RODOLFO VILLARREAL RÍOS
Tras de mucho cavilarlo, dado que lo hemos abordado anteriormente, decidimos incursionar una vez más en el tema. El jueves anterior, 31 de agosto, se cumplió un siglo de que los gobiernos de México y los EUA anunciaron la firma de los Acuerdos General y Especial de Reclamaciones los cuales en nuestro país son conocidos como Los Tratados de Bucareli. Alrededor de ellos, se tejió una leyenda negra que como bola de nieve en descenso fue creciendo a lo largo del tiempo.
Para construirla no se aportó prueba alguna, excepto la transmisión verbal del me dijo un amigo del compadre que conoce a fulano que, en esos Acuerdos, Obregón vendió al país y lo condenó a no industrializarse. Y en ese descenso se incorporaban todo tipo de historias que acrecentaban “la traición.” Este escribidor, también, compró las narrativas sin tomar la precaución de documentarse en fuentes primarias.
Así estuvo hasta que se convirtió en historiador.
Hace muchos años, tantos que la neblina de los tiempos ha tejido una capa gruesa sobre ellos, este escribidor quien era un lector ávido de la historia, pero no especialista en ella, se enfrascó en una discusión que involucraba a dos personajes. Uno era Villa, el otro el presidente Álvaro Obregón Salido. La interlocutora era una dama, entonces nuestra amiga, quien defendía al segundo personaje, mientras que nosotros nos mostrábamos a favor del primero.
Como testigo estaba alguien quien, tiempo después, se convertiría en un director teatral muy importante a nivel nacional. Aquello dio inicio con un intercambio de puntos de vista que poco a poco fueron tomando tracción y el tono de la voz registrando decibeles más altos. Nosotros, entonces, aun vivíamos con lo comprado acerca de la leyenda de Villa y, de oídas, habíamos registrado sobre que Obregón, al firmar los Tratados de Bucareli, cometió un acto de traición a la patria.
La contraparte argüía en contrario a nuestra postura. Dejándonos llevar por la pasión, y la ignorancia, adoptamos posturas radicales y el intercambio de puntos de vista terminó en el rompimiento de amistades. Muchos años habrían de trascurrir hasta que llegaron los días en que la oscuridad de la noche le cayó a la patria y a ella habría de acompañarla el fin de nuestro ciclo como servidores del Estado Mexicano. Así, llegó la hora de reinventarnos.
En ese contexto, decidimos regresar a las aulas para iniciar nuestra etapa tercera como estudiantes. Dado que los acontecimientos ocurridos durante la década de los 1920s siempre nos generaron curiosidad, decidimos que las relaciones entre México y los EUA en ese período serían el tema para elaborar nuestra tesis de maestría y la disertación doctoral.
En esa forma, fuimos descubriendo cuan ignorantes éramos respecto a los acontecimientos ocurridos en esos años. Tras de abordar el tópico de las Conferencias de Bucareli como parte de la narrativa de ambos documentos, convencidos de que la “verdad” que vendieron al respecto, a nosotros y muchos más, no tenía sustento. Ante eso, decidimos profundizar en el tema.
Nos fuimos a revisar los documentos del departamento de estado, los del presidente Woodrow Wilson recopilados magistralmente por Arthur S. Link y por supuesto las minutas (en su versión de inglés y español) de las reuniones efectuadas, entre mayo y agosto de 1923 en la casona de Bucareli 85, entre los representantes de los gobiernos de México y los EUA. Asimismo, pusimos énfasis especial a la hora de revisar el contenido de los Acuerdos publicados en el Diario Oficial del Gobierno de México y los textos publicados por el Senado estadounidense con respecto a dichos Acuerdos, al igual que los debates originados en el Senado mexicano.
Tomando en cuenta toda esa información fue factible que pudiéramos estar en condiciones de elaborar un libro sobre las Conferencias de Bucareli. Decidimos dejar a un lado las versiones que al respecto se habían presentado y exponer la nuestra en base al análisis de la información con que contábamos sin importarnos sí coincidía o no con la versión que predominaba en la conseja popular.
Conforme armábamos el documento nos íbamos percatando de que el asunto de las reclamaciones y sus negociaciones entre México y los EUA se remontaba hasta los tiempos del estadista Juárez García transitando por el interinato de León De La Barra hasta llegar al informe último del estadista Carranza Garza. Todo esto es poco conocido y ninguno de ellos adoptó el papel de apátrida a la hora de discutir el tema con su contraparte.
