Francisco Gómez Maza
• Ante la muína de la derecha, se inicia nuevo ciclo para México
• Andrés Manuel López Obrador toma posesión de la presidencia
Este sábado primero de diciembre de 2018, se inaugura un nuevo ciclo en la vida de los mexicanos.
Después de cuando menos 80 años se da un cambio de régimen de gobierno, con un presidente tenaz que bregó por ser elegido del pueblo en tres ocasiones, hasta que por fin lo logró gracias al cansancio de las mayorías ante la corrupción, la simulación, el cinismo y la impunidad de gobernantes al servicio de las fuerzas más retardatarias en la historia de México.
Sin embargo, este primero de diciembre se inicia otra etapa difícil para los mexicanos, pues el gobernante, electo por la inmensa mayoría, sufrirá severamente los embates de la derecha, que no se resigna a no estar ya detrás del aparato gubernamental, como lo estuvo con los presidentes del PRI, a excepción del general Lázaro Cárdenas del Río, que inclusive propició los movimientos obreros, las huelgas, la lucha sindical para amarrar conquistas que presidentes posteriores borraron de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, para impulsar una servidumbre de los poderosos, con sueldos de hambre y la amenaza del despido con arma de control laboral.
Los gobiernos del PRI, particularmente los del periodo neoliberal, de Miguel de la Madrid a Enrique Peña Nieto, se dedicaron a desmantelar al Estado, a reducirlo a su mínima expresión, y a fortalecer a los grandes plutócratas locales y llevaron a entregar el petróleo a grandes inversionistas extranjeros con el pretexto de modernizar al país, cuando lo único que lograron fue su depauperación, como lo revelan los hechos y las cifras inclusive del propio aparato de medición económica del gobierno.
Como en todo sistema ultraconservador, reaccionario, retardatario floreció el crimen y los grandes empresarios del narcotráfico, aliados de narcopolíticos, que llevaron al país al desangramiento, con un total aproximado de un cuarto de millón de muertos, ejecutados por sicarios de la delincuencia, y miles de desaparecidos, así como un enorme cementerio clandestino sembrado en todo el territorio nacional, en donde, por suerte, por coincidencia, aparecían muchos desaparecidos.
El crimen, al amparo del poder político, se ensañó con las mujeres trabajadoras y hasta niñas, con un sector incómodo del periodismo nacional y con defensores de derechos humanos, sin que los gobiernos conservadores pusieran tantito empeño por parar la persecución de reporteros, su desaparición o su asesinato, tanto que se llegó a afirmar que, no estando en situación de guerra, México se había convertido en el país más peligroso para ejercer labor periodística.
El poder económico se convirtió en el único poder fáctico que mangonea vidas y haciendas, desde la clase política, pasando por lo que queda de los sindicatos, explotando inmisericordemente los recursos del subsuelo mexicano y compartiéndolo que sus pares del exterior, especialmente canadienses y estadounidenses. El gobierno conservador tenía que rendirle cuenta a los grandes capitalistas locales y a gobiernos extranjeros como el de los Estados Unidos y a sus mecanismos de control político como el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, la Organización de los Estados Americanos, todos al servicio del Departamento de Estado de los Estados Unidos de Norteamérica.
El nuevo presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador, un político porfiado, tenaz, salido de la lucha en las barricadas como líder laboral, tendrá que enfrentarse a una banda interminable de políticos y empresarios corruptos que le harán la vida imposible a través de periodistas de derecha, que pegan por la paga y a publicistas de carpa que se dedican a azuzar a las clases medias bajas, que se han convertido en las principales resonancias del antilopezobradorismo.
Nunca había visto tanta saña en contra de un gobierno y eso que López Obrador sólo será presidente este sábado primero de diciembre, pero tiene sobre sí el odio y el acoso de otrora representantes de una izquierda farisaica que inunda las social networks de improperios e insultos al nuevo presidente. Claro que se dan cuenta de que lo que ahora ocurre no es un cambio de gobierno, sino un cambio de régimen que afectará los intereses de los grupos de la derecha política y empresarial, como ocurrió en América del Sur cuando la mayoría de los gobiernos crearon una red de sistemas populares en detrimento de los intereses de las oligarquías.
Así que López Obrador no las tiene todas consigo porque la derecha no está muerta. Recibirá toda clase de ataques, toda suerte de intrigas, cualquier falso testimonio para desacreditar a su gobierno. Tendrá que estar muy alerta de no cometer graves errores. Por lo pronto, deberá hacer a un lado al escritor Paco Ignacio Taibo II que, con su procacidad, obscenidad, machismo, antifeminismo se ha ganado la antipatía de muchos y es aprovechado por los enemigos del presidente, para desacreditarlo. Escribiendo esta nota, los senadores anunciaron que frenaban el plan para que el presunto escritor fuera nombrado director del Fondo de Cultura Económica.
Pues quiéranlo o no, celébrenlo o laméntenlo, el mismo sábado México habrá cambiado no de presidente, sino de régimen de gobierno, que no siendo de izquierda, rescata los valores de la tradición revolucionaria mexicana de Emiliano Zapata, de Benito Juárez García y del general Lázaro Cárdenas del Río. Ya me están diciendo los enemigos de López Obrador que son un, cómo les llaman… “chairo” y que defiendo al nuevo gobernante. Claro que lo defiendo ante ataques estúpidos que sólo buscan desacreditarlo. Para mí, López Obrador no es la opción para el cambio radical que requiere la vida económica de México, para el cambio de las relaciones de producción, pero se lo que no quiero. Ya no quiero la resurrección del PRI como tampoco la del PAN, grupos otrora hegemónicos que representan la inmovilidad.
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