• 70 aniversario de El Colegio Nacional
• Y el saber y la libertad, escondidos
El Colegio Nacional, la institución insignia del saber y la cultura de “México”, cumplió este lunes 70 años de existencia, fecha celebrada con bombo y platillo. Pero es triste que sólo muy pocos mexicanos tengan en su saber y su cultura el saber y la cultura de quienes integran el Colegio.
El lema del Colegio es: “Libertad por el saber”. Y es triste que entre la inmensa mayoría de los mexicanos no haya ningún saber que les permita vivir en libertad. Libertad para disfrutar de las mismas oportunidades de desarrollo personal de la que disfrutan los que disponen del saber.
La institución fue fundada por el presidente Manuel Ávila Camacho en 1943, como un lugar de encuentro de los científicos, artistas y literatos mexicanos más destacados, con el propósito de preservar y dar a conocer lo más importante de las ciencias, artes y humanidades, que México puede ofrecer al mundo.
Los fundadores del colegio fueron mexicanos de talla grande: Alfonso Reyes, Diego Rivera, José Vasconcelos, José Clemente Orozco, Enrique González Martínez, Ezequiel A. Chávez, Antonio Caso, Ignacio Chávez, Mariano Azuela, Manuel Sandoval Vallarta, Alfonso Caso y Ezequiel Ordóñez;
Una biblioteca humana del saber en todas las áreas del saber, a cuyo acervo podría decirse que sólo tienen acceso los miembros del Colegio, Esa riquísima fuente de conocimientos no salió ni sale a las calles, porque a los poderosos no conviene que el saber se democratice. No están dispuestos a perder sus privilegios.
Pero no es este aspecto lo que interesa hoy a este escribidor, sino que la ocasión del aniversario fuera aprovechada por el presidente Enrique Peña Nieto para insistir en el objetivo que él persigue desde la presidencia de la república. Una declaración que lo compromete en serio con él mismo y con los mexicanos:
“…en el Gobierno de la República estamos decididos a construir una auténtica y verdadera sociedad de derechos, en la que toda la población pueda hacer realidad sus derechos políticos, civiles, económicos, sociales y culturales que les reconoce nuestra Constitución”.
“Que pasemos a una sociedad en la que los derechos consagrados en nuestra Carta Magna dejen de ser, más que un motivo aspiracional, una realidad efectiva en cada mexicano”.
…
Declaración muy alentadora, porque a partir de ella empiezo a imaginar un México al revés, en el que la utopía se ha hecho topía:
Los llamados servidores públicos se han convertido en empleados de los ciudadanos.
Los cuerpos policiacos verdaderamente cuidan la seguridad pública; no se alían con los criminales; no violentan los derechos ciudadanos; no torturan a los presuntos culpables
Los burócratas. presidentes, los investigadores y acusadores, gobernadores, alcaldes, diputados, senadores, jueces están para obedecer al pueblo – su patrón -; son respetuosos, solícitos, atentos, eficientes, incorruptibles.
Los diputados y los senadores en verdad legislan para las mayorías y no sólo para quienes detentan el poder político y el económico. Ya no están más al servicio de los señores del dinero. Y para hacer las leyes consultan a la ciudadanía. Hecha una ley, los ciudadanos quedan satisfechos y ningún grupo de lanza a las calles a manifestarse en contra.
Los magistrados de la suprema corte, los jueces, los empleados del poder judicial son los más celosos defensores de la ley y de su aplicación sobre quienes realmente las violan y no se inventan presuntos culpables que tienen que probar su inocencia. Los jueces son incorruptibles y no aceptan consignas de nadie. Menos de los presidentes. Y menos de los dueños del dinero.
El presidente de la república y su equipo de trabajo en verdad están ahí, no sólo porque fueron electos por el pueblo, para hacer lo que el pueblo les manda. Ya no son la autoridad, sino los siervos de los ciudadanos (Siervos de la Nación, les llamó el Generalísimo José María Morelos y Pavón).
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