Juan Luis Parra
Ahora resulta que hay que entender.
Entender a los activistas, entender la guerra, entender a Hamás, a Qatar, a Israel, al colonialismo, a los barquitos humanitarios y hasta a los chairos nuevos ricos.
Pero aquí no se trata de entender.
Aquí se trata de ver la realidad con los pies en la tierra: México no necesita más causas ajenas. México necesita que lo gobiernen.
Quienes reaccionaron a mi columna pasada con lágrimas y sarcasmos creen que la empatía internacional justifica el abandono nacional. Que el “valiente” es el que se va a hacer show con Gaza, no el que se queda a denunciar al crimen organizado de su estado. Que la compasión es más valiosa cuando se exporta.
No lo es.
No es que no entienda el conflicto. Lo entiendo tanto que puedo darles un repaso curioso por Gaza sin necesidad de ir o hacerme el culto.
Hamás, para empezar, no es una causa. Es una empresa. Con oficinas de mármol en Qatar, asesores de prensa, guardaespaldas y mansiones en barrios diplomáticos. Sus líderes no viven en túneles: viven en villas con aire acondicionado, comida gourmet y escoltas armados.
Mientras Gaza muere, ellos cobran cheques y reciben donaciones mil millonarias.
¿De qué viven? De la guerra. Cuantos más muertos, más dólares. Cuantos más bombardeados, más dinero cae desde Irán, Turquía, Qatar, y desde el zurdito occidental que cree que donar es resistir.
¿Y Qatar? Un microestado petrolero con una estrategia tan cínica como efectiva: financiar a grupos incómodos para sus vecinos. Juegan a ser mediadores, pero les conviene que el conflicto no se acabe nunca. Porque mientras exista Hamás, ellos tienen un asiento en la mesa de negociaciones.
No lo hacen por justicia, lo hacen por geopolítica. Por negocio.
Si no hay guerra, no hay nada que negociar y entonces Qatar pierde su reflector internacional.
¿Y del otro lado? Israel, con un gobierno que ha decidido prolongar una guerra inútil, envenenado por sus propios fanáticos y liderado por un primer ministro que ya solo gobierna con bombas. Bombas que, por cierto, ni siquiera le pegan a su objetivo. El show debe continuar, aunque cueste 65 mil muertos.
Entonces sí, entiendo el conflicto. Entiendo que no hay santos.
¿Y qué?
Entender no sirve de nada cuando el país donde vives se desangra.
Gaza tiene una guerra brutal. ¿Pero qué es México? ¿Una zona turística? ¿Un edén?
Treinta mil asesinados al año. Cien mil desaparecidos. Setenta y cinco diarios. Fosas que no paran de crecer. Una guerra sin tanques ni soldados, pero con carros monstruos y drones explosivos.
Y el enemigo aquí no es extranjero.
Es interno. Es el crimen organizado.
El verdadero Israel de México. No porque defienda, sino porque bombardea y cobra impuestos, mal llamado cobro de piso.
¿Y qué hacen los gobiernos ante eso? Nada.
Porque no pueden. Porque sin ese dinero sucio no ganan elecciones, no controlan territorios, no saben operar políticamente, no hacen giras, no compran lealtades.
El narco financia parte de su maquinaria. Y sin esa maquinaria, se les acaba la narrativa que nadie quiere escuchar.
Por eso prefieren posar de víctimas. Actuar como mártires, usando Gaza como accesorio, mientras son los dueños absolutos del poder. Tienen todo: presidencia, congreso, cortes, propaganda, redes. Pero siguen actuando como si vivieran sitiados por Calderón.
Presumen una aprobación del 75%.
¡Pues faltaba más! Si te gastas miles de millones de pesos del erario en promocionarte todos los días, en cada medio, en cada pantalla, hasta en las tortillas, lo mínimo que puedes tener es buena imagen. Una imagen hueca, inflada, falsa. Pagada por todos nosotros.
¿Y aun así se atreven a decir que eso los legitima?
México no combate al crimen porque el crimen es parte de su economía política. No es un error, es una simbiosis.
Morena no gobierna: administra la narrativa. Y sin ese show, se quedan desnudos. Sin víctimas, no tienen personaje. Sin espectáculo, no tienen voto.
Y eso es lo que buscan: show, no justicia.
Así que no, no se trata de Gaza. No se trata de “entender”.
Se trata de dejar de actuar como si el mundo necesitara nuestros lamentos cuando ni siquiera somos capaces de limpiar nuestra propia casa.
Los que buscan mártires están en el poder.
Los que buscan justicia, están solos, perseguidos o enterrados.