• Amapola, lindísima amapola…
• Cocula, Iguala, Ayotzinapa…
Morir en el Pacífico no es una novela de Héctor Aguilar Camín. La de éste se titula Morir en el Golfo.
Morir en el Golfo no es morir en el Pacífico, no es vivir bajo amenazas en la comunidad de Ayotzinapa, o ser secuestrado y desaparecido en el mero Iguala de la Independencia de México, firmada por un “emperador”, y menos ser asesinado, dicen, en Cocula.
Morir en el Golfo es la historia de la corrupción en el sindicato de los petroleros.
Morir en el Pacífico es el drama de los secuestros masivos y los cementerios clandestinos, perpetrados o cavados quién sabe por quién, si por sicarios del crimen organizado, o de las bandas de criminales de cuello blanco y corbata, que también endiosan a la amapola.
Pues la historia de Ayotzinapa, en donde se requiere ser un jovencito de 20 añitos para no terminar la carrera de maestro rural y ser desaparecido para siempre, no se acaba en el río de Cocula, ni en las bolsas de plástico negras supuestamente analizadas por expertos de una universidad de la austriaca Innsbruck..
Morir en el Pacífico se ha convertido ya en un modo de vivir para morir a manos de paramilitares, secuestradores y asesinos, organizados para matar en nombre de una diabólica divinidad, la Amapola, “lindísima amapola”, una de las más hermosas y fascinantes flores que nacen entre los cementerios clandestinos del estado de Guerrero, y proveen de Opio y de ríos de dinero a sus comercializadores.
La amapola, una poderosísima razón para asesinar a quien se atreviese por la ruta mexicana del opio. Bien vale la amapola 43 jovencitos desaparecidos.
Pues resulta que este miércoles, mientras el presidente de la república anunciaba que el jueves daría a conocer una nueva estrategia, ahora para fortalecer a los municipios frente al crimen, la cadena de televisión France 24 daba a conocer que hombres con el rostro cubierto se llevaron, el pasado 7 de julio de este año, a plena luz del día, a 31 adolescentes, niños y niñas de Cocula, en supuestos vehículos oficiales y hasta la fecha sus familiares no saben nada de ellos.
En un reportaje publicado este día, el medio francés dio a conocer los hechos, supuestamente perpetrados meses antes de la desaparición de los 43 normalistas en Iguala.
De acuerdo con el medió francés, los familiares de los secuestrados fueron obligados, bajo amenazas, a guardar silencio, pero se animaron, aunque aterrados.
De acuerdo con el análisis de los reporteros de la televisora francesa, el silencio de los deudos, “su silencio colectivo, se debe en parte a lo que pudiera ser otro caso de complicidad entre las autoridades locales y los cárteles de la droga.
Los captores se habrían llevado a los estudiantes de secu
ndaria en vehículos de la policía que ni siquiera se molestaron en camuflajear”, de acuerdo con el reportaje de France 24. La madre de uno de los niños presuntamente secuestrados habría relatado al personal de la televisora:
“El pasado 7 de julio yo estaba en el centro del mercado cuando los asesinos llegaron y se llevaron a los niños. Ellos se llevaron a mi hija con los otros. Ellos se los llevaron cuando salían de la escuela y no sabemos para dónde se los llevaron”.
Hasta aquí los datos duros del presunto secuestro, que las autoridades ministeriales tienen que aclarar ya, porque es otra mala noticia, noticia horrible, de terror, sobre la que no puede haber sombra de duda.
Los mexicanos no merecen vivir la vida bajo el régimen de terror del crimen organizado, de los escuadrones de la muerte, escuadrones de élite, de cuerpos de policía comandados por los cárteles criminales, de autoridades coludidas con los capos. Esa no es vida.
Peña Nieto tiene la palabra:
Y la tomará este jueves para anunciar, en Palacio Nacional, “acciones para fortalecer a los municipios frente al crimen”, acciones que podrían significar reformas constitucionales en torno al Artículo 115, que consagra al Municipio Libre, que ya no sería tan libre con la unificación de los mandos policiales. Acciones que deberían ser contundentes, definitivas, que den buenos resultados, y no barriles sin fondo de los presupuestos.
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