Francisco Gómez Maza
• El saqueo nunca se ha detenido
• Y la sevicia de los criminales, menos
Vale la pena recordar.
El pasado es como un disco duro en el que están guardadas las experiencias de la humanidad. Lo correcto y lo incorrecto; la justicia y la injusticia; lo agradable y lo desagradable de la vida humana, tanto de la colectiva como de la individual.
Sin embargo, aprendí desde hace mucho que, como lo afirma Agustín de Hipona, el tiempo sólo es la medida del movimiento, un antes y un después, y nosotros como individuos y como colectividad estamos viviendo el aquí y ahora, que después de “este” teclazo ya es pasado; ya no existe.
El pasado, como archivo en la memoria, sólo me sirve personalmente para ver, principalmente, mis acciones y no repetir las equivocadas.
Como colectividad, duele ese pasado sangriento, subyugador, fatal, de la (yo debo llamarle) invasión, saqueo, masacre, destrucción que significó el arribo de los súbditos de Fernando e Isabel, los “reyes católicos”, a este continente bautizado como América.
No puede ocultarse el dolor mexicano al recordar los hechos de sangre, masacre, destrucción, que acompañaron a los aventureros, en el caso de México, comandados por Hernán Cortés. El desprecio con que trataron a los indios. Fray Bartolomé de Las Casas, primer obispo de Chiapas, tomó nota de las atrocidades, de las irracionalidades, de la violencia con que los habitantes originarios de estas tierras americanas fueron maltratados y asesinados por los invasores europeos.
No es insano recordar los hechos sangrientos, la violación perene de las mujeres de estos pueblos. Los americanos mestizos somos hijos de la lujuria con la que los ibéricos preñaron a las indias.
Duro afirmarlo crudamente. Pero tenemos que reconocerlo. Nuestra parte india, además, no tenía alma. Eso decían los nuevos amos que sustituyeron a los imperialistas aztecas en la práctica de hacer esclavos.
La mal llamada “conquista” fue, para los reyes católicos, sacarse la gran lotería. Oro y plata americanos, a las arcas de la realeza hispana. Muerte, para los meshicas. Pero estos sentimientos no pueden ser experimentados por los descendientes de las fuerzas más oscurantistas de la dictadura del egoísmo.
Con todo, a pesar de todo, los mexicanos tenemos problemas, como la pobreza y la desigualdad infinitamente más importantes que andar comprando sostenes para las culebras. ¿Les parece poco la pobreza y la desigualdad? La inmensa mayoría votó, no tanto por López Obrador, sino para acabar con la corrupción, la impunidad, la simulación y hasta el cinismo de los viejos tlatoanis. En Chiapas, por ejemplo, hasta hoy hay gente que muere de hambre, muere por un padecimiento curable. Y somos víctimas de la delincuencia todos.
Quienes no pueden estar de acuerdo con el cambio de modelo económico, y quienes viven en la comodidad allende el mar, se le fueron encima al presidente de la república. Pero podemos sacar algo positivo de este asunto que causó escándalo (scandallum pusillorum), aunque los delitos de lesa humanidad no prescriben. México es un gran mercado para las inversiones españolas que se han aprovechado de la corrupción para multiplicar al máximo sus haberes. Y algunos han hecho de la transa el motor de su enorme éxito financiero.
Podemos acabar con el saqueo, ahora practicado con la complicidad de los gobiernos del capitalismo salvaje, que sustituyeron a Hernán Cortés y sus bandidos. Pero mejor hagamos memoria de que debe de haber unos 70 millones de mexicanos en la pobreza y que la desigualdad ha crecido a la enésima potencia. Aunque los españoles no cantan mal las rancheras, en honor a la verdad.
El Papa ya pidió perdón en 2015 por los crímenes perpetrados a los pueblos originarios durante la conquista. Por su parte, México fue uno de los países que más exiliados republicanos acogió tras el golpe de Estado del 18 de julio de 1936 y nos unen lazos fraternales. Avanzar en el proceso de construcción de la reconciliación y de una memoria democrática es necesario y unirá, más si cabe, a ambos países. La postura del Papa Francisco es la adecuada. La reacción del Gobierno de España y de la mayoría de líderes políticos, salvo honrosas excepciones, demuestra que la mentalidad colonial española sigue presente 500 años después y que parece que se está orgulloso de un pasado imperial(ista) que algunos quieren resucitar, como lo proclama Andrés Dueñas, profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Valladolid, que realiza una estancia de investigación en la Universidad Nacional Autónoma de México.
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