• El profundo desequilibrio por falta de política industrial
• Sin embargo, no hay peor lucha que la que no se hace
Xi Jinping, arropado por su muy bella esposa, Peng Liyuang, vino, vio y venció, como el emperador Julio César, pero a lo chino.
El presidente Enrique Peña Nieto le rindió honores militares en el Campo Marte, en un acto casi sublime de la liturgia protocolar; conversó con él para acordar las medidas que tomarán en el “relanzamiento” de las relaciones sino mexicanas, abolladas por el embeleco entre Felipe Calderón y el Dalai Lama, acérrimo enemigo del comunismo chino.
Peña Nieto y Xi acordaron, quién sabe en realidad lo que acordaron, porque su conversación fue a puerta cerrada. La esperanza es que hayan hablado de tú a tú, aunque quién sabe, porque México lleva la parte del león, con una profundísima brecha en los asuntos más importantes, que tienen que ver con dinero.
Pero en honor a la verdad, los chinos continuarán siendo, por mucho tiempo, muchísimo, el coco de México; el socio incómodo de las grandes empresas exportadoras mexicanas.
No ha sido fácil, ni lo será por muchos años – hasta que México retome la senda del crecimiento económico, mediante una real política industrial -, balancear el desequilibrio comercial. En los mercados locales todo tiene la etiqueta Made in China; bueno, hasta artesanías, y un día de estos hasta las tortillas de maíz y los tacos.
Peña Nieto, pues, recibe la visita del jefe de la economía del agandallamiento, de la deslealtad, del comercio excesivamente subsidiado. Pero ese no es el problema, sino la desidia de los mexicanos, la improductividad y, por tanto, la pésima competitividad de la planta productiva mexicana.
Al cierre de 2012, el comercio total entre México y China alcanzó 62 mil 657 millones de dólares, de los cuales sólo cinco mil 721 millones de dólares corresponden a exportaciones mexicanas. Casi 57 mil millones de dólares corresponden a importaciones de productos chinos, con lo que México registra un
Los mexicanos le compran de todo a los chinos, desde la bisutería y las chacharitas que se expenden en la calle hasta ensambles de pantalla plana y filtros y/o divisores para instalaciones individuales comunales de señales de HF, TV y FM, o acoples de antenas (mezclador). Le compran también máquinas automáticas para tratamiento o procesamiento de datos, digitales y portátiles, así como aparatos emisores con dispositivo receptor incorporado, móviles, para radiotelefonía; productos de electrónica y tecnología. Y manufacturas de acero.
México sigue ofreciendo a los chinos materias primas como minerales de cobre y sus concentrados, aceites crudos de petróleo o de mineral bituminoso y minerales de plomo y sus concentrados.
Julio Faesler, ex diplomático y primer director general del Instituto Mexicano de Comercio Exterior, le dijo a la BBC de Londres que lo que no puede ocultarse – y espero que el presidente Enrique Peña Nieto sea muy firme – es una inconformidad general con las ventas de productos chinos a precios por abajo de costo (dumping), lo que está dañando severamente a muchas industrias mexicanas. El intercambio del agandalle. Los mexicanos no pueden competir en esas condiciones porque el gobierno mexicano no subsidia la producción desde que descubrió que los principios del libre comercio a ultranza le daba mejores resultados para mantener finanzas públicas sanas, y que a la economía real se la llevara pifas.
En esas condiciones, es muy poco lo que se puede esperar del arrimón de Xi Jinping a Los Pinos y a Palacio Nacional. Tendremos que esperar a que el gobierno se decida a, por fin, elaborar una política industrial verdadera y no dejar todo a dejar hacer, dejar pasar.
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