Francisco Gómez Maza
• Hasta ahora sólo han sido comparsas de la antidemocracia
• Son defensores del presidente y de las clases dominantes
Destacan malintencionados, propagandistas a modo, que sólo 276 de los 500 diputados, electos para la LXIV Legislatura, tienen título académico y cédula profesional, y advierten que, aunque no es requisito constitucional, es “relevante” la preparación académica para las labores legislativas, aunque no es condición para ser diputado de acuerdo con la Constitución.
Los diputados se presumen como representantes del pueblo, pero si fueran “representantes” del “pueblo” no necesitarían de título profesional, precisamente porque son representantes de las clases desprotegidas, y serían legisladores para defender al pueblo de sus opresores, y no de las clases académicas, las clases dominantes.
Además, hasta ahora, en realidad, los diputados han sido representantes del presidente de la república y de las clases dominantes. Alguien los acusó de ser la oficialía de partes del presidente. Han hecho leyes y reformas a la Constitución, que en realidad han presentado, ya hechas, (y diría que hasta aprobadas) los “constitucionalistas” del presidente, porque en su mayoría los diputados han sido unos ignorantes, independientemente de si tienen o no título académico. Qué muchos seres humanos tienen título pero no saben escribir ni su nombre. Escriben cajón con “g”.
Las leyes y las reformas aprobadas han sido hasta ahora para protección del presidente y de las clases dominantes en contra del pueblo. Éste ha sido sólo carne de cañón en los procesos electorales, cuando los candidatos al congreso les han dicho que serían sus representantes. Pero no es cierto. Los diputados no representaban, ni representan a nadie, más que a sí mismos, y por ende al presidente y las clases dominantes. Y no tienen que rendirle cuentas a nadie del pueblo. (Aquí se tendrían que hacer reformas y adiciones constitucionales, o crear leyes muy precisas y puntuales, para cambiar esta situación.)
Simultáneamente, la Cámara de Diputados – y la de senadores, también- ha sido un centro de reunión de negociantes, de piratas, de gambusinos, de tratantes de mujeres, de negociantes de lo ilícito; corredores de una especie de mercado de capitales de riesgo, una bolsa de “valores”; o más precisamente una central de abasto en la que la oferta y la demanda son en realidad el mercado de la necesidad y del abuso; un mercado en el que quien tiene más saliva traga más pinole.
Leyes antipopulares y grandes negocios, muchos ilícitos, se han fraguado en las curules, pasillos, jardines, cubículos, sanitarios de esa mole de concreto que se está deteriorando aceleradamente.
Para todo a lo que se dedican, durante los tres años que duran en la Cámara, no requieren de título académico y menos de cédula profesional. El trabajo de reformar la constitución, de crear nuevas leyes se los dan, los expertos, peladito y en la boca. Ellos sólo tienen que levantar el dedo a la hora de las votaciones. Y les pregunta usted que están votando y no saben responder. Debo decir que el título académico no da conocimientos y menos quita la ignorancia.
Yo esperaría que, con el cambio de régimen y no sólo de gobierno, esta situación cambiara. Sería el colmo que los diputados de la LXIV Legislatura fueran una calca de los de la LXIII. Veo difícil el cambio. Hasta ahora hemos vivido los mexicanos una democracia de pacotilla; un remedo de democracia. Podría aceptar que las elecciones pudieran ser democráticas, pero no necesariamente los gobiernos o el gobierno emanado de ellos. Eso ha sido hasta ahora. Elecciones “democráticas” han producido gobiernos antidemocráticos, como los emanados del PRI y del PAN. ¿Será diferente con Morena? Debo darle, para ser congruente y no un simple comparsa de la estulticia y de la amargura, el beneficio de la duda. Veremos, dijo el ciego.
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