* Presenciamos la ceremonia fúnebre de lo que fue un proyecto de nación. No cuajó en 1821, ni con las Leyes de Reforma, tampoco como consecuencia del Imperio, y tristemente también celebramos las exequias de la Revolución, cuya norma constitucional nunca quisieron cumplir
* Cuando decimos que los corruptos de Morena y del mundo son unos animales, justo por eso lo son, por las razones expuestas ¡son unos animales! La buena vida para ellos es una vida animal
Gregorio Ortega Molina
Llego a la conclusión de la inexistencia de un adjetivo adecuado para calificar lo que nos sucede a los mexicanos. Sí, estamos inmersos en una crisis cuyo origen está perfectamente identificado por los de adentro y los de afuera, de ahí la cantaleta en contra de la injerencia en los asuntos internos de México, cuando ésta tiene su origen dentro de nuestro modelo político y nuestra manera de ser; lo cierto es que los narcotraficantes mangonean a la 4T y a todos los niveles.
Virgil El Turco Sollozzo supo lo que eso significa, y por ello solicitó a Vito Corleone le compartiera las autoridades compradas con tanto esmero. Es una simbiosis, se sirven unos a otros y propician la muerte de la democracia. Las decisiones de la administración pública dejan de ser competencia exclusiva de las autoridades políticas y administrativas, para ser determinadas por los intereses de los delincuentes.
Las otras vertientes del comportamiento humano y sus derivaciones, son narradas con exactitud por John Connolly en Todo lo que muere, título que nos lleva a la evocación de lo que no somos capaces de anticipar, pero sucede, como en el Puente de la Concordia, o con lo que encuentran los grupos de madres buscadoras en las fosas clandestinas. Y de todas formas reina la impunidad, como en el caso de la estación migratoria de Ciudad Juárez, o del puente que se quiebra en la Línea Dorada del metro de la Ciudad de México.
El personaje de Connolly se presenta y nos ilustra sobre su conducta: “Durante la época que fui inspector, había tratado alguna vez con los hombres de honor y siempre me dirigía a ellos con cautela y sin arrogancia ni presunción. El respeto debe pagarse con respeto y los silencios deben interpretarse como señales. Entre ellos, todo tenía un significado y en su forma de comunicarse aplicaban las mismas economías y eficacia que en sus métodos de violencia.
“Los hombres de honor hablaban sólo de lo que les atañía de forma directa, respondían sólo a preguntas específicas y preferían guardar silencio a mentir. Un hombre de honor estaba absolutamente obligado a decir la verdad y no quebrantaba estas normas más que cuando lo justificaba el comportamiento anómalo de los demás. Ello presuponía, para empezar, que se consideraba honorables a los chulos, a los asesinos y a los narcotraficantes, o que el código no era más que el extemporáneo ceremonial de otra época, conservado para conferir una pátina aristocrática a matones y criminales”. Los nombres para ilustrar la descripción son muchos, comenzando por el gesto de rendir pleitesía a María Consuelo Loera Pérez en el cruce de un camino.
Lo que presenciamos con ese gesto es la ceremonia fúnebre de lo que fue un proyecto de nación. No cuajó en 1821, ni con las Leyes de Reforma, tampoco como consecuencia del Imperio, y tristemente también celebramos las exequias de la Revolución, cuya norma constitucional nunca quisieron cumplir.
Connolly cita a Sir Thomas Browne, y nos endilga: “Moral cristiana: <<No contempléis las cabezas de la muerte hasta que no las veáis, ni miréis objetos mortificantes hasta que los hayáis pasado por alto>>… Todo entra en decadencia, todo debe terminar, tanto lo malo como lo bueno”.
No es una catástrofe, es el inicio de la pudrición con el anuncio de que todo muere.
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Todo indica que las lectoras están absolutamente despiertas y atentas a lo que sucede. En reacción a mi texto del lunes último:
Es espeluznante decirlo, pero hay que reconocerlo: México es un país de matones que tiene a la población aterrada de hacer su vida “normal”.
Con el distractor de la retroactividad del amparo quitan la atención sobre lo esencial: la pérdida del amparo para defendernos. Ay sí, ¿ya todos contentos con quitar la retroactividad no? ¡Ni ma…!
La reacción al texto del martes es amplia:
Habríamos de preguntarnos qué es una buena vida, una vida bien vivida. Para los corruptos nos parece obvio lo que es una buena vida: lujos y placeres sensitivos del gusto, del olfato, de la vista, del tacto y del oído. Es decir, anhelan los bienes que colman la vida vegetativo-sensitiva. Es la escala más baja, aunque necesaria, del ser humano quien también puede elevar su vida al plano intelectivo y al plano moral.
El nivel intelectivo nos permite conocer los bienes y el nivel moral nos permite perseguir los bienes o rechazarlos. Para el corrupto los bienes primordiales son los concreto-sensitivos: la comida gourmet, los perfumes caros, los autos vistosos, las casas exuberantes, las pieles suaves, los relojes de diamantes, las fiestas opulentas. Aspiran a las emociones excitantes. Pero hasta ahí llegan. No ascienden al plano de la verdadera buena vida que es el ejercicio y la práctica de las virtudes intelectuales, como la búsqueda de la verdad, o de las virtudes morales como el servicio a los demás. Las especies animales también tienen una vida sensitiva: buscan el alimento y la supervivencia, pero -a diferencia del ser humano- no tienen acceso a las virtudes intelectuales y morales.
Por todo lo anterior, cuando decimos que los corruptos de Morena y del mundo son unos animales, justo por eso lo son, por las razones expuestas ¡son unos animales! La buena vida para ellos es una vida animal.
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@OrtegaGregorio