En igual forma, poco se menciona que ante la carencia de reconocimiento por parte del presidente Wilson al gobierno del presidente De La Huerta Marcor, se mantuvieron negociaciones no oficiales que estuvieron a punto de culminar satisfactoriamente si no se les termina el tiempo en el cargo a ambos.
Asimismo, es muy raro que se resalte como entre 1921 y el inicio de las Conferencias de Bucareli en mayo de 1923, los gobiernos del presidente Obregón Salido y el de Warren Gamaliel Harding establecieron un canal de comunicación diplomática no oficial en donde el mexicano se resistió a firmar tratado alguno mientras no se reconociera su gobierno. Esto, no fue obstáculo para que se firmara el Acuerdo De La Huerta-Lamont relacionado con la reestructuración de la deuda externa mexicana.
Todo lo anterior, permitió que al momento que se pusieron de acuerdo para negociar ya tuvieran una base de sustentación de donde partir plasmada en documentos diversos. De esta manera, el 14 de mayo de 1923, los representantes mexicanos Fernando González Roa y Ramón Ross y su contraparte estadounidense, Charles Beecher Warren y John Barton Payne, pudieron iniciar las reuniones.
Durante los tres meses siguientes se intercambiaron puntos de vista no siempre coincidentes, pero encaminados a lograr un acuerdo satisfactorio para las dos partes. En medio de ello, se suscitaron un par de eventos diametralmente opuestos. En la parte poco seria se anota el día en que el representante mexicano Ramon Ross regresó a la reunión vespertina con el ánimo patriótico exacerbado.
Se había ido a comer al Casino Sonora-Sinaloa y, para que los bocados no se le atoraran, los regó con fermentos de esos que alteran los sentidos y causan adormilamiento. En esas estaba cuando escuchó a Warren referirse a algo acerca de Panamá. Vaya usted a saber que cruzó por la cabeza de Ross quien despertó convertido en un energúmeno profiriendo palabras altisonantes en inglés en contra de las progenitoras de los miembros de la delegación estadounidense, al tiempo que reclamaba que él si dominaba dicho idioma.
Los visitantes estimaron que era el momento de dar por concluida no solamente la reunión sino las platicas en general. Ante la gravedad del asunto, Juan F. Urquidi quien, oficialmente, actuaba como secretario e interprete, y de manera extraoficial era la oreja del secretario de hacienda, De La Huera Marcor, fue a buscar a Roberto Pesqueira para irle a avisar al encargado de las finanzas acerca de lo sucedido.
Tras de conferenciar con el presidente Obregón, este le encomendó a De La Huerta que negociara la continuación de las reuniones, tal y como sucedió. En el otro extremo, el 2 de agosto, falleció el presidente Harding lo cual generó la suspensión temporal de las charlas que, tras de reanudarse, concluyeron el 15 de agosto.
Finalmente, el 31 de agosto, se anuncia que se llegó a un acuerdo al amparo del cual se generaron los Convenios Especial y General de Reclamaciones. En México, se dio a conocer a las 10:24 de la mañana y en Washington a las12 horas. Muy poco se menciona que, en México, al anunciarse la noticia, las campanas de los templos se echaron a vuelo, las sirenas de los carros de policía y bomberos fueron encendidas y varios restaurantes ofrecían comidas y cenas especiales para celebrar el acontecimiento, inclusive el San Ángel Inn regalaba champaña a sus comensales. En general, los diarios de ambos países presentaron opiniones favorables al acontecimiento. Pero no todo fue armonía.
Habían trascurrido 21 días de la firma mencionada cuando De La Huerta se apersonó ante el presidente Obregón para presentarle su renuncia aduciendo problemas de salud. En realidad, ya se había percatado que él no sería el escogido como candidato presidencial. Dado que el mandatario mexicano le tenia una estima alta a su paisano, lo convenció de que no renunciara. Al día siguiente, sin embargo, en el diario El Mundo, Martin Luis Guzmán Franco publicó la carta de renuncia de la cual, De La Huerta, supuestamente, había dejado una copia mal parada en su casa a la cual tuvo acceso el historiador-periodista.
