• Muchísimo ruido y muy pocas nueces
• El fracaso de los derechos humanos
Me decía mi madre que más que hablar hay que hacer. Obras, insistía, son amores y no buenas razones. O sea que de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno.
Así pasa con los dichos y los no hechos de la clase política en el gobierno. Ejemplo: la palabrería en torno a la lucha o al combate a la corrupción. Nada. La corrupción sigue tan campante. Es el modus vivendi de la clase política.
Cada vez que hablan de crear instituciones, institutos, comisiones, anticorrupción me parecen un perrito que se huele la propia cola. Obras son amores…
Otro tanto pasa con las políticas públicas importantes, sustanciales, como la política laboral, la económica, la cambiaria, la fiscal, Se habla mucho, mucho. Dijérase en lenguaje coloquial: puro bla, bla, bla, bla… Pero al final del día todo queda en el archivo francés (así le llamo yo al basurero que tengo junto a mi mesa de trabajo, el archivo francés. No me pregunte por qué)
Se habla, y lo proclama el propio señor presidente – con la asesoría de Videgaray -, que van a impulsar la economía; que México va a crecer lo bastante para crear los empleos que se demandan. Es más, que ya está creciendo. Que está a punto de emular a la economía de del otro lado del Bravo. Que ya va a superar a la de los ex súbditos del rey Pedro El Grande.
La verdad es que todo deviene en pura palabrería mediática.
Se dice que se van a investigar las agresiones en contra de periodistas y defensores de derechos humanos. Imposible. Creo que están sin castigo el cien por ciento de los asesinos de reporteros. Y los feminicidios están en su gran mayoría sin castigo. Autoridades de Chihuahua llegaron a afirmar que las chicas asesinadas en Ciudad Juárez, por ejemplo, lo eran por su culpa, porque salían a la calle y de noche, casi desnudas.
Y los derechos humanos. Qué son los derechos humanos, preguntaría cualquier caciquillo de porras de cualquier municipio del país. E inclusive muchos de los Encomenderos, o sea gobernadores. ¿Derechos Humanos? ¿Serán lo contrario de torcidos?
En general, la política de comunicación, de propaganda, del gobierno mexicano está marcada, fundamentada, sólo por palabras inexistentes, vacuas, fantasiosas, sin sentido (las imágenes que usa para comunicar no comunican más que la vanidad del gobernante, y no interesa a nadie ver al político en turno estrechándole la mano a un alto dignatario extranjero, por ejemplo); se caracteriza por el derrame de una catarata de palabras, no sustentadas en los hechos. La simulación es la filosofía de vida del mexicano, y más de la clase política. Los políticos simulan todo. Hasta su vida personal. Uf ejemplos sobran.
Y lo mismo pasa con la política de respeto a los derechos humanos. Se dice tanto. Se crean comisiones. Se destinan millonarios presupuestos arrancados del erario para mantener una impresionante nómina de funcionarios “defensores” que al final del día ni rinden, no producen, no dan frutos, como aquella higuera maldita por no dar higos.
Y no es que este escribidor sea pesimista. Algunos próceres lo acusan, además de antisistémico, de pesimista, de que todo lo ve gris o negro. Pero no. Lamentablemente no va a cambiar nada. No les interesa a los políticos que cambie. Ellos van por su bisnes. Aunque hablen de México, de sus ideales por México… Pamplinas. No les interesa nada más que su negocio salga pujante. Y su negocio es la política.
Y toda esta filosófica perorata es sólo para enfatizar que el presidente del Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzadas e Involuntarias de la ONU acaba de asegurar que, a pesar de que se ha notado “un cambio de actitud” del gobierno de Peña frente al respeto a los derechos humanos, tras el informe sobre Ayotzinapa de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, “queremos no sólo retórica, sino pasos concretos”.
Mire que presiento que el señor Ariel Dulitzky le está pidiendo uvas al olivo, o peras al olmo. ¿Asumirá el gobierno mexicano el problema, como se lo pide el funcionario de la ONU? ¿Asumirá el gobierno mexicano la dimensión del problema de las desapariciones forzadas, cuando muchas desapariciones forzadas son perpetradas por oficiales del gobierno y de los gobiernos estatales y municipales, e instituciones de seguridad?
Claro, señor Dulitzky. El gobierno mexicano ha fracasado en asumir la gravedad de la dimensión del problema. Claro que ha fracasado. Pero los líderes del gobierno jamás lo aceptarían. Para ellos, todo va viento en popa en este patio trasero del Imperio.
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