• La pobreza se reproduce como la mala yerba
• Hablan de ella los políticos, pero no la conocen
La pobreza. La estudia medio mundo, los sociólogos, los sicólogos sociales, los expertos en salud pública, los antropólogos, y hasta los políticos.
Pero, ¿conocen realmente lo que es la pobreza?
Porque más allá de las cifras, de las gráficas y de los porcentajes, hay un submundo de masas humanas que carece de lo más indispensable, o que vive con las tripas enredadas, y que clama venganza, y que debería de hacer recordar que nadie tiene derecho a lo superfluo mientras alguien carezca de lo estricto, como lo advirtió dramáticamente el nicaragüense Rubén Darío.
Murió Nelson Mandela y se llevó a la tumba – ahí donde se pasan la muerte los hombres que viven debajo de la tierra, parafraseando a Sabines – su desesperado deseo de que los paupérrimos de su tierra, Sudáfrica, llegaran a conocer casa, vestido y sustento dignos, porque conoció la pobreza y hasta la cárcel creída infinita.
Pero los políticos mezquinos o mañosos, o ladrones, o ingenuos, qué saben de las condiciones de exclusión, de apretujamiento, de ansiedad en que sobreviven millones de seres humanos en el mundo.
En México, a pesar de las cifras, de las encuestas del Coneval o del INEGI, las mayorías son pobres. Basta treparse al Metro, a esas inmundas vitrinas rodantes llamadas microbuses, caminar por las calles, para ver junto a uno a legiones de pobres, de clases medias para abajo: gente mal vestida, mal comida, de salud precarísima, angustiadas porque la paga no les alcanza.
Solo las cifras oficiales de México. 114 millones de habitantes, digamos. 48 millones de ocupados; 16 millones inscritos en la seguridad social; 24 millones debatiéndose entre la inseguridad y la desesperación en la economía subterránea. Y la mayoría, sobreviviendo al día. Sin esperanzas, formando filas interminables a las medias noches en las estaciones de cualquier transporte público, pinchurriento transporte público.
En México no le haga caso a las estadísticas. Por lo menos hay 80 millones de pobres. Pobres y los que van sumándose, que se matan trabajando en lo que sea. Pobres en Las Lomas, en Santa Fe, en el Paseo de la Reforma, que tienen que ir de traje y corbata, o de vestidos o faldas digamos que decorosos, pero que a la hora de revisar sus miserables cuentas de debido, se encuentran con que los 3,000 o 4,000 pesos quincenales no les sirven más que para maldita sea la cosa. Millones de profesionales de todas las ramas del conocimiento, con un sueldo miserable por hacer una cirugía en las instituciones de salud públicas, o que trabajan de periodistas 25 horas al día y reciben una miseria por su trabajo.
Con datos proyectados al 2013, la pobreza estaría afectando a unos 164 millones de personas en la Latinoamérica, igual número que en 2012. Una tercera parte casi de la población. De tal cantidad, 68 millones se encuentran en la extrema pobreza o indigencia (11.5 %). Y esto significa que lo que los cepalinos llamaban “reducción” de la pobreza se ha frenado.
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