramos un par de documentos que pintan de cuerpo entero a Miramón y a Márquez. Como sabemos, los trúhanes, al momento en que son exhibidos en sus fechorías no dudan en denunciar al cómplice y éste fue uno de esos casos.

Reiteramos, el brazo ejecutor de los crímenes fue Márquez quien no tuvo empacho en cegar vidas inocentes con tal de saciar su sed de venganza. Sin embargo, una década más tarde, desde New York, emitió un escrito en el cual busca presentarse como una víctima de las circunstancias.

Tras de afirmar que dio la batalla en Tacubaya en contra de las tropas disidentes, así llamaba a quienes combatían en el campo de los Liberales, procedió a la justificación. “Concluida la batalla y ocupada la plaza enemiga, di orden para que todo se concentrara en ella, sin tocar la vida de nadie, y así se verificó por el Gral. [Agustín] Zires, Mayor General de mi División”. Ante declaración tan conmovedora, casi salimos en busca de un pañuelo facial. Pero ahí no paraba aquella alma bondadosa quien aseguraba que “entretanto yo me dirigí al fuerte de Chapultepec, que igualmente fue tomado por mis tropas; dicté en él todas las medidas del caso; hablé con los prisioneros y previne a ninguno se hiciera el menor mal”.

Como se puede leer, el susodicho Márquez era la misericordia redimida y para que no quedara duda de que eso era así, indicaba que cuando emitió tales disposiciones, “presente estaba entonces el teniente coronel don Carlos [von] Gagern, que verificó la toma de aquel punto con el batallón de zapadores que mandaba”. Pero, las buenas intenciones de ese dechado de virtudes serían alteradas por una presencia inesperada.

Acorde con la narrativa de esa “alma pía”, ya se iba del fuerte cuando “se me avisó la llegada a él del presidente de la república, [así llamaba al espurio de Miramón], quien apareció en el mismo momento. Le di cuenta de la jornada de aquel día; pasamos a Tacubaya y presenció el desfile de mis tropas; me preguntó por los prisioneros y le contesté que estaban en San Diego, habiendo ordenado que se respetaran sus vidas. Hizo movimiento para ir a verlos pero de repente, cambió de idea y tomó camino de México, a donde lo acompañé, regresando yo a la villa mencionada, cuando llamó la atención de los que me acompañaban, el tropel de un caballo que iba al galope de mi seguimiento”. Lo que siguió exhibe a estos sujetos de baja laya.

El jinete presuroso era un tal teniente coronel Flores, ayudante de campo de Miramón a quien le urgía regar con sangre los campos de Tacubaya. En ese contexto, en el volumen que se menciona líneas arriba, se presenta una versión facsimilar del documento que ese general escribió de puño y letra: “General en Jefe del Ejército Nacional. Excmo. Señor: en la misma tarde de hoy y bajo la más estrecha responsabilidad de V.E., mandará sean pasados por las armas todos los prisioneros de la clase de oficiales y jefes, dándome parte del número de los que les haya cabido esta suerte. Dios y Ley. México, abril 11 de 1859. Miramón”.

En la parte inferior izquierda del escrito se anotaba: “Gral de División en Jefe del Ejército de Operaciones, don Leonardo Márquez. Tacubaya”. Como sucede siempre, estos fulanos escudándose en El Gran Arquitecto para justificar sus fechorías. Sobre cómo se hizo del dominio público este documento, al cual se sujetaba como clavo ardiente exculpatorio el felón Márquez, éste escribía: “…la existencia de dicho documento, llegó no sé cómo, [seguramente él mismo filtró su existencia, de felones como éste todo se puede esperar] la noticia del gobierno de Juárez que ocupó la plaza en 1861, y mandó a un juez letrado lo extrajera de mi casa, como lo verificó a pesar de la resistencia de la señora mi madre [aun cuando se dude, Márquez argüía tener progenitora] que se negaba enérgicamente a entregarlo.

El juez al apoderarse de la orden, dejó testimonio autorizado como se lo exigió la mencionada señora; la presentó a su gobierno y éste la mandó publicar por los periódicos llegando así a conocimiento de todos lo que hasta entonces había sido un secreto, cuya revelación sirvió para aclarar la verdad”. Los facinerosos culpando el uno al otro o le excusa de siempre, “yo solamente acaté ordenes de mi superior”. Pleno de amnesia, Márquez olvidaba la otra parte de la historia.

Para narrar lo acontecido en Tacubaya, vayamos al comunicado que, el 23 de abril de 1859, Melchor Ocampo enviaba a los gobernadores de los estados. En dicha pieza les mencionaba que el 11 de abril, las fuerzas reaccionarias compuestas por siete mil hombres con 40 piezas de artillería, al mando de Márquez. Asimismo, hacía notar que tras de rechazar tres veces a las columnas del enemigo, “…casi en los últimos momentos una granada incendió el depósito general del parque de nuestras tropas, situado en el Palacio Arzobispal de Tacubaya y el Excmo. Sr, [Santos] Degollado [Sánchez] careciendo de este artículo indispensable para continuar el combate, determinó retirarse levantando el campo… con la mayor parte de sus trenes y piezas de artillería, sin que un solo hombre de la fuerza enemiga se destacara en persecución de nuestros valientes o de la persona del Excmo. Sr. Degollado, que fue el último que salió a retaguardia de sus fuerzas”. Lo que a continuación reproduciremos es lo que Márquez “olvidó” en su auto exculpación.

