RODOLFO VILLARREAL RÍOS
Al momento en que en un artículo, libro o película se abordan temas relacionados con críticas a una religión, o a quienes se encargan de su difusión, los defensores de la interpretación de la fe en cuestión se alzan presurosos a clamar que aquello es un absurdo que en nada se parece a lo que acontece en la realidad.
En ese entorno fue como se dio, hace varios años la exhibición de la película El crimen del padre Amaro. Para sus promotores era algo más que una aproximación a la realidad. Para los católicos, sin embargo, lo expuesto era una ficción que buscaba menoscabar la imagen de la Iglesia Católica y sus ministros. Si bien el tema se centra en un sacerdote católico, sería injusto mencionar que solamente los miembros de esa religión podrían comportarse en la forma en que se describe en la cinta. Bajo la premisa de que ese tipo de conductas pudiera ser aplicable, en caso de que lo que el filme narre sea una realidad, a cualquier propagador de la fe en las versiones distintas que conocemos, vayamos al tema.
El filme, se rodó durante los últimos meses del año 2001, en diversas locaciones de la Colonia Guerrero en la Ciudad de México y en los poblados de Xico y Jocotepec del Estado de Veracruz. La dirección corrió a cargo de Carlos Carrera González, quien anteriormente había dirigido cintas como La Mujer de Benjamín, Un embrujo y La Vida Conyugal, además de los cortometrajes El Héroe (Palma de Oro en el Festival de Cannes 1994), Amada, Un muy cortometraje y Mala yerba nunca muere”. En El crimen del padre Amaro, Carrera toma y hace un espléndido uso del guión escrito por el dramaturgo, novelista y periodista mexicano, Vicente Leñero Otero, quien adapta a la realidad mexicana la novela del mismo nombre, publicada en 1875, bajo la autoría del literato portugués José María Eca de Queiróz. La película fue estrenada a mediados del 2002 en medio de una gran controversia.
La trama central gira en torno de Amaro (Gael García Bernal) un sacerdote joven, recién egresado del seminario, quien arriba a un pequeño poblado llamado Los Reyes. El motivo de su traslado a aquel sitio es apoyar al párroco del lugar, el padre Benito (Sancho García), y foguearse en las actividades eclesiásticas. Pronto se percatará de lo que subyace tras la aparente tranquilidad cotidiana, en donde se mezclan las acciones de la Iglesia Católica, el poder, el narcotráfico, la guerrilla y el sexo. Él, Amaro, estará envuelto en un romance con una joven de 16 años, Amelia (Ana Claudia Talancón).
La cinta abre con el padre Amaro a bordo del autobús que lo traslada a su destino. A través de la ventana la cámara nos muestra, con un manejo ágil y breve, los diversos paisajes que dominan el trayecto, llevándonos del día soleado al trayecto nebuloso, a la oscuridad nocturna, con asalto incluido, hasta el arribo al poblado con un amanecer claro. Pareciera que el director con esta secuencia nos quiere mostrar todo lo que está por verse en la película, aun cuando no necesariamente sea en ese orden.
Otro aspecto cinematográfico para considerar es el hecho de aun cuando hay una gran exposición a sitios en exteriores, las escenas fundamentales de la película siempre se darán en entornos cerrados. Las tomas y la fotografía son magnificas, los movimientos de la cámara son ágiles y breves que enfatizan la escena, pero sin profundizar en el tono melodramático, ejemplo de ello son el asalto al autobús en el cual Amaro se trasladaba, el manejo de la fotografía fija en blanco y negro y las escenas fílmicas del bautizo del hijo del narcotraficante.
El origen de la controversia desatada, en torno a la película, se deriva del hecho de que vista en un primer plano pareciera un ataque a la Iglesia Católica. Sin embargo, en lo general se puede señalar que la crítica puede enfocarse a los ministros de culto de cualquier interpretación de la fe, a la sociedad en general y en especial a quienes detentan o ejercen el poder en los estratos diversos. El propio director ha mencionado que “la idea de la película no fue condenar a la Iglesia Católica. Solamente quería mostrar la decadencia moral de un personaje, lo cual es algo que puede suceder a cualquiera de nosotros”. En este contexto, analicemos la película en el entorno de los cinco temas principales que identificamos que son: la Iglesia, el poder, el narcotráfico, la guerrilla y el sexo.
