Por José Alberto Sánchez Nava
Dicen que en los tiempos de la Cuarta Transformación, el pueblo es primero. Y sí, primero en la fila del IMSS sin doctores, primero en la lista de espera del dentista comunitario con cita en 2029, y primero en enterarse —vía TikTok— de que sus héroes de la justicia social están recorriendo el mundo como si fueran parte de un catálogo de Luxury Travel Magazine.
¡Oh, la austeridad republicana! Aquella noble causa con la que se nos prometió gobernar con “la justa medianía” de Benito Juárez, que según esto significa no traer más de 200 pesos en la bolsa, pero sí poder gastar 20 mil euros en boutiques parisinas sin despeinarse… ni declarar impuestos.
Nuestros próceres modernos de la 4T se han vuelto backpackers de élite. Pero no se confunda, no cargan mochilas, cargan sobres. Sobres amarillos, sí, esos mismos que parecen multiplicarse como si tuvieran pacto con el mismísimo Chapo. ¿Su contenido? Misterio nacional. ¿Su destino? La caja fuerte del hotel cinco estrellas en Mónaco donde el minibar cobra en francos suizos y la vista al Mediterráneo se paga con tarjetas negras… que no son del Bienestar.
Mientras tanto, Alfonso Romo —ese misterioso asesor que desapareció más rápido que una medicina en el ISSSTE— parece estar de safari espiritual por los Urales, buscando los últimos rastros de Lenin o simplemente practicando el snow yoga en Siberia, porque el capitalismo salvaje de la 4T ya no lo emociona.
¿Y qué me dicen de los tours turísticos estilo Luis Miguel World Tour, pero con diputados de Morena? París, Londres, Nueva York, Dubái… Porque claro, cuando uno representa al pueblo, hay que ir a ver cómo viven los ricos… para luego poder imitarlos con mejor narrativa. Eso sí, todo con cargo a la moral revolucionaria y, cuando se puede, al erario también.
En este México mágico, el pueblo bueno ve los escaparates de Palacio de Hierro como si fueran vitrinas del Louvre. Observa los precios de la canasta básica con la misma incredulidad con la que ve a sus hijos terminar la secundaria sin saber leer, mientras los políticos de la transformación se pasean por tiendas donde los calcetines cuestan más que una pensión del Bienestar. Pero no hay problema: “Primero los pobres”… en ver cómo los nuevos ricos se dan la gran vida.
La seguridad, dicen, está mejorando. Claro que sí, pregúntenle al señor de la tiendita que fue extorsionado por tercera vez este mes o al taxista que ya tiene GPS directo a la fiscalía porque lo asaltan diario. Pero no se angustie, ¡presidencia tiene otros datos! Y esos datos deben venir de un planeta paralelo, donde las escaleras se barren de abajo hacia arriba, y donde la justicia llega volando en globo aerostático —pero se revienta en cuanto aterriza en Iztapalapa.
La barredora moral prometida ha resultado ser más bien una escoba mágica, de esas que sólo limpian el polvo de la oposición mientras dejan intactas las alfombras de corrupción entre compadres, sobrinos, nueras, primos y exgobernadores arrepentidos.
Así que no se confunda: esta es la austeridad 2.0, versión élite boutique, con desayunos orgánicos en Bruselas y fotos inspiradoras en las redes. “Aquí, en Roma, recordando que la patria es primero”, escriben nuestros próceres transformados, mientras el pueblo sube a un camión viejo con una mano en la cartera y la otra en el rosario.
La Cuarta Transformación, ese movimiento social que comenzó con tamales de chipilín y discursos en guayabera, hoy viaja en jet privado comiendo caviar y filosofando sobre justicia social entre copas de vino que cuestan lo mismo que el ingreso mensual de una familia entera.
Y tú, querido lector, no pierdas la fe. Porque mientras nuestros políticos se turistean el mundo en nombre del pueblo, tú puedes disfrutar del verdadero paquete “todo incluido” que ofrece la 4T:
- Aumento en precios,
- Disminución en servicios con baches del bienestar,
- Turismo de élite… pero sólo en Instagram con tu Smartphone.
¡Aplauda, que para eso se votó!
