Francisco Gómez Maza
• Qué derecho tenemos los periodistas de que nos crean
• No nos crea; lea, analice, reflexione, dude, cuestione
Parafraseando al escritor portugués, José Saramago, qué derecho tenemos los periodistas, de cualquier signo ideológico, de que, por escribir una columna, los lectores deban creer todo lo que escribimos?
La responsabilidad del periodista dedicado al género periodístico de la Columna es informar, analizar la información y dar una opinión razonable, no emotiva, sobre los hechos, los dichos, los no hechos, los no dichos. Pero su escrito, su tesis, son sólo una propuesta para sus lectores. Nadie de estos tiene la obligación de creer tal propuesta analítica.
Como columnista, tengo que escribir con el corazón caliente y con la cabeza fría. Lo contrario sólo atiza la pasión, la incredulidad, el desprecio. Divide. Atiza el odio ideológico y el discurso de odio sólo lleva, al final, a un estado de amargura, a la destrucción. Y habemos tantos periodistas que escribimos con la vesícula biliar. No nos interesa lo que une a los seres humanos, sino lo que nos separa. Y hay tantas cosas que nos unen.
Yo he visto familias enteras que practican, viven, la unidad en medio de la diversidad ideológica y política. Conozco una familia, en la que el padre es comunista; la madre, católica ultra conservadora; el hijo mayor, miembro del partido albiceleste, de derecha; el segundo hijo es miembro del partido de Andrés Manuel López Obrador; el tercero es dirigente del partido llamado de la revolución democrática, y el cuarto (familia prolífica) es integrante de lo que queda del Sinarquismo. Todos, de signos ideológicos diferentes. Ah, y el abuelo es un viejo comunista estalinista; la abuela es troskista y el padrino de todos es un cura de la antigua iglesia conservadora de Pío XII, o de Juan Pablo II.
Y hay periodistas que más que analistas de la información actúan como propagandistas de una idea, de una teoría, de una corriente ideológica y política. En estos tiempos de guerra ideológica se dan como en maceta propagandistas de uno u otro signo que van por la vida derramando odio, sin darse cuenta de que la sociedad no cambiará, hacia atrás o hacia adelanta, sólo por su opinión, sino por su ejemplo de vida.
Hay quienes escriben por encargo, por dinero, en uno u otro bando. Estos, perdonen, pero no son periodistas. Son calumniadores, son denostadores, son insultadores, son todo menos periodistas, si tomamos en cuenta que el periodista tiene la obligación de informar lo más cerca de la realidad posible, analizar sin apasionamientos, sino científica y racionalmente y opinar con la cabeza y no con el hígado.
José Saramago advierte que el problema del periodista es que vive en un mundo de apariencia, como lo dijo en cierta ocasión a un grupo de estudiantes de periodismo. Los profesionales del periodismo, de acuerdo con el escritor lucitano, tienen que acercarse a los hechos y a dar ‘la vuelta completa’ a los mismos para poder ver su auténtica dimensión.
La responsabilidad de los medios es infinitamente más grande de la que los propios medios creen tener. Y los periodistas son los personeros de los medios. Los columnistas son responsables de la desinformación, mala información, información deformada que consumen los lectores. Muchos de estos de van con la finta y consideran que su columnista favorito es infalible. Es la Biblia.
Y la inmensa mayoría de los medios, de los periodistas, no profundizan en las cuestiones que realmente interesan a la gente y por dedicar demasiado espacio a ‘la superficie, a la pequeña espuma que fluctúa en la superficie’. El autor de Caín les reprocha a los periodistas por su actuación como ‘prestatarios de contenidos’.
Duro Saramago: El periodista “es como un camaleón que tiene que disfrazar lo que piensa por el color del medio donde trabaja.
En realidad, le gustaría no tener opinión alguna para que fuera menos doloroso tener que cambiar sus ideas por las de otros”.
Así que, amigo lector, no se vaya con lo primero que lee en Análisis a Fondo. Lea, reflexione, cuestione. También los periodistas independientes somos falibles. Tenemos intereses que cuidar. Es terrible. Pero es la verdad. Ahora. Imagine a un columnista que defiende los intereses de las clases dominantes. El que defiende los intereses del PRI o del PAN. O los del presidente López Obrador. O peor aún, el que defiende sus propios intereses ideológicos y, más que nada, monetarios.