Juan Luis Parra
Sheinbaum anunciará aranceles este domingo. ¿Por qué esperar? Quizá porque necesita tiempo para negociar la implementación de la aduana común que propone Estados Unidos, la misma que pondría fin al negocio del narco, el contrabando y todo aquello de lo que Washington nos acusa. O quizá porque la solución ya está pactada: que el “Deep state” gringo controle las aduanas, se reparta el pastel con los cárteles y México evite una recesión. Así, Estados Unidos se queda con la llave del comercio, el narco sigue operando, y Sheinbaum queda como la gran estratega. Tal vez eso es lo que se está cocinando.
El negocio es claro: Trump nos impone un 25% de aranceles mientras nos acusa de narcoestado. Sheinbaum responde indignada, dice que todo es una difamación y, acto seguido, replica con aranceles que afectan más a los mexicanos que a los estadounidenses.
Su prioridad no es la economía, sino la política. Y más aún, su popularidad. No por nada el anuncio se dará en un mitin político, porque el 85% de aprobación le importa más que el 25% de aranceles.
Arropada por su séquito de aplaudidores, Sheinbaum sólo escucha lo que quiere oír. Si los que la rodean le dijeran la verdad, tendrían que explicarle que su gobierno es tanto verdugo como víctima de esta crisis.
Víctima, porque le tocó heredar un país sin dinero, con una deuda histórica y con un prestigio internacional en el suelo gracias a su antecesor.
Verdugo, porque su respuesta al problema es encarecer aún más la vida del ciudadano común mientras su gente, los políticos morenistas y los empresarios amigos del régimen, siguen beneficiándose sin temor a la recesión inminente.
Ayer por la noche, Ramón Alberto Garza publicaba su video columna con un análisis crudo y real de la situación. Sin saber lo que esta mañana respondería Sheinbaum, Garza ya había desmenuzado la realidad mexicana: aduanas, huachicol fiscal, tráfico de migrantes y, como joya de la corona, una propuesta para una aduana común con Estados Unidos y Canadá.
Para empezar, el problema de los precursores del fentanilo.
Trump quiere cerrar el cerco, y la integración aduanera es su jugada para frenar la entrada de químicos chinos a México. Pero aquí, la permisividad ha sido la norma. Desde el sexenio pasado, la corrupción permitió que toneladas de precursores circularan sin problema, alimentando la crisis de opioides en EU.
Luego está el contrabando de acero y aluminio. China los manda a México y Canadá, donde los reetiquetan como locales para evadir aranceles.
El huachicol fiscal es otro escándalo. Estados Unidos sabe que buena parte del combustible que llega a México entra de contrabando. ¿El resultado? Millonarias fortunas que han servido para financiar campañas de Morena y llenar los bolsillos de los políticos en turno. Garza documenta que al menos 4 de cada 10 litros de gasolina en México son ilegales. ¿Y qué ha hecho el gobierno al respecto? Nada.
El tercer factor es el tráfico de migrantes. Con el sexenio pasado, México se convirtió en un enorme negocio para los coyotes. Desde pasaportes falsos hasta traslados VIP al otro lado del río Bravo, todo con el aval de los altos mandos.
La Casa Blanca lo sabe. Y por eso la idea de un sistema aduanero trilateral.
Sheinbaum, en vez de ver la magnitud del problema, hará su anuncio en un mitin político. Y no cualquier día, sino el domingo, quizá esperando ganar tiempo para negociar la implementación de la aduana común. Porque si esto se concreta, se acabaría el negocio del narco, del contrabando y de todo aquello de lo que Washington nos acusa de ser socios.
Pero, ¿y si la solución ya está pactada? Si la CIA, o alguna otra agencia gringa, toma el control de las aduanas y se arregla directamente con los cárteles, el negocio sigue, los flujos de dinero no se detienen y México evita una recesión. Estados Unidos se queda con la llave del comercio, el narco opera con nuevos jefes, y Sheinbaum queda como una presidenta eficaz.
¿Será ese el verdadero plan?
Ahora bien, ¿qué opciones tiene? Puede voltear a Europa, donde el nuevo Tratado de Libre Comercio con la UE podría abrir una vía de escape.
Aun así, no hay tiempo. Está pendiente una firma del tratado europeo para entonces sí, comenzar a hacer el tratado.
La otra alternativa es buscar a los BRICS. Con cada torpeza de EU, China, Rusia, India y Brasil ganan más terreno. Y con estos aranceles, Norteamérica pierde competitividad.
¿México se atreverá a jugar con China y enfurecer a Washington?
Sea como sea, las decisiones que se tomen en los próximos meses definirán el futuro económico del país.
Pero, viendo cómo se maneja la política mexicana, lo más probable es que terminemos con más aranceles, menos inversión y la misma cantaleta de siempre: “No es nuestra culpa, es de los de antes”.