Fuera de todo
Denise Díaz Ricárdez
La tecnología de las redes avasalla la inevitable nostalgia de aquellos rincones en escuelas, ciudades o pueblos donde se localizan los sitios a los que en su momento se asistía, con gusto, a leer o a estudiar: las bibliotecas públicas.
Ahora basta preguntarle a ChatGPT cuál es el río de mayor extensión en el mundo: en un instante, El Amazonas. O cuáles son los ríos más importantes de los cinco continentes: Europa, África, Asia, América, Oceanía, en segundos desplegará una lista con su nombre y características.
Así podemos seguir.
Leer en las bibliotecas sigue siendo una constante para muchos interesados y a la par un mero recuerdo de los encargados que atienden con diligencia los despistados, mujeres y hombres de todas las edades, que llegan.
En México, según datos del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, hay siete mil 476 bibliotecas públicas que atienden aproximadamente a un tercio de la población: 30 millones de usuarios.
Se estima que hay una biblioteca pública por cada 15 mil habitantes en las 32 entidades.
Así que en México de acuerdo con datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE), en México el promedio de lectura es de 2.8 libros por año, aunque otras fuentes (Lectupedia) lo colocan en 1.7 libros por año.
Sólo como asomo de comparación en Perú 3.3: Estados Unidos, 12; Francia, 17; Chile, 5.5., cada año.
Esto lleva a meditar la velocidad de las tecnologías en la obtención de informaciones diversas o comprar, abrir o consultar en bibliotecas públicas un libro sea por mera curiosidad, estudio, investigación o el mero placer de cultivarse, que parecen en vías de extinción ante las redes.
El dilema entonces: leer como sea, pero leer.