En el caso de la Iglesia Católica, debemos apuntar que gran parte de la problemática que enfrenta se deriva de una actitud poco proclive al cambio. Trata de mantener estructuras que día a día nos muestran su anquilosamiento. Su postura, la cual raya en el empecinamiento, de mantener el celibato y la castidad de sus ministros como una divisa de pureza, lo único que provoca es una situación contra natura que degenera en todo tipo de aberraciones.
La cinta nos muestra como el padre Benito mantiene una relación añeja, que va más allá de los acercamientos espirituales, con una mujer madura identificada como la Sanjuanera (Angélica Aragón) quien es la propietaria de un restaurant pequeño. Ella, se encarga de alimentarlo, limpiarle su casa y arreglar sus ropas, nada anormal o fuera de lugar, excepto que hay ahí una relación sexual-amorosa, la cual conforme a los cánones eclesiásticos está prohibida. ¿Así suceden las cosas en la vida real o fue simplemente ficción?
En un contexto similar, se da la relación entre el padre Amaro y Amelia desde la primera ocasión en que ambos cruzan sus miradas. Eso sucede cuando él acaba de llegar a Los Reyes y busca al padre Benito. Se adivina en los ojos de ella que aquel joven, en ese instante un desconocido, le atrae. Aquí, cabe mencionar que Amelia ya ha hecho una selección, la cual habrá de desarrollar después con el pretexto de la religión y el catecismo. Como algo natural se produce la atracción entre los jóvenes, ella de 16 años y el de 24. Lo que a continuación se genera es lo que en términos de las leyes civiles se pudiera considerarse el abuso de una menor. ¿Así suceden las cosas en la vida real o fue simplemente ficción?
Es el padre Amaro quien establece las condiciones de donde y como se han de efectuar los encuentros sexuales. Escoge un sitio apartado, un pequeño cuarto en la casa de Martín el sacristán (Gastón Melo), y establece como pretexto que Amelia va a enseñar catecismo a la hija enferma de este individuo y él, Amaro, aprovechará para preparar a Amelia quien súbitamente ha mostrado vocación para ingresar a un convento. En todo instante, él es quien ejerce la autoridad en las relaciones. Inclusive cómo muestra del trastrocamiento de valores a que ha llegado Amaro, toma una réplica del manto de la Virgen que le ha regalado la esposa del presidente municipal del lugar, Amparito, (Verónica Langer) y envuelve en él a Amelia a quien le dice que es más bella que la Virgen y procede a tener relaciones sexuales. ¿Así suceden las cosas en la vida real o fue simplemente ficción?
Vayamos a la parte relacionada con el poder. En el filme, los exponentes máximos de la autoridad espiritual y terrenal son el obispo (Ernesto Gómez Cruz) y el presidente municipal (Pedro Armendáriz Jr.) respectivamente. Ambos sujetos con características físicas muy similares, estómago prominente y un apetito voraz. Al fin de cuentas, ambos representan la ambición del control sobre los demás y la insaciable gula por el dinero, sin importarles su origen. Como lo menciona el obispo, el dinero para las buenas obras no hay que ponerle peros, pues con ello el dinero malo se hace bueno. Los dos individuos siempre están prestos a encontrar soluciones a los problemas que se presenten, aun cuando ello implique el engaño. ¿Así suceden las cosas en la vida real o fue simplemente ficción?
Al momento es que se publica la denuncia sobre el apoyo que recibe el Padre Benito por parte del principal narcotraficante del lugar, denominado el “Chato” Aguilar (Juan Ignacio Aranda), soportado por fotografías tomadas durante el bautismo del hijo de éste, el obispo inicia su accionar para desacreditar aquello. A él no le interesa lo que suceda con el padre Benito, al fin de cuentas ya sabía que éste recibía apoyo del narcotraficante para construir el hospital-dispensario, lo que le preocupa es que eso fuera a hacerse del conocimiento público en forma amplia.
Por su parte, el presidente municipal, también, involucrado en esa cadena de corrupción, busca como acallar su conciencia. En ese contexto, proporciona recursos, provenientes de actos de corrupción, al sacerdote quien los emplea en la construcción del dispensario. Al recibir la llamada del obispo solicitándole lo apoye para desmentir la noticia, se rehúsa a identificarse como la fuente de aquella generosa ayuda. Sin embargo, accede a ser coparticipe con un cincuenta por ciento de lo que cueste salvar a la Iglesia de ese infundio. ¿Así suceden las cosas en la vida real o fue simplemente ficción?