Miramón le ordenó a Márquez pasar por las armas a los militares. Pero, para que el jefe viera cuán efectivo era, no dudó en dar un poco más. Respecto a tal acción, Ocampo señalaba: “Los facciosos que no pudieron vencer a nuestros denodados soldados y no tuvieron valor para seguir en su alcance, se cebaron bárbaramente con los heridos, con los pocos dispersos que aprehendieron y aún con los cirujanos. En la misma noche, unos fueron pasados por las armas sin ninguna formalidad legal; otros, fría y cobardemente asesinados en el hospital y en sus propias camas y los cirujanos en el acto de recibir la primera sangre a los heridos de una y otra fuerza, confiados a la inteligencia de sus conocimientos científicos, fueron arrebatados del ejercicio de sus ciencia y horrorosamente decapitados. Más de 100 personas quedaron sacrificadas y entre ellas varios jóvenes de muy tierna edad”.

Pleno de rabia, don Melchor no se ahorraba palabras ante tal indignidad y clamaba: “Este hecho espantoso, digno de los que con labios impuros profanan el nombre sagrado de la religión, ha llenado de horror a los habitantes de la capital, y de él llenará a cuántas personas capaces de sentimientos existan en el mundo y lo conozcan. El Gobierno Constitucional lamenta esa sangre villanamente vertida y protesta que hará recaer sobre los asesinos la acción de la justicia”. Lo último solamente se cumplió a medias.

El propio Ocampo, sería una víctima más de la conducta sanguinaria de Márquez quien, junto con Félix Zuloaga, ordenó que el santo laico de la REFORMA fuera, el 3 de junio de 1861, fusilado, colgado y abandonado en un árbol en Tepeji del Río, Hidalgo. El tal Leonardo continuó con su carrera de apátrida y cuando el general Díaz Mori lo tenía a tiro de piedra para hacerlo pagar sus fechorías, lo dejo huir de la Ciudad de México en medio de la caída del segundo imperio de opereta.

A él no se le incluyó en la lista de amnistiados emitida tras del triunfo de la República, pero como se largó a vivir en La Habana ni quien lo molestara. Acorde con la versión oficial, en 1895, sin embargo, el suegro del presidente Díaz Mori, Manuel Romero Rubio, logró que el gobernante mexicano le otorgara el indulto al carnicero de Tacubaya. Nosotros creemos que Romero fue un hombre de paja para que Díaz hiciera efectivo el pago por algún servicio prestado por ese sujeto quien seis años después volvería a largarse temeroso de que alguien lo identificara y le hiciera pagar por sus crímenes.

Al otro responsable de la masacre de 1859 en Tacubaya, Miramón, nos lo han tratado de vender como un mártir y no falta quien califique de sanguinario al estadista Juárez García por no haberlo perdonado. Hay hasta quienes lo victimizan arguyendo que se le castigó por ser católico, pues vaya con almas pías de ese talante, recordemos que Márquez era otro seguidor ferviente de esa interpretación de los asuntos de la fe. Claro que ambos podrían argüir que sus actos en Tacubaya contaron con la bendición sacerdotal de otra ficha de la misma estirpe, el padre Miranda. vimarisch53@hotmail.com

Añadido (25.30.104) De pronto, a los cuatroteros les salió el amor por lo europeo. ¿Cuál será el motivo? ¿Andarán en busca del ancestro perdido? ¿Acaso es que, como ya los han visitado muchas veces, les aburrieron Disneyland, Orlando, New York y Washington o existe otro motivo para evitar los EUA? ¿Se deberá a que, como ya forman parte de la nobleza gobernante, fueron a tratar de apalabrar un príncipe europeo para que venga y les arme su Corte… de los milagros?

Añadido (25.30.105) Ante el despido del ‘comediante” Steve Colbert de su programa en la cadena de televisión estadunidense CBS, en nuestro país, desde la carpa radiofónica, un par de “adalides de la libre expresión” dieron una versión retorcida al respecto. Lo presentaron como víctima, inflándolo hasta la estratosfera por ser, según ellos, un crítico mordaz de cuanto gobernante estadunidense hiciera mal las cosas. Lo que olvidaron de mencionar fue que al tipo lo corrieron porque nadie lo veía hasta el grado de generar pérdidas a CBS por 40 millones de dólares anuales. Asimismo, dejaron de lado que el sujeto no es sino una “mouthpiece” del Partido Demócrata al igual que lo son Jimmy Kimmel (ABC) y Jimmy Fallon (NBC).

Añadido (25.30.106) Tarde, se le hacía al francesito Macron para mostrarse al desnudo como un miembro digno de la cofradía antisemita, una tradición muy arraigada entre un número bastante significativo de galos. Si alguien lo duda, basta con revisar la historia.

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