No es nada fuera de lo común el que a estas alturas, término de su administración, el señor Felipe Calderón muestre tendencias protagónicas en todo lo que dice y hace.
Una cosa es ser protagónico y otra ser víctima del protagonismo. Esto último implica intentar bajo cualquier circunstancia mantenerse en un primer plano de cualquier asunto y mostrarse como la persona con las mejores y hasta únicas cualidades.
Apenas en la celebración de su cumpleaños número 50, Calderón relató que al momento de iniciar una gira a bordo del avión presidencial en el 2008, se le notificó de la existencia de una amenaza para derribar la aeronave en ese mismo viaje, pero decidió que debía continuar con su agenda de trabajo pese a que pensó que de ser cumplida la amenaza que el Estado Mayor Presidencial calificó como real, ya no llegaría al medio siglo de edad.
De aquella confesión cumpleañera y con la claridad de que Calderón quería que su relato fuera conocido por los más, advertí que más que valentía por la decisión, Felipe Calderón denotó una terrible irresponsabilidad ya que él es la figura principal del Poder Ejecutivo y ponerse en riesgo no es un asunto personal, sino de seguridad nacional. La victimización es también protagonismo.
Ahora, que el todavía habitante de Los Pinos surcó los cielos nacionales en el avión presidencial con el objeto de iniciar una gira de trabajo hacia el vecino país del norte, nos enteramos que dos aviones F-5 de la Fuerza Aérea Mexicana lo escoltaron durante 30 minutos en el aire.
La forma en la que se da a conocer el hecho de la escolta aérea a la nave presidencial es de nuevo como de película.
En primer lugar, Calderón expresó de este acompañamiento: “Para mí fue una sorpresa agradable” y deja la idea de que él no estaba enterado de tal maniobra, al grado que más tarde habló con los pilotos de los F-5 para agradecerles su gesto, quienes a la vez le hicieron saber que lo escoltaron en agradecimiento por haberles permitido volar de nuevo en el espacio aéreo, luego de que estas naves se mantenían en tierra a consecuencia de los accidentes en los que perdieron la vida sus pilotos y los aviones F-5 se destruyeron en los años de 1983 y 1985.
La lógica haría pensar a cualquiera que al ver aviones de la Fuerza Aérea muy cerca del avión presidencial, sin conocimiento de causa, a lo que movería es a la zozobra y al pánico, más que a la sorpresa agradable.
No es increíble el protagonismo de Calderón, lo que sí lo es, es que él no supiera de tal maniobra dado que los F-5 se utilizan para detectar en principio naves que de forma ilícita se trasladen por el espacio aéreo nacional y para detectar sembradíos de productos también ilegales dedicados sobre todo al mercado de las drogas.
A película hollywoodense volvió a sonar el protagonismo de Calderón. Lo bueno es que a su alfombra roja le quedan ya, muy pocos metros por pisar.
Acta Divina… Desde Los Pinos, se anunció que en “una especie de despedida” al presidente Felipe Calderón, dos aviones F5 de la Fuerza Aérea Mexicana escoltaron la aeronave presidencial en la que viajaba el mandatario Felipe Calderón a Estados Unidos. Se notificó que el Presidente pasó a la parte trasera del avión y comentó: “fue una sorpresa para mí. Una sorpresa muy agradable”, al ver los aviones interceptores de fabricación estadounidense.
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