Como era de esperarse, Obregón consideró aquello una traición y cesó a su colaborador. Días mas tarde, el 25, De La Huerta envió un telegrama al secretario de gobernación, Plutarco Elías Calles Campuzano indicándole que renunciaba por dos motivos. Uno, no estar de acuerdo con el manejo político que el presidente dio a los casos de San Luis Potosí y Nuevo León. Otro, por tener problemas de salud. Cuando el estadista futuro, Elías Calles, es ungido como candidato, quienes simpatizaban con De La Huerta y se oponían a Obregón convencieron a don Adolfo de rebelarse y tomar las armas.
Cabe apuntar que el Convenio Especial fue firmado, en la Ciudad de México, el 10 de septiembre de 1923. Y, en esencia, México adquiría el compromiso de resarcir los daños que los ciudadanos estadounidenses hubieran sufrido en sus personas o pertenencias durante el periodo comprendido entre el 20 de noviembre de 1910 y el 31 de mayo de 1920. Por otra parte, el Convenio General, se había firma do en Washington el 8 de septiembre de 1923. Mediante ello, los gobiernos se comprometían a atender las reclamaciones que ciudadanos de ambos países realizaran a partir de la firma, el 4 de julio de 1868, de la firma de la Convención de Reclamaciones. En este caso se excluía lo considerado en el Convenio Especial. Mientras tanto, los delahuertistas inconformes iban más lejos.
El 7 de diciembre de 1923, aparece el Plan de Veracruz en el cual no se hace mención alguna a los llamados Tratados de Bucareli, todo se circunscribe a los asuntos políticos referidos. Para entonces, De La Huerta estaba ya convertido en perro del mal acusado, injustamente, de malversación de fondos. La rebelión delahuertista estaba en todo su apogeo y, al amparo de ella, se ejecuta uno de los crímenes más atroces, que pocos se atreven a achacarle, cometido el 3 de enero de 1924, y que termina con la vida del gobernador de Yucatán, Felipe Carrillo Puerto
Durante el mes de diciembre, se debatió en el Senado mexicano la aprobación o no del Convenio Especial. Las discusiones fueron candentes partidarios y contrarios exponían su punto de vista con pasión sin igual. Finalmente, el 27 de diciembre, se realiza la votación aprobándose por 42 a favor y seis en contra. Respecto al Acuerdo General no pudieron establecer arreglo alguno.
Sería el 3 de enero de 1924, cuando se llama a Sesión Extraordinaria del Senado para tratar el tema, reuniones que iniciarían el 14 de enero con loa ánimos muy contrariados. Las opiniones no lograban coincidir, al tiempo que, en el campo de batalla, las fuerzas delahuertistas insistían en su afán por obtener la victoria. En medio de eso, un sujeto impresentable quien actuaba como diputado y líder de la CROM, Luis Napoleón Morones Negrete lanzó una amenaza.
Espetó que por cada uno de los suyos que cayeran como lo habían hecho con Carrillo Puerto, se llevarían a cinco de losa contrarios que se opusieran a la firma del Acuerdo General. En ese contexto fue como, el 23 de enero, fue asesinado el senador por Campeche, Francisco Field Jurado quien se oponía a la firma del Acuerdo. Hasta donde fue por su oposición y hasta que punto en venganza por lo del mandatario yucateco, vaya usted a saberlo, de lo que no hay duda es que se trató de un acto bestial. Al final, el 1 de febrero, se somete a consulta el Acuerdo General dando por resultado 28 votos a favor y 14 en contra.
A la par, en los EUA, el Especial lo aprobó el Senado el 23 de enero de 1924, mientras que en el caso del General se le dio el visto bueno el 1 de febrero de 1924. El 4 de febrero de año mencionado, el presidente Calvin Coolidge ratifica ambos Convenios, y el 16 de febrero lo hace el presidente Álvaro Obregón Salido.
Una vez derrotados militarmente los rebeldes delahuertistas y con Adolfo en el exilio sufriendo penurias, los resentidos por el fracaso, se dieron a la tarea de empezar a construir la leyenda negra alrededor de lo que se denominaron los Tratados de Bucareli. Todos sus dichos los sustentaban en consejas narradas por terceros y documentos secretos que nadie había visto, pero de los cuales daban santo y seña.
