Con el arranque del ciclo escolar 2025-2026, México enfrenta una oportunidad crucial para replantear su sistema educativo y alinearlo con las demandas del mundo digital. Organismos como la ONU, el Banco Mundial y la OCDE insisten en que integrar tecnologías de vanguardia en la educación básica es clave para el desarrollo de los países. Sin embargo, el Plan “Escuela Mexicana 2025” se queda corto al no priorizar disciplinas como inteligencia artificial (IA), robótica y ciberseguridad, esenciales en un contexto donde los delitos en línea contra menores son una preocupación creciente en el país.
México cuenta con un semillero de talento que demuestra su potencial a nivel global. Por ejemplo, el equipo Roverts, integrado por Angel Santiago López Romo, Aldo Esteban Dávalos Lomelí y León Jasid Madrid Ornelas, logró el segundo lugar en la categoría Robomission Primaria de la WRO Nacional, asegurando su pase al mundial en Turquía. Asimismo, Angela Elena Olazaran Laureano, de 17 años, fue reconocida como la mejor estudiante del mundo en el Global Student Prize 2024 por desarrollar un asistente médico virtual impulsado por IA. Estos casos son prueba del enorme potencial de los estudiantes mexicanos, pero también evidencian la falta de apoyo estructural para que este talento florezca.
El ciclo escolar 2025-2026 trae ajustes modestos, como una semana extra de descanso para docentes y la continuidad de los Consejos Técnicos Escolares. Sin embargo, estos cambios son insuficientes. Cualquier avance es positivo, pero no podemos rezagarnos como país.
Mientras países como Estonia implementan el programa AI Leap para formar a 58 mil estudiantes en ética digital y Singapur dedica el 30% del tiempo escolar a proyectos tecnológicos, México no logra incorporar módulos especializados en ciencia de datos o automatización en su Marco Curricular Común (MCC).
La inversión de 2,700 millones de pesos en infraestructura para crear 200 mil nuevos espacios en preparatorias es un paso adelante, pero sin programas educativos que promuevan habilidades digitales, estos esfuerzos corren el riesgo de permitir que sigan existiendo modelos obsoletos.
El nuevo modelo ECOEMS para el ingreso a bachillerato en el Valle de México, que sustituye al examen COMIPEMS, tampoco incluye evaluaciones prácticas en proyectos tecnológicos, una “oportunidad perdida” para fomentar creatividad y trabajo en equipo, según Maldonado.
Para cerrar la brecha propongo activar el modelo de la triple hélice: una colaboración efectiva entre el Estado, la iniciativa privada y la academia. Este enfoque, ejemplificado por el consorcio europeo Susa, que con 12.4 millones de euros forma profesionales en salud y datos mediante alianzas entre universidades y empresas, podría diseñar contenidos relevantes y laboratorios de innovación que conecten a los estudiantes con el sector productivo.
En la fundación Kooltivo (https://kooltivo.org) estamos marcando la pauta. En esta fundación, como digo, ofrecemos talleres accesibles en Microsoft Office, protección de datos, inteligencia artificial, edición de video con CapCut y programación para principiantes.“Invitamos a estudiantes, docentes y comunidades a sumarse a esta cruzada educativa por el futuro de México. Este tipo de iniciativas demuestra que, con recursos limitados, es posible democratizar el acceso a la educación tecnológica.
El bono demográfico de México se agota, y con él, la ventana para formar una generación competitiva en el siglo XXI. Si no se actúa ahora, el país arriesga quedarse atrás frente a otras naciones emergentes. El verdadero desafío no es solo aprobar exámenes de admisión, sino garantizar que los estudiantes mexicanos dominen las competencias digitales que el mundo exige. El futuro de México depende de nuestra capacidad para formar talento tecnológico antes de que sea demasiado tarde.
El regreso a clases es el momento para apostar por una educación que no solo prepare a los estudiantes para el presente, sino que los equipe para liderar el futuro.