Don Jesús Reyes Heroles, uno de los más profundos y connotados pensadores del México contemporáneo, decía: “El que resiste apoya.”
El que resiste es quien analiza, critica, cuestiona, se inconforma. Éste, el crítico, es el apoyo más contundente y efectivo que puede encontrar un gobernante, en el entendido de que éste sea sensato.
Quien hace del ejercicio de la crítica una tarea insoslayable frente a las acciones de los gobernantes les presta a estos un servicio invaluable, lo que no ocurre con la alabanza sin sentido de sus partidarios.
Los gobernantes, ante la crítica, tienen la oportunidad de reflexionar, repensar y, si el crítico tiene razón, rectificar rumbos, metas, en beneficio de la población a la que gobiernan o, dicho exactamente, a la población de la que son empleados y a la que deben servir según sus mandamientos.
Atender al análisis crítico tiene que ser una praxis ineludible de los gobernantes, si buscan sinceramente ser servidores de los ciudadanos, particularmente de los más vulnerables social y económicamente.
Los gobernantes no tienen por qué sentirse agraviados por el crítico. No se trata de que la crítica a una actuación del gobernante sea verdadera o no. No es el criterio de la verdad lo que hace, no sólo valiosa sino indispensable a la crítica. La crítica puede ser exagerada e inclusive puede ser equivocada.
Se habla obviamente del verdadero crítico – no el que utiliza irresponsablemente los medios y, sobre todo ahora, los medios fáciles, alcahuetes, como las llamadas redes sociales para vituperar, para denostar -. El verdadero tiene como lineamientos de acción no actuar ni expresarse de manera malintencionada.
Como lo han destacado escritores notables de la historia, entre ellos Harold Laski, uno de los más connotados teóricos políticos y fundadores de la London School of Economics, y John Stuart Nill, filósofo, político y economista, autor de lo más trascendente que existe “sobre la libertad” (“On liberty”), la crítica – verdadera o falsa – es lo más positivo que le puede ocurrir a un gobernante. La crítica es el espejo en el que el político tiene la oportunidad de verse a sí mismo, y de cuerpo entero; es el punto de inflexión en el que el gobernante puede compararse; detenerse, hacer un inventario y ver si está o no actuando a favor de quienes votaron por él y de quienes no lo hicieron. O sólo en respuesta a sus intereses personales o los de sus parientes, amigos o compadres.
Laski dice que los gobiernos sensatos tienen muchísimo más que aprender de la crítica que de la alabanza de sus partidarios. La alabanza permanente, inculta, sin argumentos, mezquina, mediática, sólo conduce al autoengaño, a la soberbia, al vacío. La crítica de buena fe, la critica bien intencionada, puede no haber tomado en cuenta diferentes factores de verdad, pero finalmente refleja que las acciones que toma un gobierno, o la manera como las toma, han dado una imagen de que no son la que se esperarían.
Lo que esto refleja es que muchas personas bien intencionadas esperarían del accionar del gobernante algo diferente, algo que fuera más a fondo, para lograr un mejoramiento social.
De acuerdo con Stuart Nill, aunque la crítica pudiera estar errada, siempre reflejará una impresión, una percepción, y con frecuencia una porción de verdad.
La forma es fondo, decía el maestro Reyes Heroles, y lo decía no sólo desde su perspectiva de filósofo, sino de hombre de Estado, miembro de un gobierno de color definido. El rol del crítico es señalar que la forma equivocada de gobernar puede no producir acciones, ni metas, ni logros, porque para esto se necesita “Gobierno”… Fácilmente se advierte que el periodista verdadero es aquel que incomoda. Lo cierto es que quienes tendrían que incomodar al gobernante serían los aduladores, que en la adulación sólo escupen vituperios. De ahí que el papel de Análisis a Fondo sea la crítica.