• La Trilateral norteamericana
• El platillo principal: petróleo
Enrique Peña Nieto va a destapar la carta del petróleo en el juego de póker, que jugará este miércoles en la Cumbre de Toluca, la llamada Cumbre de Líderes de América del Norte, porque sin petróleo no habrá acuerdo.
La oposición se opone a que la herencia del diablo se incluya en la cumbre, pero eso es imposible. La verdadera razón del encuentro es aclarar qué garantías serán ofrecidas a los inversionistas en el plan de negocios de la empresa Petróleos Mexicanos.
El petróleo es pues el punto nodal de la reunión del mexicano con el de Estados Unidos, Barack Obama, y el de Canadá, Stephen Harper. El resto de los temas – seguridad, justicia, defensa etc – son sólo la guarnición del suculento platillo petrolero que Peña Nieto servirá en la mesa de Toluca.
Las izquierdas, particularmente el Polo Progresista, integrado ya por las bancadas del Movimiento Ciudadano y del Partido del Trabajo, así como por individualidades perredistas,, el senador Manuel Camacho Solís y el aspirante a dirigir al PRD, Marcelo Ebrard Cassaubón, se oponen, de manera testimonial, a que el petróleo sea “entregado” a los inversionistas del exterior. Pero Peña Nieto piensa lo contrario: captar muchos dólares o euros de los inversionistas extranjeros para “modernizar” a la empresa petrolera, al estilo de las petroleras de economías emergentes como Brasil, el clásico ejemplo latinoamericano de éxito económico.
El hecho es que las posiciones de la izquierda se quedarán como testimonios de que una buena parte de los mexicanos está en desacuerdo con la política liberal, de apertura, del gobierno priísta.
Y es agradable a los oídos de los sectores oficialistas el discurso que justifica la Cumbre de Líderes. El canciller Meade lo expresa con claridad meridiana: La cumbre es un paso más para que la región – México, EU y Canadá – sea la más competitiva y dinámica del mundo, destacando la movilidad educativa y los intercambios académicos para “fortalecer” el capital humano. No se dice nada de que al final del día lo que importa a los tres líderes es el petróleo. Sin petróleo la Cumbre no tendría ningún sentido.
Es emblemático también que el encuentro de los presidentes ocurra a 20 años de haberse firmado el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica que para la economía mexicana ha tenido resultados ambivalentes. Una escapada hacia el progreso de las grandes empresas globalizadas, un difícil camino para las empresas medianas, pequeñas y micro; un rotundo fracaso para los millones de trabajadores que sólo reciben salarios injustos.
Pero en esta nueva época priísta, los priístas le están apostando a la liberalización, a la casi total apertura del otrora sacratísimo tabernáculo petrolero, a donde sólo podía entrar el Estado con todo el peso de su corrupción. Obama y Harper escucharán ahora, en lo oscurito, en lo que no se boletinará a los medios de información, que aquí tienen el petróleo para lo que les venga en gana. No se enojen ni se asusten, que esta es la verdad neta y pura.
Y es explicable. Si el gobierno quiere lograr una economía realmente que privilegie las ganancias y aumente el producto interno bruto tiene que hacer sacrificios y el sacrificio más sencillo, más fácil, es poner en segundo lugar los intereses de los trabajadores, que son trabajadores porque no tuvieron la oportunidad de estudiar en las universidades públicas y privadas.
México – léase los grandes detentadores de los grades medios de producción – tiene que ser súper productivo y súper competitivo, en el concierto de por lo menos las economías emergentes, para empezar. Que los trabajadores tendrán un empleíto, eso es lo que se espera. Pero al final de cuentos, esos no cuentan para el sistema y no, por supuesto, para Peña Nieto, porque podría estar cualquiera gobernando este país, inclusive el Peje López. También éste se vería obligado a modernizar al país y para lograrlo tendría que anteponer los intereses de los inversionistas, con el pretexto de que sus inversiones crearían puestos de trabajo para la clase trabajadora.
Así está pues el panorama. El Trío de esta moderna Trilateral habrá de dar un mensaje muy positivo tanto a los inversionistas como a las economías de Europa y Asia. Que Norteamérica, con el petróleo mexicano en aguas profundas, es y seguirá siendo la región más dinámica del mundo.
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