Francisco Gómez Maza
• La estabilidad del peso, de la mano de la política de la FED
• Las elecciones del 6 de junio aminoraron los riesgos internos
En este mundo de las proyecciones económico financieras no hay nada escrito; todo es del color del cristal con que se mire, como en el boxeo, como en el futbol soccer, como en la pelota caliente, como en el hipódromo.
Hay que tomar en cuenta también a qué economía se refieren los analistas, porque hay, en este mundo matraca, de economías a economías. La economía nacional, confundida siempre con la economía de las clases dominantes; la economía de los medianos y pequeños empresarios, o las economías de las clases trabajadoras.
Por ejemplo, quienes analizan los mercados cambiarios, la cotización de la moneda nacional, siempre la comparan con el dólar estadounidense, porque México tiene mucho qué ver con el proceso económico del país vecino, ya que es, hoy por hoy, el más importante, el principal, el primer socio comercial de los importadores y exportadores estadounidenses.
Entonces, los compradores y vendedores mexicanos tienen que estar muy pendientes del valor del peso en dólares y viceversa para ver sus posibilidades de ganancias cuando importan productos como materias primas, o exportan manufacturas.
En estos términos, aunque, por ejemplo, en los últimos días la moneda nacional ha perdido algunos puntos frente al dólar, los jugadores esperan que las pérdidas no pasen a mayores, en los próximos seis meses para que el intercambio comercial internacional sea productivo y genere ganancias que contribuyan a la recuperación de la economía.
Es el caso de los analistas bancarios mexicanos, como los del CIBanco, quienes esperan que, para el resto del año, el tipo de cambio siga muy influido por la percepción de cambios en la política monetaria en Estados Unidos, que hasta el momento se mantiene ultra acomodaticia, aunque los planes de la FED (la Reserva Federal, como se le llama al banco central de EU) podrían modificarse en los próximos meses, presionando a la moneda mexicana.
Lo tranquilizante es que los riesgos internos, para lo que resta de este año disminuyeron significativamente con los resultados de las elecciones del domingo 6 de junio, y el anuncio de los cambios en el gabinete del gobierno, o sea la proposición del presidente López Obrador al Senado de la República del actual secretario de Hacienda, Arturo Herrera Gutiérrez, para sustituir a Alejandro Díaz de León como gobernador del banco central, y el simultáneo anunció de que el sucesor de Herrera será Rogelio Ramírez de la O. Dos noticias que fueron muy bien recibidas por los agentes económicos, aunque despreciados por los opositores al gobierno.
En otro orden de ideas, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) dio a conocer los resultados de su Encuesta Mensual de la Industria Manufacturera (EMIM), la cual reveló que, durante el cuarto mes de este año, el personal ocupado total del sector manufacturero registró un aumento de 0.2%, respecto al mes inmediato anterior.
Las horas trabajadas, en ese sector industrial, crecieron 0.3%, en tanto que las remuneraciones medias reales pagadas, que incluyen sueldos, salarios y prestaciones sociales, disminuyeron 1.6% en abril de 2021 frente a marzo pasado. A tasa anual, el personal ocupado total se incrementó 2.4%; las horas trabajadas avanzaron 40% y las remuneraciones medias reales subieron 2.1% en el mes de referencia.
Y en referencia al Día de los Refugiados, que pasó prácticamente inadvertido en México porque coincidió con la celebración del Día del Padre, la oficina de la Secretaría General de la ONU, cuyo titular, el portugués António Gutérrez, fue reelecto por la Asamblea General para un segundo periodo, de 2022 a 2026, destacó el informe anual de ACNUR, el cual revela que la covid-19 no ha detenido el número de desplazados forzosos en el mundo. Los desplazamientos forzados superaron, en 2020, los 82 millones de personas.
Quizá el dato más relevante y preocupante, para nosotros, es el hecho de que, entre 2018 y 2019, nacieron como refugiados casi un millón de niños, y se han multiplicado, durante la última década, casi por 50, los desplazamientos desde El Salvador, Guatemala y Honduras, aumentando de las 18,400 personas, a finales de 2011, a unas 867,800 al término de 2020.