Corre, lee y dile
Por Germán Martínez Aceves
La ilusión en el campo inicia cuando aparecen los primeros colores del alba. Mujeres y hombres se levantan para comenzar sus labores. En el Sotavento, la frescura matinal que emana del caudal acompasado del río sea acompaña del canto de las aves. En la mente y en la memoria de la comunidad está presente que la vida es una fiesta que deriva en fandango.
Por la sangre y la piel corre el espíritu del son que encuentra su expresión en el alegre rasgueo de las cuerdas de la jarana, la leona y el arpa; en las percusiones del cajón, del pandero y la quijada de burro; en la tarima que resonará al compás del taconeo que retumba como el corazón y remata en la sonrisa de las mujeres que extienden sus vestidos como alas de mariposa y en el cortejo de los hombres que lucen su paliacate al cuello y su sombrero de cuatro pedradas.
Y vengan los versos: “Ver las flores es hermoso/ y mi corazón agrada, / y mi corazón agrada, / ver las flores es hermoso. / Se vuelve uno muy goloso/ más no hay en el mundo nada/ como tu canto garboso/ y el fuego de tu mirada/”.
En el sur de Veracruz nace el alma que forma parte de la identidad del estado y ahí aparece Ana Zarina Palafox, quien vive, estudia, crea y recrea al son jarocho con versos inagotables, con la ejecución de diversos instrumentos y con el tiempo necesario para investigar, aprender y enseñar la cultura del Sotavento.
Un día, su amiga Alejandra Cuervo le propuso hacer un cuento sobre la gran fiesta de las comunidades jarochas y así nació Cuando hicimos un fandango, coeditado por Elefanta Editorial, Estudio Plumbago y la Editorial de la Universidad Veracruzana, con prólogo de Andrés Moreno e ilustraciones de Eréndira Derbez.
El fandango es tan majestuoso como el río Papaloapan. En él fluyen las culturas africanas, árabes y españolas que se fusionan en el alma sotaventina a ritmo de son. Niños, adolescentes y adultos, todos son creadores y protagonistas de una identidad colectiva que se transmite de generación a generación.
La historia que confecciona Ana Zarina Palafox tiene como protagonista a Lupe, adolescente que admira a Flor, su abuela, y de quien próxima estará a cumplir años. La sorpresa para festejar será hacer un fandango. Pero ¿Qué es? ¿Cómo se hace? ¿Qué se necesita? Las preguntas brotan de la mente juvenil y la respuesta está en las décimas que dice la abuela:
“El fandango es una flor/ de corola compartida. / La tarima, enardecida, / brilla, sueña y da calor. / El fandango es el amor / de cuerdas, voces y viento. / La tarima es monumento / de convivio espiritual / y es, en su esencia ritual, / tesoro del Sotavento. / Tesoro del Sotavento / de raigambre campesina, / la identidad se cocina / perfumada con tu acento. / El fantasmal batimento / voz del duende trovador, / es tameme portador, / profecía y vaticinio. / A la hora del conticinio / el fandango es una flor/.
Manos a la obra para fabricar la sorpresa. Lupe va con don Marcos, el carpintero, quien le dice donde conseguir a los músicos y una tarima, el lugar es la Casa de la Cultura donde está el profesor Andrés. No hay fiesta sin comida y la indicada para hacer los mejores tamales es doña Mar sin faltar el café y el pan.
Conforme la idea avanza, los pobladores se suman al festejo, ya sea para cargar la tarima, ya sea para aportar adornos, ya sea para arreglarse porque, piensa Lupe, “fandango parece una palabra mágica: la dices y la gente quiere ayudar”.
A través de Lupe, Ana Zarina Palafox nos transmite el entusiasmo de “armar un fandango” y lo trasmite de la mano de Eréndira Derbez, quien hace las ilustraciones llenas de color, de movimiento, de pieles morenas, de música, de fiesta, de comida y de algarabía.
Y no hay que ir por los músicos, pues son los mismos vecinos, los personajes cotidianos que a la menor provocación sacan sus jaranas que transmiten el embrujo que atraerá a las y los bailadores que rezumbarán su gusto en la tarima en ese estrecho vínculo que, como dice Andrés Moreno, “permite convivir y reencontrarse como individuos y como sociedad”.
Doña Flor es festejada. La fiesta brota espontánea mientras el son rezumba y suena y de la inventiva popular surgen las décimas tradicionales y espontáneas, y el zapateo se suma al concierto de jaranas y percusiones. La alegría estalla, la nobleza campesina de mujeres y hombres es la muestra que lo colectivo es el mejor cimiento de la identidad. Es el fandango aquí, ahora y siempre.
Cuando hicimos un fandango de Ana Zarina Palafox con ilustraciones de Eréndira Derbez y prólogo de Andrés Moreno es una coedición de Elefanta Editorial y la Editorial de la Universidad Veracruzana, 88 páginas, 2025.
Para conseguir el libro consulta: