• Pese a los pataleos, Pemex será empresa privada
• Todo sea por el Mundo Feliz de Aldous Huxley
Desde que José López Portillo clausuró el ciclo histórico de la Revolución Mexicana – “Soy el último presidente de la Revolución” – y del PRI abandonó su lema de batalla de “Democracia y Justicia Social”, la tendencia en México es llegar a la construcción de una sociedad “democrática”, en la que el Estado se dedique exclusivamente a cuidar de la seguridad pública, y los grandes medios de producción sean usufructuados por los empresarios privados, locales y extranjeros.
Y la tendencia es mundial, no porque se haya aplicado primero en México: desde la caída del Muro de Berlín, en 1989, y la desaparición de la Unión Soviética con el Tratado de Belovesh, en diciembre de 1991, el poder económico lo tomaron los grandes empresarios. Así es ahora en la República Popular China, en Vietnam, y así está ocurriendo en la República de Cuba.
En México, desde hace tres décadas el Estado ha venido retirándose de la propiedad de muy importantes empresas productivas con el pretexto de que no son parte de su tarea. Entregó casi todo a los grandes empresarios. Sólo le quedan la Comisión Federal de Electricidad y Petróleos Mexicanos.
Así que, quien crea que Pemex y la CFE no se van a privatizar está equivocado. Vivimos en un sistema neocapitalista al estilo oriental, en donde la eficiencia, la productividad, la competitividad, el Estado garante, son los nuevos agentes económicos. Así ha ocurrido en las economías del sudeste asiático, que han logrado enormes éxitos en la construcción de una sociedad en la que unos cuantos detentan los grandes medios de producción y los trabajadores son compensados con lo suficiente para satisfacer sus necesidades primarias de casa, vestido, sustento, salud, ocio, pero sin llegar obviamente a la lujuriosa vida de los grandes magnates de los negocios. Así ocurre inclusive en la China comunista. El Mundo Feliz de Aldous Huxley.
México está partido en dos, no obstante, y todavía se escuchan alaridos de los “nacionalistas” que se rasgan las vestiduras y mientan madres porque Pemex va a recibir inversiones de grandes inversores extranjeros. Y anuncian grandes movilizaciones contra la privatización. En las actuales condiciones de la economía, ni Marx estaría en contra del nuevo modelo. Ni la Unión Soviética, ni China, los grandes adalides del socialismo, lograron exigir de cada quien según su capacidad y darle a cada quien según su necesidad. La URSS primero desapareció. Y no se habla de Alemania porque en la práctica era parte de. Y así está ocurriendo con el comunismo chino.
México ni ha sido ni es socialista. El nacionalismo mexicano ha sido más de cohetería, matracazos y sombrerazos.
Y en especial, respecto a las más recientes manifestaciones del presidente Peña Nieto, ahora en Londres, donde estuvo invitado por los Ocho dueños del mundo, incluido el ruso Vladimir Putin, de que Petróleos Mexicanos se abrirá a las inversiones extranjeras. La verdad es que esta decisión fue consensada por Peña Nieto y los partidos de la oposición, especialmente los líderes de la izquierda hecha partido – el PRD -, liderada moralmente por Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, el hijo del expropiador del petróleo, el gran general Lázaro Cárdenas del Rio, venerado por tirios y troyanos. Peña Nieto se mide para no hacer olas entre los nacionalistas y afirma que Pemex no va a ser privatizado.
Pese a los pataleos de los nacionalistas, Pemex será privada, como la Exxon Mobil, Petro China Company Limited, Chevron, Shell Global, BP, Y en un futuro no lejano, en las clasificaciones de Bloomberg estará algo así como Pemex Global.
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