HORIZONTE DE LOS EVENTOS
La nación, casi 200 horas ya, debate pros y contras del viaje de nuestro presidente a la capital del Imperio. Considero oportuno acotar con mi visión político constitucional, algunos señalamientos relevantes y ofrecer uno más, que sorprendentemente, no ha merecido la consideración de las más analíticas voces públicas.
Desde la perspectiva técnico jurídica, el encuentro es entre dos jefes de Estado, en viaje oficial. Y ello salva limpiamente la fundamentación de dicho acto.
Si la invitación fue iniciativa de Trump, entiéndase, una petición de aquel presidente al nuestro, que nada le resta voluntad al aceptar. Va, porque soberanamente decidió ir y hacer de la oportunidad, la ocasión.
Pudo negarse. Pretexto evidente, hay: covid 19; AMLO va por una poderosa razón, cuyo desconocimiento trae “pariendo cuates” a la llamada opinión pública nacional, para la que dar arranque a un Tratado ya en vigor, no parece suficiente motivo. Tienen parcial razón que, en política, las causas como los efectos, son multifactoriales.
Pretender que no vaya porque hay allá un proceso electoral -como si acá no lo prehubiera-, es una circunstancia que atomiza ante la superior verdad oficial anunciada.
Se ha advertido que por aspectos electorales y el estilo desparpajado y gandallezco de Trump, el presidente mexicano estará expuesto mediáticamente a la búsqueda poco ortodoxa de ventajas del anfitrión -como si Andrés Manuel no supiera jugar cascaritas en cancha llanera.
No aplica analogía con la invitación de Peña al entonces candidato. Tampoco con la visita del vicepresidente Biden.
Es el presidente de México que visita a su homólogo para dar un banderazo conjunto al Tratado que hace de Norteamérica, la región comercial más influyente del mundo. Cuyo significado geopolítico y de alianza, aún más, es de resonancia estratégica para el orden mundial ¡México sí determina!
Para los mexicanos y el orbe, López Obrador ya lo enfatizó, ratifica política e internacionalmente, su compromiso con el libre comercio -muy lejos del “madurismo”, que tanto preocupa a sus activistas opositores de derecha rancia;
Simultáneamente, se compromete ante el mundo, como aliado promotor de esa necesidad del sector productivo mexicano, y aún más, norteamericano ¿No era esa la demanda?
Pero no nos chupamos el dedo ¿verdad? Y por eso los analistas nacionales no dan con el clavo ¿Realmente por qué va? Se enredan porque si Trump invitó ¿Qué tan costoso sería decirle que no? Que si gana Biden ¿qué mal comienzo para la futura relación entre Ejecutivos? Que si ha sido tan faltoso ¿Por qué ir a darle este eventual espaldarazo? Si es racista y esta abajo en las encuestas…
Preguntas que parecen emanar del pensamiento sumido en décadas de entreguismo: Todas niegan la posibilidad de que México establezca su propia agenda, con base en nuestro propio interés y alcanzar una meta propia, más allá de beneficiar a uno o poder generar distancia con otro.
Son consideraciones especulativas y la razón emitida por la Presidencia, descansa en hechos y valoraciones contundentes, independientemente de que Trump no repita y que el 22, revoquen el mandato al de Macuspana, o no.
Pero siempre en política las causas son multifactoriales ¿qué otra razón confluyente puede motivar la estrategia de AMLO, que nada tenga qué ver con hacerle el caldo gordo a la reelección?
Pues que ha advertido, como verdadero juarista, adalid de arraigado liberalismo decimonónico, sin contaminar, que: idealista de lo posible, ensueña transformar la realidad, convencido que este momento la puede concretar:
El Presidente de República va a los EEUU, a ser considerado y reconocido obligadamente, un nuevo indicador y referente de la voluntad electoral que se expresará en noviembre y que pondrá nombre al futuro residente de la Casa Blanca, los siguientes cuatro años.
¿De veras beneficia electoralmente a Trump? Con cuánto por ciento, es la pregunta. Y su respuesta…
Para bien de México, pronto seremos testigos del primer mexicano, cuyo peso específico, es fiel de la balanza electoral que determina en la definición del Imperio y lo que ello signifique al futuro de América. En 24 horas de visita de Estado.