Francisco Gómez Maza
Querétaro: las voces discordantes, contradictorias, irreconciliables: la voz dogmática de la derecha, la voz contaminada ideológicamente de la representación del poder judicial, la voz irredenta de la izquierda.
La ocasión: la celebración del 106 aniversario de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Un texto mandatorio para los mexicanos, ideado por constituyentes progresistas, nacionalistas, revolucionarios, que ahora la derecha pretende distorsionar, como lo intentó hacer el panista porfirista, Santiago Creel Miranda, abogado de las clases más retardatarias de la sociedad, y que ahora pretende ser el candidato de la derecha albiceleste, priista-perredista, a la presidencia de la república.
En su calidad de presidente de la Cámara de Diputados, tendría que haber hablado en nombre de los 500 diputados de distintas corrientes partidistas. Pero no resistió el afán de representar exclusivamente a su partido, el de Acción Nacional, y más de sus inspiraciones, el Yunque.
En su discurso, el iluso panista habló de todo, menos del contenido social de la Constitución; mucho menos del sentido justiciero de la distribución de la riqueza. Como que la Constitución es para privilegiar a las clases dominantes, a las que él, su despacho, su partido político pertenecen Los pobres no existen.
Pero no logró su objetivo más que en dos o tres mentes retardatarias. La mayoría de los asistentes a la ceremonia de conmemoración de la promulgación constitucional, en el teatro De la República, lo escuchó por educación, pero con cierto enfado.
El discurso presidencial fue una pieza de la ortodoxia revolucionaria rescatada d manos del priismo derechizado, vergonzante, corrupto, que destacó los contenidos sabios del texto constitucional para beneficio social, para beneficio de las clases populares y trabajadoras. Pero el presidente de la república habló de lo que tenía que hablar como presidente. No podía quedar bien con nadie.
El panegírico del presidente del Senado, Alejandro Armenta, sí que se confrontó con el conservadurismo del panista, que habló de todo, menos del contenido social de la Constitución, y destacó el contenido anteponiendo de justicia de la Constitución: La distribución equitativa de la riqueza entre los mexicanos, de la cual no habló el panista obsesionado por una, ni siquiera segura, candidatura presidencial que lo llevaría a ningún lado, porque su partido, menos aliado con el PRI y un PRD inexistente, no sería votado por las mayorías que están obsesionadas con López Obrador y la Cuarta Transformación, representada o por Ricardo Monreal, o por Adán Augusto López Hernández, o por Marcelo Ebrard Casaubón, o por Claudia Sheinbaum Pardo.
Y es que, contrario al modo de la aristocracia política albiceleste, cuyos legisladores crean leyes para el beneficio de sus congéneres del club de los millonarios y de los clasemedieros aspiracionistas, para defenderlos de los pobres, de los trabajadores, de las clases sociales marginadas del desarrollo económico, los constitucionalistas las promulgaron y continúan enriqueciendo para beneficio de todos, sin anteponer la clase social, privilegiando obviamente a los pobres.
Y una ministra del Poder Judicial, precisamente presidenta de la Suprema Corte, Norma Lucía Piña Hernández, que escandalizó a los neófitos de la transformación porque no se puso de pie para honrar la presencia presidencial, como lo mandan los protocolos de la liturgia republicana jacobina, aunque su actitud irreverente gustó a López Obrador, porque ya los ritos no son como los de los tiempos neoliberales, cuando se imponía la presencia de los elegantes.
En fin, una celebración conmemorativa que rompió con las reglas. Que celebró el 106 aniversario de la promulgación de la Carta Magna que rige la conducta política, cívica de los mexicanos.