Al Capone-Mayo Zambada
Por: Leopoldo Díaz Pérez
Fue una gran paradoja; la prohibición de la distribución, venta y consumo de bebidas alcohólicas en los Estados Unidos de América en 1920, que convulsionó a la sociedad norteamericana y creó las mafias más fuertes. Al igual que con Richard Nixon, la prohibición de las drogas redimensionó globalmente a los carteles de la droga, ahora el fentanilo, soberano de las drogas sintéticas azota a importantes sectores del pueblo norteamericano, mientras la producción y el mercado negro rinden inconmensurables ganancias que se cotizan en dólares y benefician al imperio norteamericano; como antaño las Guerras del Opio nivelaron la balanza comercial deficitaria de Inglaterra con China y financiaron la industrialización de Occidente.
El gusto de los estadounidenses por las bebidas alcohólicas se aprecia desde la llegada de los colonos a América del Norte. John Winthrop, un ferviente puritano que guio a los colonizadores a establecerse en Nueva Inglaterra en 1630 para asentar una colonia, fundamentada en sus creencias religiosas arribó a la Bahía de Massachusetts en un barco que transportaba más de 37,000 litros de vino y tres veces más cerveza que agua. La abstinencia del alcohol no era bagaje del ascetismo de los puritanos. El mismo George Washington estaba convencido de los beneficios del consumo moderado de licores en los ejércitos.
Abraham Lincoln refería del alcohol “Por lo general se añadía en el primer biberón de un bebe y era el último pensamiento de los moribundos”. Ya desde la guerra de Secesión se había creado un impuesto sobre la cerveza.
Los Estados Unidos, modificaron su Constitución y a la prohibición para que los ciudadanos poseyeran esclavos añadieron la de comprar alcohol. Fue fruto de décadas de presión de sectores moralistas que imaginaban un paraíso terrenal sin licor. La ley seca se aplicó el 16 de enero de 1920 y cimbró la vida de todo el pueblo.
A principios de siglo XIX las destilerías se incrementaban rápidamente paralelamente al consumo de alcohol que triplicaba los actuales estándares. Hacia 1875 la venta de cerveza y whisky aportaban un tercio de los impuestos federales. Ya en 1900 existían 900,000 salones y la cerveza era la bebida nacional.
Curiosamente cuando en 1847 las tropas estadounidenses invadieron la ciudad de México promovieron instalar salones para degustar sus bebidas alcohólicas y pasar el rato. Los interiores y muebles tenían acabados de lujo.
Los inicios del movimiento por la templanza datan de 1840 cuando algunos bebedores evangelistas Washingtonianos proponían abstinencia absoluta de bebidas alcohólicas animados por un elocuente orador. Pero la connotación de prohibición del alcohol surgió en 1851 y se conoció como la Ley Maine que fue una prohibición estatal; la avalancha nacional en esta dirección la iniciarían unas mujeres protestantes de procedencia anglosajona cuya líder fue Eliza Jane Trimble Thompson
Fue durante medio siglo que las mujeres, particularmente las protestantes combatieron una campaña contra los productores de vino y cerveza.
Una noche previa a la nochebuena de 1873 en Hillsboro (Ohio) un grupo de setenta y cinco mujeres inspiradas en un discurso moralista partieron de una iglesia presbiteriana cantando himnos religiosos, dirigidas por la Madre Thompson, una ama de casa y no obstante el frio invernal se arrodillaban, cantaban leían la biblia y rezaban por el alma del propietario. A los pocos meses los ingresos federales por tasas sobre el alcohol descendieron.
La Cruzada de la Madre Thompson confluyó con el movimiento por el sufragio femenino con activistas como Amelia Bloomer. La voz de las mujeres era débil, requerían el derecho al voto, a tener propiedades, al divorcio y alejarse del temor de la “sífilis de las inocentes”.
Otros movimientos tomaron la estafeta. En 1874 Frances Willard “la Bismark de las fuerzas del bien de la sociedad moderna” con otras mujeres fundaron la Unión Cristiana de Mujeres por la Templanza (UCMT) y en 1893 el reverendo Hyde Russell fundó la poderosa Liga Anti-Salón (LAS); Wayne B. Wheeler fue su estratega que llegó a controlar congresos, asesorar presidentes y sostener en la palma de su mano el pulso de los Partidos Republicano y Demócrata.
Así las cosas, el 16 de enero de 1919 se ratificó la 18 ª Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos que prohibió la fabricación, venta o transporte de licores embriagadores, la ley seca, cuyo efecto fue el surgimiento de la primera mafia organizada en el ámbito nacional y de capos como Alphonse Capone, el incremento de la corrupción política, del crimen y la ingesta de alcohol; después hasta las jóvenes bebían en los speakeasy.
La Gran depresión de 1929, cuando la bolsa se hundió en Nueva York, abrió la puerta para
abandonar la Prohibición, lo que generaría cuantiosos impuestos federales; hombres fuertes como Pierre du Pont y Franklin D. Roosevelt levantaron esta bandera. En diciembre de 1933 la 21ª Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos derogó la ley seca.
Pero la historia continuó, resulta que la Oficina Federal de Estupefacientes cuyos agentes se encargaron durante catorce años de la prohibición del alcohol recibieron una nueva misión, combatir el consumo y tráfico de cocaína y heroína que estaban ilegalizadas desde 1914. A esos hombres frustrados y corruptos los dirigía Harry Anslinger. Se había abierto la caja de Pandora que al paso de un siglo conduciría al flagelo del fentanilo y del caso Mayo Zambada. Fuente: Daniel Okrent, El ultimo trago la verdadera historia de la ley seca, 2021.
@Leopoldiazperez