• Las reformas, ninguna garantía
• La mediocridad y el tiempo perdido
Mientras los senadores hacen como que estudian, como que debaten una reforma energética ya pactada entre el ejecutivo, el PRI, el PAN y la dirigencia del PRD pactista, la economía nacional anda como un perrito faldero perdido entre el tránsito vehicular en una vía rápida y a la hora pico, o sea la de mayor tráfico.
El presidente Peña Nieto le está apostando a las reformas llamadas estructurales, especialmente la reforma petrolera y la de la generación de electricidad, como semillas que germinarán en grande y elevarán la productividad y la competitividad de la economía mexicana. Y el asunto fundamental es la reforma constitucional que permitirá a Petróleos Mexicanos, principalmente, firmar contratos de utilidad compartida con grandes inversionistas particulares nacionales y extranjeros.
Peña Nieto está imaginando que tales contratos serán la varita mágica para que se dupliquen, tripliquen cuadrupliquen, y hasta el infinito, los ingresos de dólares a la economía y ésta despegue, rebase el mediocre histórico 3 por ciento y sea la panacea para que todos los mexicanos dejen de pasar hambre y se uniformen por lo menos con las clases bajas del Imperio.
Bueno. Está muy bien. Soñar no le hace mal a nadie y no cuesta un céntimo. Pero por lo pronto, las otras reformas – la laboral y la financiera, principalmente – tendrían ya que dar sus primeros frutos el año que está por inaugurarse. Pero no será así. Las expectativas – no de la gente pobre, que esa no tiene expectativas de ninguna especie – de los más connotados expertos en economía, dicen que 2014 será otro año perdido entre la bruma de la incertidumbre. Y como las mayorías de los mexicanos sobreviven al día, pues están en todo su derecho de ya salir de la postración en la que han vivido.
Pero el futuro de largo plazo es aún más incierto. Los inversionistas privados, y menos las grandes corporaciones petroleras de Estados Unidos, no están nada contentos. Ellos esperaban la privatización total de Pemex y de la CFE. Obviamente que no quieren contratos de utilidad compartida, sino propiedad de acciones del capital de Pemex y de la CFE. Y tener la posibilidad inclusive de presidir en consejo de administración para que sus inversiones estén aseguradas y obtengan ganancias reales. Bueno. Eso entendieron en un principio de los mensajes directos y cifrados del presidente mexicano.
Pero es muy fácil pronosticar, como estamos viviendo en un mundo al revés, que la reforma petrolera y la eléctrica no tendrán los efectos multiplicadores del desarrollo económico como lo pretendía Peña Nieto,.
La economía nacional seguirá estancada. La productividad, a la baja; la competitividad dependerá únicamente de lo que hagan los vecinos del norte para que su economía salga del marasmo en el que lleva un lustro, desde la crisis inmobiliaria del 2008.
Por lo pronto, las cifras sólo reflejan la tremenda mediocridad en la que se desenvuelve la actividad productiva, y la situación de precariedad de los bolsillos de los trabajadores y de las clases medias.
Los indicadores coincidente y adelantado sólo revelan que en el futuro inmediato las reformas le harán a la economía lo que el viento a Juárez, aunque este escribidor espera, mantiene una leve esperanza de que empiecen a fluir millones de dólares, como los que llegan a mi bandeja de viudas, mujeres jóvenes y bellas, de África ofreciéndome millones con tal de que me vaya a vivir con ellas (jajajaja). Así de mágico.
Y las expectativas de los empresarios mexicanos no van muy lejos del pesimismo. En lo que respecta a las expectativas de crecimiento del PIB real en 2013, éstas permanecen cercanas a las del mes anterior, si bien la mediana de dichas previsiones aumentó. Para 2014, los especialistas consultados revisaron a la baja sus pronósticos.
Quizá el indicador más realista es el de la confianza. Y ésta, medida por el Índice de Confianza del Consumidor (ICC), presentó una reducción mensual de (-)1.48%.
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