En el mismo entorno de complicidades, el padre Amaro pronto se olvida de su idealismo y, también, toma parte en el proceso. Él se encargará de redactar el desmentido y personalmente llevar el escrito a Galarza (Fernando Becerril), quien el director del periódico que publicó la noticia. En un principio, el editor se resiste a divulgarla. El sacerdote, sin embargo, le menciona que su diario vive de la publicidad y no de la venta de los ejemplares. En caso de que no le quede claro el significado de esas palabras, le hace saber que el obispo puede llamar a los anunciantes y pedirles que dejen de patrocinarlo. Ante argumentos tan convincentes, Galarza no tiene otra opción sino informar lo sugerido y despedir a Rubén (Andrés Montiel), el reportero autor del artículo. ¿Así suceden las cosas en la vida real o fue simplemente ficción?
Lo descrito en el párrafo anterior es quizás la crítica más fuerte de toda la película. Ahí nos muestra como independientemente de sitio desde donde se ejerza la autoridad, todos los personajes necesitan recurrir al chantaje, la mentira o la extorsión para poder presentar una cara amable a la sociedad. El poder los convierte a todos por igual en seres hipócritas. Tras bastidores, emplean cualquier fin con tal de lograr sus propósitos. En el entorno externo, todos tratan de mostrar una imagen de respetabilidad y decencia.
Es a partir de esta escena en donde el personaje del padre Amaro nos expone hasta donde es capaz de llegar para lograr sus fines en el intrincado mundo de la política eclesiástica. Ha comprendido que, para avanzar en la política espiritual, al igual que en la terrenal, el único camino es treparse al vagón que, desde años, centurias, atrás circula y en el cual el aroma a estiércol predomina. Para evitar olerlo basta con cubrirse las fosas nasales, son tantos los que lo aspiran que al final se diluye y nadie se percata de su presencia. ¿Así suceden las cosas en la vida real o fue simplemente ficción?
El mensaje que se envía al mencionar el involucramiento de uno de los sacerdotes, el padre Natalio (Damián Alcázar), con la guerrilla es más en un sentido discursivo y nunca se muestra que realmente exista. Es solamente un recurso para mostrar otro de los problemas que, si bien actualmente se haya amortiguado, subyace en el seno de la Iglesia Católica, el de aquellos sacerdotes que apoyan la Teología de la Liberación, la cual fue reducida a una mínima expresión años atrás por, el entonces cardenal y en 2002 jefe del Estado Vaticano, Joseph Aloisius Ratzinger, el papa Benedicto XVI. En este contexto, se nos exhibe un sacerdote, Natalio, comprometido con las causas campesinas, quien vive en una comunidad apartada en la cual trata de llevar a la práctica los dictados del Evangelio y por ello es visto con despreció por la autoridad eclesiástica.
Asimismo, se menciona un punto al que pocas veces se pone la atención requerida, el mencionar la existencia de guerrillas supuestamente con propuestas revolucionarias pero que realmente son grupos armados proveídos con recursos del narcotráfico quienes mantienen áreas reservadas e inaccesibles para la mayoría bajo el pretexto de ser su zona de acción revolucionaria, cuando en realidad son extensiones dedicadas al cultivo de estupefacientes. A ambas autoridades, espiritual y terrenal, les es benéfico que esto sé de, de ahí obtienen recursos según la narrativa del filme. ¿Así suceden las cosas en la vida real o fue simplemente ficción?
Un aspecto que no se menciona en las críticas de la cinta, es el hecho de que Amelia al enamorarse del padre Amaro busca en él la efigie del padre ausente que desconoce. En el sacerdote joven, aparte de la atracción física, está viendo materializada la imagen de una figura de autoridad masculina, de la cual en sus dieciséis años de vida ha carecido. Con esa acción, Amelia desvela su complejo de Electra largamente reprimido. Ante ello, decide someterse a esa autoridad y al enterarse de que se encuentra embarazada, le pide a Amaro que abandone todo y se conviertan en una pareja como cualquier otra, en la que ella aceptaría el papel de sumisa mujer y él se convertiría en el jefe de la familia.
La respuesta que obtiene es que eso no es posible, que tenga el hijo y luego lo de en adopción. Posteriormente, Amaro le propone a Amelia que busque a su antiguo novio, Rubén, y le sugiera que se casen y se vayan del pueblo, lo cual Amelia accede hacer porque al fin de cuentas su objetivo es llenar con una figura masculina la ausencia del padre que nunca conoció. Como solución última, el padre Amaro, le expresa la posibilidad de que se someta a un aborto para evitar el escándalo, ella lo acepta.