Que, si el país se comprometió a no industrializarse por los siglos de los siglos, que sí el petróleo mexicano sería para los estadounidenses hasta la eternidad y así por el estilo. Poco más de tres décadas después, don Adolfo, ya muy cercano a la partida, decidió dictar sus memorias a Roberto Guzmán Huerta y nos proporcionó una versión “nueva” sobre su actuación en aquellos días. De pronto, se convirtió en el paladín del nacionalismo y arguyó haberse opuesto a la firma de los Acuerdos por desconocer su contenido y que ese desacuerdo lo llevó a renunciar.
Olvidó que fue él quien evitó que se cancelaran las reuniones. Que asistió a todas las reuniones de gabinete en donde se discutían que pasaba en dichos intercambios. Que en su renuncia jamás mencionó eso como el motivo de su dimisión. Que en el Plan de Veracruz no hay ninguna palabra que aluda a los Acuerdos. Que lo patriotero le salió tres décadas después cuando ni el presidente Obregón Salido, ni el estadista Elías Calles Campuzano estaban ahí para desmentirlo. Triste final el que tuvo quien fuera un presidente excelente en el proceso de transición.
La postura adoptada por De La Huerta vino a ser caldo de fermentación para quienes, poco cuidadosos como lo fue este escribidor en su momento, decidieron comprar una narrativa de oídas, sin sustento documental. Si alguna duda cabe de nuestros decires, lo invitamos lector amable a que revise los textos del Convenio Especial publicado el 26 de febrero de 1924 en el Diario Oficial y el del Convenio General aparecido, el 2 de abril de 1924, en las páginas de dicho Diario.
Ahora que si dispone de tiempo y está interesado en conocer una versión más completa sobre como se dio todo lo narrado, la recomendación es revisar el volumen elaborado por este escribidor, mismo que fue publicado, en 2018, por el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México gracias al apoyo de quien entonces dirigía esa institución, la doctora Patricia Galeana Herrera, “Las Conferencias de Bucareli. Un acuerdo pragmático de la diplomacia mexicana.” En ese documento sustentamos, de manera amplia, porqué LOS TRATADOS DE BUCARELI NO FUERON UN ACTO DE TRAICIÓN A LA PATRIA. vimarisch53@hotmail.com
Añadido (23.35.151) Este siete de septiembre, como tú lo decidiste, se cumplirán noventa y ocho años de tu natalicio. Tu recuerdo presente siempre don Rafael Villarreal Martínez.
Añadido (23.35.152) El pasado 29 de agosto, se conmemoró el septuagésimo aniversario de la creación de lo que inicialmente se denominara Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana y que en, en 2006, se transformara en el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México. (INHERM). A esta institución le guardamos un aprecio especial. En su momento, sus tres directores más recientes, la doctora Patricia Galena Herrera, el doctor Pedro Salmerón Sanginés y quien actualmente se encuentra al frente de ella, el doctor Felipe Ávila Espinosa, tuvieron a bien presentar nuestros dos libros que ahí se publicaron. Enhorabuena y felicidades para todos quienes ahí laboran y hacen factible mantener vivo el estudio de la historia de nuestro país.
Añadido (23.35.153) Pobre de México. Al final, todo resultó una farsa. Que con su birote se lo engullan.
Añadido (23.35.154) Siempre hemos considerado a la ciudadana Bárcena Ibarra una profesional seria. Por ello, nos extraña que hoy, convertida en funcionaria etérea, no ha sido confirmada por el Senado, nos salga con que apoya esa propuesta de la super farmacia. ¿Tendrá idea de lo que eso implica o simplemente fue un lapsus rastrum para quedar bien con su jefe?
Añadido (23.35.155) Acorde con la dirigencia priista, los miembros o simpatizantes de ese partido van a actuar como peones de hacienda sinarquista y, atendiendo la voz del amo a través del caporal, van a votar por quien no pierde oportunidad de denostarlos. ¿En verdad tan bajo han caído hasta el punto de no conservar un gramo de dignidad o esto aplica únicamente para el grupo dirigente?
Añadido (23.35.156) No había día en que no abriera su programa y, como primer nombre, pronunciara el de esa persona. Ahora, niega que fuera su matraquero número uno. Por favor, un poco de congruencia.