Anahí García Jáquez
Iping. Inglaterra. Finales del siglo XIX. Una noche, en plena tormenta de nieve, un hombre llega a The Coach and Horses, la posada del pueblo, buscando hospedaje. El forastero, que llama la atención de los dueños del local, guarda un secreto que sorprenderá a los habitantes del pueblo.
El hombre invisible es un trabajo del escritor inglés H.G. Wells y, con el paso del tiempo, se ha convertido en un clásico de la literatura de horror y de ciencia ficción. Un narrador en tercera persona nos cuenta la historia de Griffin, un estudiante de medicina que, en medio de toda esta ola de descubrimientos que se dieron en esta época en particular, se convierte en aprendiz de científico y decide trabajar en un experimento en el cual, a través de la refracción de la luz, hace invisibles a las personas y a los objetos. Él viene huyendo desde Londres hasta el pueblo de Iping, donde se encuentra con el doctor Kemp, un conocido suyo de la universidad, a quien le cuenta todo aquello que le ha sucedido, esto con el propósito de recibir su ayuda para lograr sus oscuros fines. Pero, sobre todo, le hace saber que experimentó consigo mismo y ahora Griffin es un hombre invisible que tiene que esconder dicha condición.
Al comienzo del texto, se nos habla de la llegada de Griffin a este pueblo y las reacciones que genera, pues está rodeado de un halo de misterio y es diferente a todo lo antes visto, por lo que el autor nos muestra el miedo a lo desconocido, ese sentimiento tan primitivo que genera respuestas por demás diversas en un ser humano pero que, al sentir una amenaza, puede convertir al más pacífico en un ser violento, pues hay que defenderse y recurren al ataque con el fin de protegerse de este intruso. Una vez que la gente del pueblo descubre el secreto de Griffin, éste se siente con toda la libertad de andar y hacer y con ello, empieza a sembrar el pánico pues su conducta es totalmente impredecible, aunado al hecho de que no puede ser visto, lo cual le da más libertad.
Y es justo este punto el más importante a tratar en el texto pues, a través de la figura de Griffin, el autor nos muestra hasta qué grado puede llegar la pérdida de la humanidad en un hombre que, sin sentir empatía por nadie y desde su aislamiento de su entorno, es capaz de crear esta fórmula para ser invisible con el propósito, no de pensar en el bien común, sino de aterrorizar (pues tiene la idea de instituir un “reinado del terror”) para así satisfacer sus ansias de riqueza y poder.
Es pues, este ejemplo, uno muy claro de la falta de ética y moral a la hora de utilizar un conocimiento para avanzar y crear pero sólo buscando el beneficio de su creador. Su contraparte sería el doctor Kemp, quien trata de ser esta especie de brújula moral para intentar mantenerlo por el camino correcto, pues sabe que Griffin no acabará bien debido a esa falta de escrúpulos que lo lleva a destruir lo que halla a su paso.
El hombre invisible es un texto relativamente corto, ágil y muy emocionante que se lee rápido una vez que el lector se ha involucrado con el texto, ya que el suspenso, la acción y el terror están presentes en todo momento además de que incluye descripciones detalladas con sus correspondientes explicaciones científicas que pueden ser del gusto de ciertos lectores interesados en dicho campo. Algunos podrán sentir que este libro envejeció mal, mientras que otros lo sentirán muy actual. Sin embargo, coincidirán que hay una moraleja, quizá muy simple, pero que jamás perderá su vigencia y que, en este caso, nos recordará lo que sucede cuando la inteligencia es usada para destruir, más no para edificar. Uno de los tantos lados malos del progreso.