¿Así suceden las cosas en la vida real o fue simplemente ficción?
El sacerdote en una muestra más de la hipocresía que prevalecía respecto al tema tanto en la Iglesia Católica como en la autoridad civil, recurre a una vieja rezandera, Dionisia (Luisa Huertas), quien nunca pierde la ocasión de acudir al templo y aparecer como devota feligrés. Va y la busca a su vivienda humilde, en donde, rodeada de gatos, dice tener su Iglesia particular con efigies de vírgenes y santos. Amaro solicita a Dionisia ayuda para ubicar una clínica clandestina en donde se efectué el aborto, la mujer acepta ayudarlo mediante la provisión de recursos monetarios.
Finalmente, Amaro lleva a Amelia al sitio y proceden a practicar el aborto. Al estar esperando que el procedimiento concluya, se aparece el anciano (Alfredo González) quien lo acompañó en su viaje. Este hombre recuerda que Amaro lo ayudó cuando los asaltaron y, por consiguiente, el anciano considera que el clérigo es una persona buena. En ese instante sale Dionisia gritando que Amelia sé está desangrando y que hay que llevarla a otro hospital, Amaro entra y saca a la joven para trasladarla en su camioneta al sitio. En el trayecto, Amelia fallece y se ve a Amaro abrazarla con las manos tintas en sangre. ¿Así suceden las cosas en la vida real o fue simplemente ficción?
Lo que viene después en la misa es un ejemplo de la hipocresía de un pueblo entero que calla y busca culpables sin atreverse a mencionar al verdadero. El presidente municipal, y su esposa creyente, quien permite y conocen de la existencia de clínicas clandestinas en las que se practican abortos; Dionisia, la cómplice del crimen reza devotamente; el padre Benito quien escudado en su enfermedad calla; el resto de la población que prefiere no indagar y tomar como cierta la versión oficial que se les da. Como emblema de la hipocresía, el discurso de “mea culpa” que encubre las felonías del padre Amaro para quien lo importante ya no es su vocación sacerdotal, sino los beneficios que de ella se derivan. Basta con un simple acto de contrición para limpiar las manos llenas de sangre. Podéis ir en paz, el crimen ha sido consumado. ¿Así suceden las cosas en la vida real o fue simplemente ficción?
Todo lo anterior, lo escribimos hace veinte años. Desde entonces, mucha agua ha corrido por debajo de los puentes, pero estimamos que aún continúa siendo válido preguntarle a usted, lector amable: ¿Así suceden las cosas en la vida real en el seno de una o en cualquiera de las versiones de la interpretación de los asuntos de la fe o fue simplemente ficción?? vimarisch53@hotmail.com
Añadido (25.13. 45) Un sábado como hoy, 29 de marzo, de hace once años cuando el sol declinaba, partiste a tu cita con El Gran Arquitecto. Desde entonces, han sido innumerables las veces en que he extrañado las conversaciones que sosteníamos. No siempre concordábamos en la perspectiva, pero obtenía una enseñanza de ese intercambio de ideas. Un recuerdo hasta el sitio en el cual El Gran Arquitecto haya decidido ubicarte, don Rafael Villarreal Martínez.
Añadido (25.13.46) Entre tango y tongo solamente hay una letra de diferencia o ¿Estamos equivocados?
Añadido (25.13.47) ¿Acaso hay alguien quien pueda considerar a esos congresistas priístas de hoy como herederos del partido que creó el estadista Plutarco Elías Calles Campuzano y fuera presidido por vez primera por el coahuilense más distinguido del Mexico postrevolucionario Manuel Pérez Treviño? En caso de que los haya, muy recomendable sería que les hicieran un espacio permanente en el sitio ubicado en Cerrada del Niño Jesús número 2 esquina con San Buenaventura en la Alcaldía de Tlalpan de la Ciudad de México, a ese lugar pertenecen.
Añadido (25.13.48) Lo que experimenta nuestro país con la imposición de aranceles es el resultado de que las autoridades, al igual que las empresas trasnacionales y nacionales, como dirían en el pueblo, “le jugaron al vivo”. En lugar de crear cadenas productivas en el país para abastecer a las industrias, optaron por traer partes de China creyendo que nadie lo notaría. Ni quien dude que ello generó utilidades. Ante eso, afirmamos: Al país le sobraron hombres de negocios, pero careció de empresarios.