Francisco Gómez Maza
• El Prozac y el agua de horchata
• Necesario antidoping a funcionarios
Tránsfuga de la academia, Ernesto Villanueva padece del síndrome del agua de horchata. Se asume como el campeón de la transparencia y la lucha anticorrupción.
Figura en la lista de la veintena de candidatos a ocupar la presidencia del Instituto Nacional de Acceso a la Información y Protección de Datos Personales, pero él ya se asume como el “presidente legítimo” del INAI.
Debería ser una obligación someter a un antidoping a todos aquellos que aspiren a ocupar un cargo de comisionados en el INAI. Es el caso del “doctor” Villanueva, quien ostenta una personalidad patológica.
Como Vicente Fox, que era adicto al Prozac –como lo llegó a admitir en una entrevista–, en el caso de Ernesto Villanueva es un consumidor de antidepresivos, y también de Prozac.
De acuerdo con los especialistas, el Prozac, como las drogas, es sustancia química, que afectan el comportamiento humano. De hecho, el diccionario de la Real Academia define droga como una “sustancia o preparado medicamentoso de efecto estimulante, deprimente, narcótico o alucinógeno”. Visto así, el Prozac podría considerarse también una droga.
Éste es un punto importante para analizar la conducta de este personaje que está obsesionado con ocupar un importante cargo público.
Por desgracia, las leyes –la misma Constitución– no exige a los propios candidatos a cargos de elección popular el requisito de un certificado médico. Sin embargo, desde hace algunos años, los votantes han exigido una verdadera transparencia sobre los políticos y los servidores públicos de todos los niveles.
Fue así que se llevó a cabo una encuesta por la consultora Defoe a 400 personas, donde el 42% de los entrevistados estuvo de acuerdo en que todos los candidatos presidenciales se hagan un examen médico y lo hagan público.
El 29% está muy de acuerdo y sólo el 3% no lo está. Por cierto, el porcentaje de los que están de acuerdo en que se realicen estos exámenes está conformado por personas de 56 a 65 años de edad.
Los encuestados también apoyaron que todos los candidatos presidenciales se hagan un examen toxicológico para ver si han consumido drogas recientemente.
Ningún funcionario público debería ser la excepción y mucho menos quienes tienen la responsabilidad de exigir transparencia en el ejercicio del poder y la administración pública.
En el caso de Ernesto Villanueva ha mostrado una personalidad conflictiva hasta llegar no sólo a señalar, sino a acusar a conspicuos personajes de la vida pública de mafiosos, narcos, incompetentes, corruptos, etcétera.
Incuso el propio presidente Andrés Manuel López Obrador no escapó a la metralla de este sicario del periodismo.
El mismo Villanueva incorporó la figura del “sicario periodístico” en su mamotreto denominado “Diccionario del Derecho a la Información”.
Cuando hablamos de Villanueva, nos referimos al mismo personaje que acusó sin pruebas al ex ministro de la Suprema Corte y ex Procurador General de la República, Diego Valadés, de pertenecer a un cártel de las drogas. Villanueva está obligado, por la más mínima congruencia de transparencia, a informar, luego de cuatro años, en que situación legal está la denuncia que formuló en contra de Valadés, a quien acusó de ordenar su asesinato al contratar a sicarios para ejecutarlo en el propio campus de la Universidad.
También ha difamado a notables personalidades como el doctor José Narro Robles, ex rector de la UNAM; al titular de la CNDH, Luis Raúl González Pérez, y ha traicionado a sus propios colegas y amigos como Francisco Acuña LLamas, presidente del INAI.
El periodista Carlos Marín ha puesto el dedo en la llagar al describir a Villanueva como personaje carroñero; lo mismo ocurre en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, donde sus colegas lo miran como un buitre.
Traicionó al propio doctor Jorge Carpizo, quien le tendió la mano. Un ejemplo de ello fue la calumnia en contra del doctor Diego Valadés y al propio González Pérez, dos de los hombres más cercanos a Carpizo.
Villanueva no es un hombre de fiar, como ocurre con este tipo de tránsfugas que han terminado traicionando a sus compañeros. La lealtad es lo menos que conoce Villanueva, quien aspira a ocupar el cargo que dejó vacante el fallecido Carlos Bonnin, quien perdió la vida de manera misteriosa en las propias instalaciones del INAI.
En su carta de presentación para ocupar un puesto en el INAI, Villanueva se disfraza como un “neomorenista”, cuando antes fue un antipejista. Para obtener el apoyo de los senadores de Morena, quienes deben elegir a los comisionados del INAI, Villanueva ofrece llevar un machete para hacer recortes a raja tabla en la institución.
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