• Fomentar la formalidad laboral, sólo un loable deseo
• El empleo formal, tan injusto como el palacio de justicia
El comercio carnal es una de las formas de economía informal. Pululan por las calles de las ciudades ejércitos de trabajadores obligados al peligroso oficio más antiguo: comerciar con el cuerpo para sobrevivir. Otro segmento de la economía informal es aquel que florece a la sombra del crimen. Beneficio de marihuana, cocaína, seudoefedrina y toda suerte de precursores químicos.
Alguien debe de llevar las estadísticas de estos segmentos de la economía informal, que benefician a capos, hoteleros, empresarios de giros negros, padrotes, policías, autoridades corruptas, menos a los trabajadores que sólo tienen el cuerpo y las artes de la seducción para satisfacer a los demandantes, o a los trabajadores al servicio de los industriales del crimen.
Los ojos de las agencias gubernamentales – Banco de México, Secretaría de Hacienda, Instituto Nacional de Estadística y Geografía – sólo se fijan en los trabajadores que tienen, a fortiori, que refugiarse en los subterráneos de la economía real. porque el empleo formal es mal pagado y no les da para satisfacer sus necesidades.
Sólo basta con darse una vueltecita con lupa por las cifras del empleo registrado en la Secretaría del Trabajo o en el Instituto Mexicano del Seguro Social, para ver los trabajadores empleados están más jodidos que quienes extienden su mercancía en una manta sobre el suelo, o en una mesa plegable en los mercados callejeros, y esto es más obvio en puntos como el barrio bravo de Tepito – una verdadera y pujante zona industrial y comercial que no paga impuestos -, o en los tianguis que un día fueron un programa gubernamental muy floreciente porque eran alternativa para llevar los productos directamente de los productores a los consumidores, y que devinieron en negocios de explotación brutal de los trabajadores y de los consumidores.
Las cifras que el gobierno federal ofreció el pasado 22 de este mes de julio, en la presentación del Programa para la Formalización del Empleo 2013 son aterradoras:
El crecimiento económico que ha experimentado nuestro país durante los últimos años, aunado al incremento demográfico de las últimas 3 décadas, han propiciado que, de la población ocupada total del país (47.8 millones de personas), el 59% pertenezca a alguna modalidad de trabajo u ocupación informal.
De éstos, 48.7% (13.7 millones de personas) se ubica en el sector informal clásico de la economía, y el 51.3% (14.5 millones de personas) en el resto de las modalidades informales.
Son por lo menos 28 millones de personas, de unas 48 millones que se debaten en el duro diario vivir dentro de la injustísima economía formal, que se refugian en la economía informal, mejor dicho subterránea, que no dejarán de serlo sólo porque el gobierno haya decidido “rescatarlas”, aunque esto es sólo un buen deseo, porque crear 200 mil puestos de trabajo en los cinco meses que le faltan al año para “fomentar la formalidad laboral”, es una brizna, aunque una buena intención, sabedores de que el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones.
A ello hay que añadir el estado de salud de la economía general, que va que vuela hacia el fracaso. En la primera mitad del año sólo se crearon cuando mucho 300 mil nuevos empleos formales. Y como van las cosas – un 2.7% de incremento del PIB – es imposible que el empleo rebase el medio millón al final del año.
Pero si el gobierno le mete ganas y logra crear los 200 mil adicionales, como lo prometió el secretario Alfonso Navarrete Prida, podría ser que suban a 700 mil. ¿Será? Yo creo que eso está en el cuerno de la luna.
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