Por: María José González Alonso
CIUDAD DE MÉXICO.- Te quiero pedir, querido lector, que antes de continuar leyendo esta columna, enlistes mentalmente a las personas que más quieres en el mundo. Tómate un momento para pensar en todos aquellos que son importantes y fundamentales en tu vida. Quizás vengan sus nombres o flashazos de imágenes con sus caras de forma muy natural, o te requiera más esfuerzo recordar a todos esos seres.
En mi profesión como psicoterapeuta, algo que intento resaltar en las consultas es la conciencia y la práctica cotidiana respecto al cuidado de uno mismo. Quizás por temas culturales, expectativas sociales e incluso preceptos religiosos, cuando he pedido a mis pacientes que enlisten a quiénes más quieren en el mundo o a quiénes sienten que deben de cuidar en su vida, la respuesta siempre involucra a padres, hijos, parejas, familiares y amigos entrañables, pero jamás nadie me ha respondido su propio nombre.
El 24 de julio es el Día Internacional del Autocuidado, que busca promover y mantener la salud física y mental de nosotros mismos. Esta conmemoración fue calendarizada por la Organización Mundial de la Salud, que define este concepto como “la capacidad de las personas, familias y comunidades para cuidar su propia salud, prevenir y afrontar enfermedades o discapacidades con o sin ayuda de un profesional de la salud”.
Para efectos prácticos, el autocuidado, cómo su nombre lo indica, es el acto de cuidarse a sí mismo. Y aunque parece lógico y sensato en la teoría, se padece y se vive con culpa en la práctica. Esto es porque muchas personas lo asocian con egoísmo, y creen que va contra las ideas del “deber” ayudar a otros, “sacrificarse” por los demás, y aprender a “ceder”.
No estoy refiriéndome a ser una persona ego centrada, pero sí en no confundir el ser egoísta con cuidar de nosotros y trabajar en el amor propio. Y, como les digo a mis pacientes, es una práctica de todos los días porque está ligada con la autoconciencia y la propia escucha. Preguntas como, “¿qué está bien para mí en este momento? ¿realmente, qué quiero hacer yo? ¿qué necesito?”, son guías sobre cómo podemos ir implementando la atención hacia nuestro propio bienestar.
Según Dorothea Orem, una de las enfermeras teóricas más destacadas en Estados Unidos, en la Teoría del Déficit del Autocuidado que desarrolló y publicó en 1969, establece que “el autocuidado es una función humana reguladora que debe aplicar cada individuo de forma deliberada con el fin de mantener su vida y su estado de salud, desarrollo y bienestar, por tanto, es un sistema de acción. (…) Debe aprenderse de forma continua en el tiempo, siempre en correspondencia con las necesidades de regulación que tienen los individuos en sus etapas de crecimiento y desarrollo, estados de salud, características sanitarias o fases de desarrollos específicas, factores del entorno y niveles de consumo de energía”.
Existen 4 tipos de autocuidado. El primero es el físico, que tiene que ver con cuidar de nuestro cuerpo, hacer ejercicio, llevar una alimentación sana y balanceada, y dormir lo suficiente. El segundo es el emocional, que está relacionado con un buen desarrollo de la inteligencia en las emociones, y que incluye aspectos como darnos cuenta de lo que sentimos, autorregularnos frente al estrés, mantenernos motivados y persistir a pesar de los obstáculos, postergar la gratificación, dominar nuestros impulsos, entre otros. El tercero es el aspecto mental, es decir, que abarca el aspecto psicológico y los procesos cognitivos como la memoria, mantener los mecanismos de aprendizaje activos, y la capacidad de análisis y auto observación. El último es el social, que comprende todas nuestras relaciones y la calidad de estas, en función de que tanto nos suman y nos aportan, o si son, más bien, trasgresoras y tóxicas.
¿Pudiste detectar cómo anda tu radar del autocuidado? Si eres de los que pone el trabajo antes que a tu propia salud, o las necesidades de todas las personas por encima de las tuyas, o te cuesta trabajo siquiera identificar lo que tú quieres o necesitas porque estás acostumbrado a vivir en función de lo que los demás piden de ti, es momento de reflexionar y comenzar a desarrollar la conciencia del cuidado de ti mismo.
Tener un buen descanso, poner límites sanos en las diversas áreas de tu vida, divertirte y reír algunos minutos al día, mover el cuerpo, tomar unos minutos para meditar o respirar en conciencia, ir a una terapia, o tener contacto frecuente con la naturaleza, son algunas prácticas cotidianas y sencillas que te pueden ir acercando a ti y a ir construyendo tu propio bienestar.
Recuerda que en la lista de las personas que más quieres en el mundo, deberías de estar, sino es que, en primer lugar, si en los finalistas del conteo. Quererse, cuidarse y ver por uno mismo no es egoísmo, es amor. Y amarse a uno mismo es la primera premisa para poder amar y cuidar de los demás.