Francisco Gómez Maza
• AMLO, Trudeau, Biden, TLC
• Hoy es la mutua dependencia
Washington, D. C. es, hoy jueves 18 de noviembre, escenario de la cumbre de presidentes más importante del Hemisferio Occidental.
Como jamás había ocurrido, ahora México participa mostrando y presumiendo su personalidad nacionalista, su autonomía, sin la sujeción al Imperio estadounidense, de la que hacían gala los mandatarios emanados del PRI y del PAN.
En lo pasado, era notoria la dependencia de los presidentes mexicanos, ante quienes debían de ser sus pares en la Casa Blanca. Tan descarada era que el “populacho” inventaba chistes, como aquel que decía que, cuando el presidente de México realizaba su primera visita a la Casa Blanca, una vez que había tomado posesión de Los Pinos, lo que en realidad iba a hacer era a recibir las instrucciones, las órdenes de cómo debía gobernar a los mexicanos:
El presidente de EU le decía al mexicano:
– Mister president, your papers.
Y el mexicano, como un vil lacayo, respondía:
-Mister president, my check.
La ficción del chiste (ahora podría ser un “meme”) era la pura realidad.
El mexicano no podía desplegar una política de gobierno, una política económica, sin el consentimiento de Washington.
Inclusive lo vislumbro el presidente José López Portillo cuando advirtió que él iba a ser el último presidente de la Revolución. Y tuvo razón. La Revolución fue enterrada con Miguel de la Madrid. La privatización de las empresas estatales, por ejemplo, realizada por Carlos Salinas de Gortari, fue dictada por la Casa Blanca. Salinas acabó con el aparato productivo estatal.
Fue una condición sine qua non de Estados Unidos, privatizar todo, privatizar el ejido y las tierras comunales, frutos de la Revolución. Muchos campesinos ejidatarios se vieron obligados a rematar sus parcelas a poderosos terratenientes y se agudizó la pobreza en el campo mexicano.
En esa época, la del salinismo, comenzó la trágica caída de Pemex, en aquel entonces, una de las poderosas petroleras del mundo, tan importante como la OPEP misma. Salinas la dividió en cuatro cotos de poder privado. Y el objetivo era entregar el petróleo a las petroleras privadas.
Y todo se derrumbó para dar paso a la compra del país por las más grandes globalizadoras de capital estadounidense. Las mineras se apoderaron de grandes extensiones de tierras.
No se privatizó la Basílica de Guadalupe, porque se opusieron los indios mexicanos que, año con año, la abarrotan con sus peregrinaciones guadalupanas. Habría sido el colmo privatizar un símbolo patrio.
Los gobiernos de la interrumpida Revolución Mexicana y de la derecha católica, de Miguel de la Madrid Hurtado, Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo Ponce de León, Vicente Fox Quesada, Felipe del Sagrado Corazón de Jesús Calderón Hinojosa y Enrique Peña Nieto, más que presidentes se constituyeron en encomenderos de Washington.
Hoy, se reúne una Cumbre de Líderes de Norteamérica. Pares entre pares. Y la personalidad de México crece ante la debilidad electoral del presidente Joseph Biden. México no sólo no renuncia a su autonomía, sino que hace alarde de su espíritu nacionalista.
Los tres presidentes –Andrés Manuel López Obrador, Joseph Biden y Justin Trudeau- revisan las líneas generales del TLC, ahora llamado T-MEC.
Y el presidente mexicano puede hablar alto y claro, pues México es el socio comercial más importante de los importadores y exportadores estadounidenses y del gobierno de Biden. Más que Canadá, más que la Unión Europea junta, más que el nuevo imperio económico de China.
A DESFONDO: Aunque el tema no está en la agenda de la Cumbre, porque no es asunto de interés trilateral, sino exclusivamente de interés de los mexicanos, el presidente López Obrador, ante tanto chismerío en torno a la reforma eléctrica, declaró que no le importaría explicarles a Trudeau y Biden la contrarreforma eléctrica. Para aquéllos, ahora nacionalistas, que cuestionan severamente retomar el papel del Estado de rector de la economía.