· Periodismo acrítico es propaganda
· La dura realidad es la que madrea
El otro día me decía un colega periodista que a mí no me gusta nada; que critico todo por sistema; que todos los días ataco al gobierno. “Los madreas” todos los días, fue la expresión de mi amigo.
La verdad es que llevo medio siglo practicando un periodismo que cuestiona lo que el periodista debe cuestionar. Para alabanzas bastan y sobran los propagandistas pagados, o los “periodistas” a modo.
Lo hice en Excélsior, en Proceso, en El Financiero. Si las cosas no están bien, o si van mal, o de mal en peor, tengo la absoluta obligación de advertirlo. Lo contrario no sería periodismo. Alabar lo mal hecho no sería hacer periodismo, sino propaganda. Intentar la idiotez de tapar el sol con un dedo, es eso, una supina melilotez.
Yo esperaría que los involucrados en las políticas públicas, los encargados, por ejemplo, de la política económica, en el caso presente, me leyeran como el amigo que me advierte que sólo me paso la vida criticando (madreando, me dijo realmente), pero lo dudo. Ellos a lo suyo y si alguien los cuestiona sencillamente no lo ven ni lo oyen.
Es el caso de los informes semanales de la secretaría de hacienda. Invariablemente, los comunicadores de esa instancia presuntamente rectora de la marcha de la economía nacional, intentan tapar el sol con el dedo. Pero en el pecado llevan la penitencia. La confianza de los agentes económicos, no digamos de la ciudadanía, ha venido menguando, tanto que ahora las cúpulas empresariales no se la jugarían por una política económica que no les sirve para mucho.
Y ya no digamos las masas de trabajadores, no sólo las desempleadas, las que operan en los subterráneos de la economía y mayormente las que están empleadas pero viven como si no lo estuvieran porque el pinchurriento sueldito que ganan no les ajusta ni para el arranque. Ya quisieran vivir como lo hace un Videgaray, un Carstens, un… bueno un cualquier político de la cúpula, o de las carpas de guiñol de la partidocracia en funciones de levantadedos.
Y a propósito de la economía, y particularmente de la situación del empleo, el más reciente reporte semanal de Hacienda revela que la Tasa de Informalidad Laboral 1 (TIL1), o sea la que mide la porción de trabajadores empleada en la economía subterránea, se ubicó en 57.46% de la población ocupada en enero pasado, en tanto que en igual mes de 2014 su tasa fue de 58.58 por ciento. Lo importante aquí es que casi las tres quintas partes de la PEA trabaja en la economía informal.
Con datos desestacionalizados, la TIL1 para enero de 2015 registró una reducción de (-)0.54 puntos porcentuales frente a la del mes que le precede. Reducción, ciertamente, pero reducción que no hace verano.
Por su parte, la Tasa de Ocupación en el Sector Informal 1 (TOSI1) representó 26.59% de la población ocupada en el mismo enero; tasa inferior a la del primer mes de un año antes, que se ubicó en 27.93 por ciento. En su comparación mensual, cifras desestacionalizadas muestran que este indicador cayó (-)1.06 puntos porcentuales en el mes en cuestión con relación al mes inmediato anterior.
Pero viendo el panorama con relativa objetividad, el desempleo repuntó durante enero, al pasar de 3.76% en diciembre de 2014 a 4.51%, luego de cinco meses de bajas, aunque se ubicó por debajo de 5.07% reportado un año antes, como lo registró el Instituto Nacional de Estadística y geografía (INEGI).
El aumento se explica, en parte, por el ciclo del mercado laboral en el país, debido a la eliminación del empleo temporal que se generó en diciembre, así como a un mayor número de personas que se lanzan a la búsqueda de un trabajo a inicio de año. Con cifras ajustadas por estacionalidad, el nivel de desocupación también subió ligeramente, de 4.37% en diciembre a 4.43% en enero.
El INEGI informó sobre los principales resultados de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) para enero de 2015, los cuales indican que 58.88% de la población de 15 años y más es económicamente activa (tasa de participación), que no necesariamente tiene empleo. Esta cifra es menor a la observada en el mismo mes de 2014, cuando se ubicó en 59.84 por ciento.
Ahora, de la Población Económicamente Activa (PEA), 95.49% estuvo ocupada, en enero; sin embargo, a su interior se manifiesta un sub universo de casos que declaró tener necesidad y disponibilidad para trabajar más horas, razón por la cual a este subconjunto se le denomina subocupados.
En enero de este año, estos subocupados representaron 8.5% de la población ocupada y datos desestacionalizados reportan que la subocupación fue similar a la registrada en diciembre de 2014 (8.28 vs 8.33). Con series desestacionalizadas, en el primer mes del presente año la tasa de desocupación (TD) a nivel nacional fue de 4.43% respecto a la PEA, tasa similar a la del mes previo.
Como ven las cifras van y vienen. Suben y suben, aunque difícilmente bajan. Brincan y brincan. Y pareciera que sólo sirven para confundir, inclusive a los avezados. El hecho simplón es que el bienestar está muy lejos de ser el estado fundamental de la mayoría de los agentes económicos. Hay desempleo, hay empleo pero más remunerado y, lo más grave, casi las tres quintas de la población económicamente activa tiene que moverse en el anonimato de la informalidad.
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